Julio-diciembre 2023| Revista Nueva Época |Vol.1 Núm, 2
y emociones) y, en contraparte, las in¥uencias conductuales sobre
el medio ambiente (conductas ambientalmente responsables, acti-
tudes y valores hacia el medio ambiente, educación y comunicación
ambiental y creencias sobre el medio ambiente) (Roth, 2000).
Roth (2000) dene a la psicología ambiental como “la inter-
disciplina que se interesa por el análisis teórico y empírico de las
relaciones entre el comportamiento humano y su entorno ¤ísi-
co construido, natural y social” (pág. 63). En consecuencia a esa
interdisciplinariedad, esta perspectiva echa mano de áreas como la
sociología y antropología urbanas, la arquitectura, y el urbanismo.
Así, el proceso de conguración de percepción ambiental parte
de las condiciones ambientales en el espacio público y deviene en procesos
psicológicos de adaptación que tienen una consecuencia en la conducta
para generar usos y apropiaciones que están estrechamente relacionados
con la información ambiental que se recibe de las formas materiales de
determinado espacio.De esta forma,“Las percepciones ambientales son
entendidas como la forma en que cada individuo aprecia yvalora su
entorno, e in¥uyen de manera importante en la toma de decisiones
del ser humano sobre el ambiente que lo rodea” (Fernández, 2008,
pág.179). Por ello, la percepción ambiental considera las intenciones
con las que el sujeto interpreta, selecciona y evalúa la información
que le proporciona el ambiente (Calixto y Herrera, 2010, p. 233).
Con base en lo anterior, se entiende a la percepción como un
proceso, pero también como una categoría de análisis que da cuenta de
las interpretaciones que recrean los individuos del espacio construido.
Como lo reconoce Caravedo (2012), los espacios urbanos no tienen
el mismo valor para todos sus habitantes, pues “lo que adquiere
sentido no es el espacio material en sí mismo, sino, más bien, el
espacio simbólico que se crea entre los que lo habitan” (Caravedo,
2
012, p. 8).
Desde esta mirada se reconoce que toda persona posee “resi-
duos de experiencias” gracias a los cuales, sabemos de qué manera
comportarnos o actuar en lugares determinados (Holahan, 2010).
Esto reere que es nuestra lectura del espacio la que detona nuestro
actuar, un parque,por ejemplo, a través de su diseño y sus objetos, nos
da información suciente para saber cómo comportarnos y marca,
así, los usos comunes dentro de sus contornos.
Por otra parte, laespacialidad de lo público sugiere una concepción del
espacio de modo relacional al que se le asignan signicados (Massey,
2
013) que se concibe como un lugar “de producción de la heterogeneidad”,
es decir, un espacio contenedor de diferencias. Por ello, las conductas
que se generan a partir de estos intercambios sensoriales se transfor-
man a partir de la presencia de otras personas y de los movimientos y
comportamientos que sugiere el espacio diseñado (el tamaño y mate-
rial de sus caminos, la forma de los juegos, la altura de los árboles, etc.)
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