Revista de Estudios Regionales | Nueva Época | Julio- diciembre 2024
| 154 |
¿Cuidar o Servir? Diferencias y semejanzas
entre habitus domésticos de trabajadoras del
hogar remuneradas y empleadoras
https://doi.org/10.59307/rerne2.4106
Carolina López Pérez
https://orcid.org/0000-0002-5940-2106
Resumen
Para complejizar la distinción entre servicio/cuidado se parte del mar-
co teórico la sociología disposicional desarrollada por Pierre Bourdieu y
Bernard Lahire para distinguir, analizar y comparar habitus domésticos. Es-
pecícamente, se aborda el caso de una pequeña muestra intencionada de tra-
bajadoras del hogar remuneradas y empleadoras, todas ubicadas en Ciudad
de México, a quienes se realizaron entrevistas a profundidad con el objetivo
de conocer y examinar sus diversas trayectorias de socialización doméstica.
Asimismo, se hace hincapié en los desiguales y distantes posicionamientos de
clase de estas mujeres, para identicar diferencias y semejanzas en la consti-
tución y operación de sus respectivos acervos disposicionales. Finalmente, se
indaga sobre cómo sus habitus inuyen en el establecimiento de autonomía y
dependencia respecto al ejercicio de cuidar y servir, de conformidad con sus
distintas trayectorias domésticas.
Palabras clave: servicio, cuidado, disposiciones, habitus domésticos
Recepción: 04/09/24
Aceptación: 22/10/24
Revista de Estudios Regionales | Nueva Época | Julio- diciembre 2024
| 155 |
Caring or Serving? Differences and similarities
between domestic habitus of paid domestic
workers and employers
Abstract
To make the distinction between service/care more complex, we start from
the theoretical framework of dispositional sociology developed by Pierre
Bourdieu and Bernard Lahire to distinguish, analyze and compare domestic
habitus. Specically, it addresses the case of a small purposive sample of paid
domestic workers and employers, all located in Mexico City, to whom in-dep-
th interviews were conducted with the objective of understanding and exami-
ning their diverse trajectories of domestic socialization. Likewise, emphasis is
placed on the unequal and distant class positions of these women, to identify
dierences and similarities in the constitution and operation of their respec-
tive dispositional assets. Finally, we investigate how their habitus inuences
the establishment of autonomy and dependence regarding the exercise of ca-
ring and serving, in accordance with their dierent domestic trajectories.
Keywords: service, care, provisions, domestic habitus
Revista de Estudios Regionales | Nueva Época | Julio- diciembre 2024
| 156 |
Cuidar ou servir? Diferenças e semelhanças
entre o habitus doméstico dos trabalhadores
domésticos remunerados e dos empregadores
Resumo
Para tornar mais complexa a distinção entre serviço/cuidado, utilizamos o
quadro teórico da sociologia disposicional desenvolvido por Pierre Bour-
dieu e Bernard Lahire para distinguir, analisar e comparar habitus domésti-
cos. Especicamente, abordamos o caso de uma pequena amostra intencional
de empregadores e trabalhadores domésticos remunerados, todos localizados
na Cidade do México, que foram entrevistados em profundidade para com-
preender e examinar as suas diversas trajectórias de socialização doméstica.
Além disso, é dada ênfase às posições de classe desiguais e distantes destas
mulheres, a m de identicar diferenças e semelhanças na constituição e fun-
cionamento dos seus respectivos activos disposicionais. Por m, explora-se
como o seu habitus inuencia o estabelecimento de autonomia e dependência
no que respeita ao exercício do cuidar e do servir, de acordo com as suas dife-
rentes trajectórias domésticas.
Palavras-chave: serviço, cuidado, disposições, habitus doméstico.
| 157 |
Revista de Estudios Regionales | Nueva Época | Julio- diciembre 2024
Introducción
Desde nales de la década de 1960, el trabajo doméstico fue objeto de estudio
recurrente para el pensamiento feminista, regularmente analizado desde di-
versos ángulos críticos del marxismo. Durante los años setenta y ochenta tuvo
lugar una amplia discusión sobre cuáles eran sus particularidades, la función
que desempeñaba para el sistema capitalista, las diversas formas de opresión
que involucraba y, por supuesto, sus posibles vías de liberación. Las contro-
versias derivadas de estos análisis dieron lugar a lo que se conoció como el
debate sobre el trabajo doméstico, con especial énfasis en visibilizar la im-
portancia del trabajo reproductivo realizado por mujeres, así como en denun-
ciar la injusticia de la doble jornada para aquellas que lograban emplearse en
el mercado (Rodríguez y Cooper, 2005).
Posteriormente, sobre todo a partir de los años noventa se fueron suman-
do una serie de reexiones abocadas a profundizar en la complejidad del tra-
bajo doméstico introduciendo el elemento del cuidado, particularmente por
su carácter relacional. Entonces, desde muchos frentes analíticos cobró cada
vez más fuerza la noción de trabajo de cuidados, tantos que actualmente su
estudio constituye un campo amplio en el que conuyen miradas económicas,
históricas, políticas y sociológicas.
En ese contexto, este artículo tiene dos objetivos: participar del análisis
del trabajo doméstico desde un enfoque cualitativo a partir de la problema-
tización sociológica de una distinción clave a saber: cuidado/servicio. Para
ello, se retoman distintos razonamientos desarrollados por Bernard Lahire
en torno a los habitus y disposiciones, aplicándolo al caso de la realización
de cuidados y servicios en el hogar. El segundo objetivo se aboca a mostrar la
aplicación de esta perspectiva analítica al estudio de un escenario empírico
concreto: las trayectorias domésticas de trabajadoras del hogar remuneradas
y empleadoras.
Trabajo doméstico: entre servir y cuidar
A pesar de que hoy en día no existe consenso respecto a una denición unívoca
sobre lo que debe y no debe entenderse por cuidados, todo indica que duran-
te las últimas décadas el uso de la noción de trabajo doméstico se vio hasta
cierto punto desplazada, o ha sido implícitamente subsumida en la de trabajo
de cuidados, misma que ha obtenido mucho mayor receptividad y predomi-
nio. A n de recalcar la necesidad de explicitar las condiciones de subordina-
ción y desigualdad en las que acontece el trabajo doméstico, se retoman los
planteamientos elaborados por Mora (2008) en torno a lo que caracteriza y
distingue a los cuidados y a los servicios. Desde sus planteos, ambos deben
entenderse como formas relacionales asimétricas, en donde una de las partes
produce trabajo doméstico para la otra. Asimismo, por el todavía muy notorio
imperio de la división sexualizada de las labores domésticas, generalmente
Revista de Estudios Regionales | Nueva Época | Julio- diciembre 2024
| 158 |
éstas involucran relaciones altamente feminizadas, es decir, donde muy a me-
nudo se ven involucradas las mujeres. Bajo esas consideraciones y a partir de
algunos razonamientos de Bubeck (1995), Mora (2008) distingue que el trabajo
doméstico puede ser objeto de relaciones de cuidado o de servicio, indepen-
dientemente del tipo de actividad doméstica de que se trate y de si es o no re-
munerada.
Es decir, estima que para distinguir cuidados de servicios lo relevante ra-
dica en identicar si las personas beneciarias podrían o no llevar a cabo la
actividad por sí mismas. Si efectivamente pueden realizarla pero optan por
delegarla a un tercero—ya sea para satisfacer sus propias necesidades y/o de
las personas dependientes que tienen a su cargo—, se trata de una relación de
servicio; mientras que si no están en posibilidad de hacerla por sí mismas, se
habla de un vínculo de cuidado (Mora, 2008, pág. 147).
Así, desde está aproximación analítica lo importante no son las caracte-
rísticas de las actividades domésticas, sino la particularidad que adoptan los
vínculos sociales en los que se inscriben, especícamente, en cuanto a la de-
pendencia de las personas beneciarias, resultante de impedimentos o im-
posibilidades ísicas que les obstaculicen realizar trabajo doméstico. En ese
sentido, hablar de cuidado y de servicio implica referirse a formas de relación,
concretamente en cuanto a la presencia o no de dependencia en la persona
beneciaria. De ese modo, el cuidado en este contexto alude al hecho de que
quien se benecia del trabajo, no está en posibilidad de suministrarse aten-
ciones y/o realizar tareas del hogar por sí misma. Contrariamente, el servicio
se reere a que la persona beneciaria de atenciones y/o labores sí podría rea-
lizarlas, sin embargo, opta por delegarlas en alguien más (Mora, 2008; Mora
y Pujal, 2018).
Partiendo de esta diferenciación de vínculos cabe preguntarse cuáles son
las consecuencias de servir o cuidar. En el caso del servicio, la de mayor im-
pacto se reere al ahorro de tiempo y esfuerzo, ya que quien podría hacer el
trabajo doméstico cuenta con las condiciones y los medios sucientes para
delegarlo en alguien más. Así, obtiene tiempo que puede destinar al descanso,
divertimento, al desarrollo profesional o personal. Igualmente, evita invertir
esfuerzo ísico, mental y emocional en la hechura cotidiana de tareas domés-
ticas. A su vez, si de cuidados se trata y particularmente de los suministrados
por mujeres, éstos suelen ir acompañados por un imperativo moral que las
conmina fuertemente a anteponer la atención de otras personas frente a la que
ellas mismas necesitan (Izquierdo, 2004).
De ese modo, inteligir al trabajo doméstico como una empresa cotidia-
na que oscila entre cuidar y servir, conlleva a la necesidad de circunscribir su
observación a contextos especícos, a n de poder identicar cuáles son los
entramados de relaciones entre personas ejecutoras y beneciarias donde la
dependencia se hace o no presente. No obstante, al realizar ese examen con-
sidero que resulta pertinente también complejizar la noción de dependencia,
más allá de su referencia al hecho de que alguien no pueda valerse por sí mis-
mo debido a una incapacidad o impedimento ísico. Especícamente, estimo
| 159 |
Revista de Estudios Regionales | Nueva Época | Julio- diciembre 2024
que el análisis del trabajo doméstico sustentado en la distinción servicios/cui-
dados debe observar asimismo la dependencia que deriva del soterramiento
consciente o inconsciente de la autonomía, como resultado de procesos dia-
crónicos de socialización atravesados por el género y la clase.
Disposiciones domésticas
Para escudriñar esta dimensión del problema recurro a diversos razonamien-
tos elaborados por Bernard Lahire (2004, 2007, 2012), quien se abocó a inda-
gar la operación de disposiciones, a n de obtener mayor claridad sobre el fun-
cionamiento de los habitus. Para Lahire (2004) y Bourdieu (2013, 1998), éstos
constituyen sistemas individuales de disposiciones durables y transferibles,
productos de determinadas condiciones sociales de existencia. Su particula-
ridad reside en que se componen de inclinaciones, potencialidades o inercias
que motivan a los agentes a sentir, actuar, evaluar, percibir y pensar de cierta
manera. En esa frecuencia Lahire hace énfasis en la importancia de analizar
las formas de socialización1 que vuelven posible que determinadas personas
obtengan y pongan en operación cierto tipo de disposiciones, en tanto que
otros individuos ni siquiera lleguen a adquirirlas. Precisamente, uno de los
problemas que más ha trabajado estriba en identicar las manifestaciones y
contramanifestaciones de las disposiciones. Es decir, ha puesto atención no
solamente en cuáles son las situaciones sociales que detonan o activan ciertas
disposiciones, sino también en identicar cuáles otras posibilitan que aque-
llas queden suspendidas o aletargadas, y bajo qué circunstancias sociales po-
drían ser nuevamente reactivadas.
Así, desde este ángulo sociológico pretendo analizar un particular tipo de
disposiciones generalmente fomentadas o inhibidas en el hogar y la familia,
referidas a aquellas inclinaciones o propensiones subyacentes al ejercicio co-
tidiano de realizar labores del hogar. Este tipo de disposiciones que denomi-
no domésticas son, desde una mirada personal, un componente necesario a
considerar cuando se trata de denir los umbrales de la dependencia que no
es producto de impedimentos ísicos, y que como se vio constituye una con-
dición subyacente al ejercicio de servicios o cuidados en el ámbito doméstico.
Concretamente, mediante el análisis de las trayectorias de socialización
doméstica es posible identicar el grado en que estas disposiciones han sido
adquiridas o no por ciertos agentes. En los casos en que efectivamente están
presentes y se mantienen activas constantemente, es posible advertir la po-
sesión de un habitus doméstico que puede manifestarse de formas diversas,
dependiendo del lugar social que ocupe su poseedor(a) en un contexto deter-
minado.
Justamente, un principio analítico fundamental que da cuenta del inujo
de la socialización en la ganancia, vigencia, inhabilitación o soterramiento de
disposiciones, es que éstas solo pueden gestarse y mantenerse en razón de las
1 Para ahondar en las modalidades y temporalidades de las formas de socialización, véase Lahire, 2007.
Revista de Estudios Regionales | Nueva Época | Julio- diciembre 2024
| 160 |
posiciones que las personas ocupan diacrónicamente en el espacio social. De
esa manera, las disposiciones están vinculadas con la posesión o ausencia de
un sentido práctico, producto de experiencias acumuladas, a través de las cua-
les se ha adquirido un adiestramiento, tácito o implícito, respecto a lo qué hay
o no que hacer, cómo y cuándo.
Ese sentido práctico puede llegar a movilizarse, es decir, transferirse ha-
cia contextos que guardan similitudes con aquellos en los que primeramente
fue adquirido. Dicho de otro modo, los agentes poseen una capacidad práctica
para trasladar y poner en operación sus acervos disposicionales en situaciones
sociales diversas, a partir de que establecen la mayoría de las veces irreexi-
vamente— si es o no propicio y conveniente transpolar ciertas disposiciones
(Lahire, 2004, pp. 101-102).
Así, el análisis de éstas conlleva a examinar cómo es que los agentes socia-
les identican analogías y disimilitudes entre contextos, para determinar en
qué medida es posible o no, mover y activar sus disposiciones a diferentes cir-
cunstancias. En ocasiones, los repertorios disposicionales pueden llegar a ser
lo bastante generalizables como para trasladarse a diversos ámbitos de acción
y ser aplicados útil y adecuadamente, mientras que otras veces son mucho más
acotados y se limitan a dominios especícos o de aplicación muy local (Lahire,
2004, pág. 122).
Otra posibilidad que este sociólogo apunta (Lahire, 2004, págs. 87-90), se
reere a que a veces las disposiciones pueden deteriorarse, debilitarse u oxi-
darse debido a su desuso, o bien pueden atenuarse o disminuirse por una con-
ciencia que intencionadamente intenta suprimirlas. En esa frecuencia, hace
hincapié en el rol activo del sujeto en la situación, cuando ante un contexto
social que demanda la operación de disposiciones aletargadas o que no se po-
seen, el agente puede cambiar de contexto, adaptarse o bien intentar transfor-
marlo.
Igualmente, ha destacado el hecho de que aunque efectivamente se po-
sean ciertas disposiciones, se puede no tener ningún deseo de activarlas, es
decir, carecer de motivación para actuar. Entonces, hay una ausencia de in-
volucramiento o pasión que provoca un hacer “por rutina o automatismo, por
hábito, o peor, por obligación (lo hago porque me presionan o me obligo), sin
ímpetu ni ilusión” (Lahire, 2012, p. 87). Así, es pertinente distinguir entre com-
petencias y apetencias, entre las capacidades para hacer tal o cual cosa y el
gusto o ganas para efectivamente realizarla, ya que no todos los habitus impli-
can entrega o compromiso emocional, sino que en ocasiones son inculcados y
actualizados a través de la coerción u obligación (Lahire, 2012, pp. 87-88).
En ese contexto, las disposiciones domésticas obedecen a un sentido prác-
tico adquirido a lo largo del tiempo, que dene a quién corresponde realizar
tareas del hogar y a quién no, cómo y cuándo es necesario realizarlas, cuál es
la manera correcta e incorrecta de hacerlo, etc. A su vez, ya que la puesta en
operación de estos acervos disposicionales obedece a la satisfacción de necesi-
dades cotidianas que invariablemente deben ser resueltas día con día, su mi-
tigación o debilitamiento por desuso implica al menos dos posibilidades: que
| 161 |
Revista de Estudios Regionales | Nueva Época | Julio- diciembre 2024
las labores domésticas dejan de producirse o bien que alguien más las realiza
por el sujeto en cuestión, como sucede con la externalización del trabajo do-
méstico que se lleva a cabo cuando se emplea a otras personas para que traba-
jen remuneradamente en el hogar.
Justo en este último caso, en ocasiones es posible identicar que los agen-
tes buscan deliberadamente desusar o incluso suprimir ciertas disposiciones
domésticas, cuando a pesar de que son competentes para ponerlas en opera-
ción —tanto porque no padecen de algún impedimento ísico como porque
poseen ciertas habilidades—, no desean hacerlo. Otras veces, la contratación
de servicios domésticos obedece a que las personas empleadoras simplemente
no poseen disposiciones para llevar a cabo labores del hogar, ni tampoco están
dispuestas ni se ven apremiadas a adquirirlas. Ese es el caso de quienes a lo
largo de sus trayectorias vitales no tuvieron ningún tipo de instrucción do-
méstica, y siempre han recurrido a la externalización del trabajo para que al-
guien más lo resuelva a cambio de un pago. De ese modo, podemos distinguir
que en personas sin algún impedimento ísico o discapacidad, la mitigación,
supresión o carencia de disposiciones domésticas, casi siempre involucra la
presencia de relaciones de servicio.
Metodología
Desde un enfoque cualitativo con inclinaciones sociológicas, este trabajo se
concentró en rastrear y examinar compendios de disposiciones domésticas de
mujeres ubicadas en emplazamientos sociales sumamente diferenciados, es
decir, inscritos en contextos bastante desiguales entre sí. Se trata de trabaja-
doras del hogar remuneradas y empleadoras, que al inscribirse en cuadrantes
sociales desiguales y distantes entre sí, tendieron a poseer acervos disposicio-
nales distintos, donde la desigualdad característica de la sociedad mexicana se
hace patente en ingresos y oportunidades de vida diferenciadas.
Especícamente, con objeto de identicar y analizar los entramados dis-
posicionales de estas mujeres, se realizaron doce entrevistas a profundidad a
seis empleadoras y a seis trabajadoras en Ciudad de México, durante los años
2017 y 2018. Para elegir a las informantes, se acotó la muestra a empleadoras
que cohabitaran con pareja y/o hijos(as) y a trabajadoras que laboraran para
este tipo de hogares, de modo que al momento de las entrevistas todas se ins-
cribieran en una conguración doméstica similar —familiar para las emplea-
doras y laboral para las empleadas—.
Las empleadoras uctuaron entre los 33 y 55 años, la mayor parte vivía
con pareja, todas con hijos/as pequeñas y contaban con educación media supe-
rior o superior. Se desempeñaban laboralmente como funcionarias públicas,
directoras de organizaciones de la sociedad civil, una profesora universitaria
y una más era vendedora de bienes raíces. Por otro lado, las trabajadoras osci-
laron entre los 41 y 76 años, la mitad de ellas vivía unida a una pareja y la otra
se encontraba separada, la mayor parte vivía con hijas/os, nietos/as o sobrinos
menores de edad. Tres de ellas contaban con educación primaria completa,
Revista de Estudios Regionales | Nueva Época | Julio- diciembre 2024
| 162 |
una solamente sabía leer y escribir, otra más tenía secundaria completa y la úl-
tima fue la única que pudo estudiar una carrera técnica. Todas las informantes
fueron contactadas mediante la técnica de bola de nieve, dado que la mayoría
de las entrevistas se llevaron a cabo en sus domicilios y el resto en espacios
públicos como cafeterías y parques.
En las entrevistas se indagó en los procesos de socialización doméstica
en los que, tanto empleadoras como trabajadoras, se vieron inmersas desde
su infancia hasta el presente, a n de identicar si poseían o no disposiciones
domésticas, de qué tipo y en qué medida las habían mantenido activas y trans-
ferido a contextos sociales diversos. O bien, si con el paso del tiempo y por
sus circunstancias particulares, las habían inhibido o mantenido aletargadas.
Especícamente, indagué lo relativo a la presencia, predominio, ausencia o
parvedad de 6 variables.
Posteriormente, comparé las similitudes y diferencias entre los casos (Ragin,
2007), para poder rastrear la presencia de regularidades y particularidades
entre los habitus domésticos de ambos grupos de mujeres.
| 163 |
Revista de Estudios Regionales | Nueva Época | Julio- diciembre 2024
Resultados y discusión
Para las trabajadoras, el predominio de condiciones de vida precarias en sus
hogares de origen, constituyó un condicionamiento ineludible que las impul-
só a insertarse en el trabajo doméstico remunerado desde edades tempranas,
a menudo siendo aún niñas y viéndose obligadas a migrar hacia los grandes
centros metropolitanos. Ellas crecieron en hogares rurales o urbanos que se
caracterizaron por poseer escaso capital económico. Ahí, desde muy pequeñas
se vieron obligadas a realizar quehaceres domésticos, a veces auxiliando a sus
madres en el cuidado de sus hermanos(as), o incluso laborando desde su pri-
mera infancia para hogares ajenos, lo que les permitió contribuir al sosteni-
miento de sus propias familias. Ello obstaculizó el inicio o la continuación de
sus trayectorias escolares, que en la mayoría de los casos se vieron coartadas
ante su imperiosa necesidad de trabajar para obtener ingresos. Laborar desde
niñas también propició que su cualicación no derivara de habilidades adqui-
ridas en espacios considerados profesionalizantes, sino de la experiencia de
cuidar y servir a otras personas, primero en sus familias de origen y posterior-
mente en la variedad de hogares para los que laboraron.
Por otro lado, las empleadoras pertenecen a familias de origen con su-
ciencia económica, que justo por ello optaron por externalizar la realización
de labores domésticas. Ellas desde pequeñas fueron habituadas para que bue-
na parte del trabajo doméstico producido en sus hogares quedara a cargo de
empleadas. De niñas algunas llegaron a recibir cierta educación doméstica
que tuvo como propósito más que la hechura de las tareas, el aprendizaje del
saber hacer para saber mandar en el futuro. Sin embargo, en ningún caso ello
obstaculizó que de pequeñas pudieran dedicarse por completo a su formación
escolar, y posteriormente seguir estudiando hasta obtener educación media
superior o superior.
Dependiendo de la especicidad de sus trayectorias y sobre todo de con-
formidad con las posibilidades y condicionamientos de su pertenencia de cla-
se, empleadoras y trabajadoras desarrollaron cierto tipo de habitus domés-
ticos: fuertes y consolidados o bien débiles y aletargados. Ello se denió en
función del apremio o la laxitud que predominó en sus respectivos contextos
de socialización para adquirir, incentivar, disminuir o mitigar disposiciones
que les habilitaran o no a llevar a cabo sistemáticamente labores del hogar.
En ese sentido, por un lado, para las empleadas el trabajo doméstico no
solo ha constituido una necesidad que deben resolver día con día en sus pro-
pios hogares, sino una estrategia de sobrevivencia que les ha permitido obte-
ner ingresos. Para ellas, representa la opción menos mala de un radio de em-
pleos precarios, manuales y mal pagados, a los que por su escasa escolaridad se
vuelve más factible que puedan acceder. De entre todos, el empleo doméstico
destaca porque involucra el uso de habilidades que en su mayoría ya han ad-
quirido al interior de sus propios hogares, volviéndose competentes en grados
diversos para desempeñar un ocio conocido, pero ahora para otras familias.
Revista de Estudios Regionales | Nueva Época | Julio- diciembre 2024
| 164 |
Por otra parte, las empleadoras al contar con mayor capital económico
y mejores condiciones de vida, han decidido comprar la fuerza de trabajo de
empleadas para aminorar o descargarse de ciertas o todas las labores domés-
ticas que deben resolverse en sus hogares. La presencia de las trabajadoras ha
constituido así una estrategia eximente, que les permite ser suplantadas en la
realización de tareas que día con día les demandarían invertir tiempo y ener-
gía en sus propias casas. Asimismo, toda vez que poseen un empleo remune-
rado, el trabajo que realizan las empleadas es una condición que favorece o in-
cluso puede llegar a volverse imprescindible para su desempeño profesional.
A continuación presento una síntesis de los principales hallazgos en tor-
no a las trayectorias de las informantes, así como algunos razonamientos cla-
ve sobre cada una de las variables disposicionales observadas.
Trabajadoras del hogar remuneradas
Todas las trabajadoras crecieron en familias conformadas por madre, padre y
entre 8 y 11 hermanos(as). La mayoría provenían de comunidades rurales, don-
de sus madres además de dedicarse al hogar también trabajaban en el campo,
cosiendo ajeno o elaborando alfarerías; en tanto que sus padres se dedicaban
por entero al campo o a la albañilería, sin involucrarse en labores domésticas
variable 1. De niñas, a ninguna le enseñaron formalmente a hacer labores
domésticas, sino que se vieron en la necesidad de aprenderlas por su cuenta,
jándose en cómo las llevaban a cabo sus madres porque tenían que ayudarlas,
tanto en las tareas de aseo de casa como en la crianza de sus numerosos her-
manos(as). Todas estas faenas eran imperiosas ya que demandaban realizarse
en lo inmediato y no podían ser cubiertas en su totalidad por sus madres. Fue
por ello que recayeron casi de modo inevitable en estas informantes, quienes
desde muy pequeñas fueron conscientes de su complicada situación familiar.
Una señaló al respecto:
Sabía mis obligaciones, por eso nunca me regañaba mi mamá, yo me las
puse, a mí me gustaba poner el niscomel (sic), ir al molino, batir la masa,
barrer la cocinita (…). A mí desde chiquita, qué te diré, los cuatro o cinco
años me gustaba mucho ver a mi mamá cómo guisaba, (...) A mí me gusta-
ba ayudarle a mi mamá en la cocina (...) (Sol, trabajadora, 76 años).
Como puede advertirse, estas empleadas estuvieron expuestas a un contexto
que las indujo fuertemente a convertirse en actoras domésticas competentes
desde edades muy tempranas, aunque no contaran con un aprendizaje formal,
sino más bien a través de la imitación o mímesis de sus guras maternas. En
ese sentido, si bien su entrenamiento doméstico no estuvo mediatizado por la
coerción de sus madres, sí respondió a un contexto familiar apremiante que
demandaba que realizaran tareas de servicio y cuidado en el hogar desde muy
niñas —variable 2—.
Revista de Estudios Regionales | Nueva Época | Julio- diciembre 2024
| 165 |
Aunado a ello, sus trayectorias laborales también comenzaron prema-
turamente, cuando aún siendo pequeñas algunas fueron “prestadas” a otros
hogares de sus localidades para que se encargaran de cuidar a otros niños, un
poco menores que ellas, a cambio de un pago que era entregado a sus padres.
El resto comenzaron a trabajar siendo adolescentes al migrar a la Ciudad de
México, insertándose en el empleo doméstico en la modalidad de planta va-
riable 3—.
Cuando eventualmente la mayoría formó sus propias familias, continua-
ron laborando en el empleo doméstico en la modalidad de entrada por salida,
y al regresar a sus casas siempre se hacían cargo de todas las tareas domésticas
en sus hogares, de conformidad con una fuerte división sexualizada del traba-
jo —variable 6. En esos términos, sus repertorios disposicionales domésti-
cos nunca se vieron inhibidos ni dejaron de actualizarse —variable 4.
Al principio, algunas experimentaron desconcierto o incomodidad fren-
te a modos y quehaceres urbanos que hasta entonces les eran desconocidos.
Sin embargo, con el tiempo adaptaron sus disposiciones domésticas iniciales
a nuevos contextos, como resultado de su reposicionamiento en el espacio so-
cial, diversicando con ello sus destrezas—variable 5—.
Por ello, uno de los hallazgos de la investigación fue que todas estas traba-
jadoras poseían habitus domésticos sumamente desarrollados y activos, debi-
do a la conjunción de las disposiciones de servicio y cuidado que habían adqui-
rido en sus propios hogares con aquellas otras que fueron sumando a lo largo
de sus trayectorias laborales. Además, sus habitus presentaban pluralidad, ya
que habían logrado ampliar y adaptar sus habilidades domésticas a múltiples
contextos a lo largo del tiempo (Cuadro 2). En promedio, cada una había tra-
bajado en 11 hogares distintos, en cada caso por más de dos años consecutivos,
siendo que la relación laboral más larga que fue identicada duró 35 años.
Igualmente, la transferibilidad de sus disposiciones domésticas fue muy
alta, proporcional a su nula inhibición a lo largo de los años —variable 5—;
a lo que se aúna que la mayoría expresó predilección por realizar trabajo del
hogar —variable 3—.
Me gusta, sobre todo me gusta lavar y lavar trastes. No sé por qué pero me
gusta hacerlo. O yo, luego escucho muchas personas que dicen: “a mí no
me gusta lavar trastes, a mí no me gusta lavar”. Pero a mí sí me gusta (Mir-
na, trabajadora, 47 años).
Asimismo, todas expresaron sentirse orgullosas de su actividad profesional y
ser proclives a llevar a cabo tareas domésticas porque les gustaba hacerlas. Sin
embargo, resulta pertinente subrayar que ninguna manifestó haber elegido su
actividad laboral por gusto sino por necesidad. En ese sentido, señalaron que de
haber podido hacerlo hubiesen deseado formarse en otros ocios, como estilis-
tas, cocineras o modistas, para desempeñarse exclusivamente en esas activida-
des. Así, fue evidente que el trabajo doméstico ha representado para ellas una
opción de empleo viable o posible, pero no así deseada ni tampoco ambicionada.
Revista de Estudios Regionales | Nueva Época | Julio- diciembre 2024
| 166 |
Empleadoras
Por otro lado, la mayoría de las empleadoras también crecieron en familias nu-
cleares conformadas por padre, madre y hermanas(os); estructuradas con base
en una fuerte división sexualizada del trabajo doméstico. Solo una de ellas lo
hizo en un hogar monoparental al lado de su madre. De pequeñas, cuatro em-
pleadoras tuvieron madres amas de casa, una más otra que fue profesora uni-
versitaria y la de la última trabajó como funcionaria pública. Por su parte, dos
de los padres de estas empleadoras eran empresarios, otro abogado, uno más
profesor universitario y el último productor agrícola —variable 1—.
Sus familias de origen tuvieron la particularidad de que siempre conta-
ron con el trabajo de cuando menos una empleada del hogar, por lo que estas
empleadoras estuvieron habituadas desde niñas a que fueran las trabajadoras
quienes se encargaran de resolver las labores domésticas en sus familias. Así,
aunque la mayoría recibió algunas enseñanzas domésticas por parte de sus
madres y/o de las trabajadoras, esta instrucción no fue intensiva ni tampoco
era necesario que la pusieran en práctica durante su niñez, sino que se les in-
culcó más como un recurso formativo —variable 2—.
| 167 |
Revista de Estudios Regionales | Nueva Época | Julio- diciembre 2024
Sí, porque se educaba a la mujer, en donde nosotros vivíamos, se educaba
a la mujer para el matrimonio y entonces nos tenían que enseñar desde
todo. Desde los once años mi mamá ya nos enseñaba a cocinar y todo eso, y
la casa, aunque el rancho era muy amplio y nos permitían muchos juegos,
porque teníamos un rancho y mi papá se dedicaba a la agricultura, tenía
milpas que se sembraban. Fue muy bonita mi infancia (...), pero sí se nos
enseñaba el comportamiento a ayudar —se reere al trabajo del hogar—,
o sea a hacer lo femenino (Gala, empleadora, 55 años).
Únicamente una de estas empleadoras fue expuesta de niña a una instrucción
doméstica sistemática por parte de su madre, quien siempre puso especial
atención en enseñarle cómo realizar labores del hogar, y en incitarla a cola-
borar habitualmente en los quehaceres para que así aprendiera a través de la
práctica, a pesar de que contaban con trabajadora del hogar.
Ella —su madre— me enseñó de todo en el hogar: a barrer, a trapear, a co-
cinar, a regar las plantas, a poner cierres, a hacer botones, a poner ojales,
a hacer vestidos, a planchar, todo, todo, todo (Fernanda, empleadora, 42
años).
Luego de dejar de vivir con sus padres, Fernanda se encargó por sí misma de
hacer las tareas domésticas en su hogar, logrando compaginarlas con el de-
sarrollo de sus actividades estudiantiles y luego con las laborales variable
3—. Expresó que solo esporádicamente llegó a emplear a una trabajadora, y
fue hasta que tuvo una hija variable 6— cuando optó por contratarla nueva-
mente para que se encargara de cuidar a la bebé.
Cuando el resto de empleadoras comenzaron a vivir lejos de sus padres
o iniciaron su vida en pareja, conformando hogares en los que predominaba
la división sexualizada del trabajo doméstico variable 6, durante algún
tiempo se hicieron cargo de realizar diversas labores de servicio en sus ho-
gares. Pusieron entonces en práctica lo que sabían y se desempeñaron como
actoras domésticas más o menos competentes. Sin embargo, no desarrollaron
proclividad o ación por esa función, ni estuvieron conminadas a implemen-
tarla de modo sistemático, sino que fueron adquiriendo habilidades intermi-
tentemente, sin que llegaran a ocupar un lugar especialmente prioritario en
sus trayectorias variable 3—.
Nuevamente, Fernanda fue la excepción ya que ella sí poseía una espe-
cial predilección por limpiar y cocinar. En sus días de descanso preparaba los
alimentos para la semana, además diariamente barría y trapeaba su departa-
mento. Así, fue la única empleadora que tuvo vigorosas disposiciones de ser-
vicio y cuidado, manteniéndolas muy activas diacrónicamente, sin inhibirlas
a pesar de contar con una empleada variables 3 y 4.
Revista de Estudios Regionales | Nueva Época | Julio- diciembre 2024
| 168 |
Para mí, mi departamento es mi santuario. Para mí, mi departamento es
un espacio que me gusta compartir con los demás y tenerlo limpio, or-
denado, y además enseñarle a mi hija que todo se puede tirar pero todo,
todo se puede volver a acomodar en el mismo orden (Fernanda, 42 años,
empleadora).
Cabe destacar que durante sus primeros años de vida independiente, to-
das estas empleadoras se formaron en sus diversas áreas profesionales, mos-
trándose muy interesadas por seguir desarrollándolas a través de actividades
laborales subsecuentes al término de sus estudios. Eventualmente, cuando
todas decidieron contratar empleadas del hogar, la mayoría lo hizo a partir
del nacimiento de su primer hijo/a, y el resto desde que sus vidas laborales
comenzaron a ser intensas. Desde entonces, siempre contaron con el trabajo
de alguna empleada, de modo que aunque poseían ciertas habilidades domés-
ticas, la mayoría las puso en práctica de modo exiguo y esporádico, con ex-
cepción de un solo caso variable 4. Además, cinco de ellas no mostraron
predilección, gusto o vocación para realizar labores del hogar variable 3—:
Al momento de las entrevistas, todas tenían empleos fuera de casa que les
satisfacían y hacían sentir realizadas, pero en los cuales no ponían en práctica
alguna de sus habilidades domésticas —variable 5—. Así, en la mayor parte de
estas empleadoras fue posible identicar un alto grado de inhibición de dis-
posiciones de servicio y cuidado, y por tanto habitus domésticos aletargados,
con pericias inhibidas o en desuso (Cuadro 3). Como una de ellas lo señaló a
propósito de la cantidad de trabajo doméstico que realizaba:
Actualmente, poco la verdad. Tengo la fortuna de contar con dos trabaja-
doras, porque en mi casa hasta hace un año éramos muchos. Había mu-
chísimo quehacer, muchas camas, mucha ropa, mucha comida, muchas
horas distintas de servir la comida (…). Y yo trabajando todo el día. Te-
niendo a X [su hijo] chiquito, pues también mucho de su trabajo es cuidar-
lo. Ellas hacen casi todo (Mariana, empleadora, 42 años).
A ello se aunó el hecho de que no mostraron inclinación alguna por activar o
fortalecer sus habilidades para el hogar, sino que su atención se focalizaba en
el desarrollo de destrezas profesionales, no relacionadas con la esfera domés-
tica. Estos factores dieron lugar a que casi todas no se desempeñaran como
actoras domésticas ni tampoco desearan hacerlo.
| 169 |
Revista de Estudios Regionales | Nueva Época | Julio- diciembre 2024
En ese contexto, no obstante las diferencias disposicionales entre el grue-
so de trabajadoras y empleadoras, amerita especial mención que tanto unas
como otras poseían competencias y sobre todo apetencias de cuidado, especí-
camente, respecto a niños y niñas. Así, ya sea que fueran sus propios hijos/
as o los de sus empleadoras, o incluso, en el caso de algunas trabajadoras, sus
nietos/as o sobrinos(as); las disposiciones domésticas de cuidado referidas a la
atención de menores fueron muy fuertes en ambos grupos.
Para las empleadoras, el cuidado de sus pequeños hijos/as fue la tarea do-
méstica que todas gustaban de realizar, particularmente, en lo que tocaba a
pasar tiempo de calidad con ellos(as), ayudarles a hacer sus tareas, jugar, en-
tretenerlos, llevarles de paseo y arroparlos por las noches. Por su parte, todas
las trabajadoras que cuidaron pequeños/as a lo largo de sus trayectorias labo-
rales, expresaron haber mantenido lazos entrañables con ellos(as), al grado
Revista de Estudios Regionales | Nueva Época | Julio- diciembre 2024
| 170 |
de que en algunos casos aún mantenían contacto entre sí. Paradójicamente,
respecto a los cuidados brindados a sus propios hijos(as), las trabajadoras la-
mentaron no haber podido brindarles suciente atención, a pesar de que sí
deseaban hacerlo, toda vez que sus empleos no siempre les permitieron cui-
darles de modo más intensivo, como ellas hubieran querido.
Conclusiones
Frente a esta particular expresión de habitus domésticos femeninos y retor-
nando al planteamiento inicial respecto a la distinción entre cuidados y servi-
cios, como dos formas de relación en el trabajo doméstico (Mora, 2008; Mora
y Pujal, 2018); considero que los repertorios disposicionales fuertes y activos
de las trabajadoras, por un lado, y los débiles e inhibidos de la mayoría de las
empleadoras, por el otro, son muy ilustrativos acerca de cómo los procesos de
socialización intervienen de manera importante en la denición de los um-
brales de dependencia y autonomía en el ámbito doméstico.
Como se mencionó arriba, la diferencia entre servicios y cuidados se enri-
quece y complejiza si se considera que la dependencia no está exclusivamente
sujeta a incapacidades ísicas, sino que sobre todo se ve determinada por el or-
den de las disposiciones, y éstas a su vez, por el posicionamiento de los agentes
en el espacio social ,especialmente, aunque no exclusivamente, en razón del
género y la clase.
Así, aunque todas las mujeres entrevistadasé fueron socializadas para lle-
var a cabo labores domésticas, no todas se vieron expuestas a una instrucción
o adiestramiento intensivo ni sistemático. Además, en prácticamente todos
los casos, su pertenencia de clase inuyó mucho respecto a la necesidad de que
se convirtieran o no en actoras domésticas competentes.
En ese sentido, el trabajo doméstico constituye un elemento clave de di-
ferenciación y estraticación entre grupos, cuando unos están en posibilidad
de inhibir, desusar o suprimir ciertas disposiciones domésticas; mientras que
otros, contrariamente, se ven abocados a adquirirlas, adecuarlas y transferir-
las bajo un apremio constante. Por ello, si bien es cierto que en la inmensa
mayoría de las ocasiones la organización social del trabajo doméstico recae en
las familias y, en su interior, en las mujeres, también es innegable que no todas
| 171 |
Revista de Estudios Regionales | Nueva Época | Julio- diciembre 2024
afrontan ese condicionamiento de la misma manera. Aquellas que se ubican
en los estratos sociales bajos y se ven compelidas a vender su fuerza de traba-
jo a hogares ajenos, asumen un mayor volumen global de trabajo doméstico,
adquiriendo en consecuencia habitus sumamente consolidados. No obstante,
paradójica e injustamente, éstos no les posibilitan un reposicionamiento en el
espacio social, sino que las inscribe aún más en posiciones subordinadas.
Frente a ello, evidenciar las diferencias entre las trayectorias y los com-
pendios disposicionales domésticos de empleadoras y trabajadoras, conlleva
a increpar no solo la división sexualizada del trabajo del hogar ,luchando por
que los varones asuman el papel de productores y no solo de beneciarios,,
sino también las alternativas que los distintos grupos sociales tienen para or-
ganizarlo.
Bibliografía
Bourdieu, P. (1998). La Distinción. Criterios y bases sociales del gusto. España: Taurus.
Bourdieu, P. (2013). El sentido práctico. México: Siglo XXI Editores.
Bubeck, D. E. (1995). Care, gender and justice. New York. Oxford University Press.
Izquierdo, M.J. (2004). El cuidado de los individuos y de los grupos: ¿quién cuida a
quién? Organización social y género. Debate Feminista, 30, 129-153.
Mora Malo, E. (2008). Los componentes de cuidado y de servicio cuando se globaliza
el trabajo doméstico. En Servidoras sin fronteras. Migración femenina ilipina y
redes de cuidado. Grupo de Estudios sobre Sentimientos, Emociones y Sociedad
(GESES). España: Universitat Autònoma de Barcelona.
Mora, E. y Pujal I Llombart, M. (2018). El cuidado: más allá del trabajo doméstico. Re-
vista Mexicana de Sociología, 80, 445-469
Lahire, B (2004). El hombre plural: los resortes de la acción. Barcelona: Bellaterra.
Lahire, B. (2007). Infancia y adolescencia. De los tiempos de socialización sometidos a
constricciones múltiples. Revista de Antropología Social, 16, 21-38
Lahire, B. (2012). De la teoría del habitus a una sociología psicológica. Revista de In-
vestigación Educativa, 14, 75-105.
Ragin, C. C. (2007). El uso de los métodos comparativos para estudiar la diversidad.
En Charles C. Ragin, La construcción de la investigación social. Introducción a los
métodos y su diversidad (págs. 117-212). Bogotá: Universidad de los Andes.
Rodríguez Dinah y Jennifer Cooper (2005), El Debate sobre el Trabajo doméstico. An-
tología. México: UNAM.