Vol.1 Núm, 2 | Revista Nueva Época | Julio-diciembre 2023  
Recepción: 31/10/23  
Aceptación:15/01/24  
Región y corporalidades. Un abordaje  
desde los estudios regionales  
https://doi.org/10.59307/rerne1.235  
Miranda-Pérez, L.  
Resumen  
En las últimas décadas el giro corporal en las ciencias sociales y  
humanas ha tomado relevancia en varios sentidos. Por un lado,  
cuestiona el dualismo cartesiano que ha prevalecido en la ciencia  
moderna, así como la centralización del estudio del cuerpo por la  
biología y la medicina, por otro lado, reconoce el carácter social,  
cultural e histórico de las corporalidades. Por ello, el objetivo de  
este artículo, en primer momento, es abordar cómo los estudios  
regionales representan un campo de estudio heurístico y multire-  
ferencial sobre lo regional. Los aportes, particularmente, de la eco-  
nomía, la historiograía, la antropología, la sociología y la geograía  
permiten profundizar la mirada de estudio y ser punto de partida a  
diversas formas de regionalizar. A partir de lo anterior, se trazan  
elementos que permiten dotar horizontes para la regionalización y,  
posteriormente, se presentan dos ejemplos donde se articula región  
y corporalidad.  
Palabras clave: cuerpo, disciplinas, región, regionalización.  
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Region and corporalities. An approach  
from regional studies  
Miranda-Pérez, L.  
Abstract  
In recent decades, the bodily turn in the social and human sciences  
has become relevant in several ways. On the one hand, it questions  
the Cartesian dualism that has prevailed in modern science, as well  
as the centralization of the study of the body by biology and medi-  
cine; on the other hand, it recognizes the social, cultural and his-  
torical character of corporealities. Therefore, the objective of this  
article, ‘rst of all, is to address how regional studies represent a  
heuristic and multi-referential ‘eld of study on the regional. The  
contributions, particularly, of economics, historiography, anthro-  
pology, sociology and geography allow us to deepen the study pers-  
pective and be a starting point for various forms of regionalization.  
From the above, elements are drawn that allow providing horizons  
for regionalization and, subsequently, two examples are presented  
where region and corporality are articulated.  
Keywords: body, disciplines, region, regionalization.  
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Los estudios regionales, un campo de  
investigación multireferencial  
1
El surgimiento de los denominadosstudies o estudios en el siglo recien-  
te, vislumbra no sólo la transformación de planes y programas acadé-  
micos de diversas instituciones de educación superior, sino también a  
la forma de investigar los problemas sociales. Los estudios culturales,  
interculturales, de género, regionales, por mencionar algunos, apun-  
tan a que la realidad es compleja y que sus objetos de estudio no pue-  
den ser entendidos por una sola mirada o saber parcelario, sino que, en  
términos de Furlan (2001) necesitan apoyarse de diversas disciplinas  
para abrirse a otras dimensiones de comprensión.  
En ese sentido, un campo de estudio emerge en contraposición y  
uni‘cación disciplinaria2 y agrega la idea de multirreferencialidad y  
a la con‘guración de corrientes intelectuales diversas (Weiss, 2003).  
Esto, como resultado de procesos sociohistóricos de segmentación y  
recon‘guración institucional, territorial y política en torno al cono-  
cimiento, la academia y la investigación (Monteil y Romerio, 2017).  
En ese tenor, el campo de los estudios regionales no es ajeno  
a dicha genealogía y, si bien, su propósito nace con tintes de deli-  
mitación y comprensión de una dinámica propia3, son diferentes  
actores, disciplinas, orientaciones y perspectivas teóricas-metodo-  
lógicas, algunas convergentes y otras contradictorias, las que le dan  
sentido y pertinencia en la actualidad.  
La región como centro articulador de este campo, no es mono-  
sémico y tampoco ha tenido un tratamiento singular, universal o  
‘
ja por el cual se pueda tener un concepto idóneo o una teoría ge-  
neral de lo regional, sino al contrario, su de‘nición se ha modi‘ca-  
do por diferentes disciplinas y circunstancias espacio-temporales  
(De la Peña, 1981; Fábregas, 1997).Desde una posición particular, la  
heurística de los estudios regionales permite contemplar žexibili-  
dad y pertinencia, sin perder complejidad, donde diversos procesos  
trastocan su quehacer, como por ejemplo, la movilidad humana, la  
globalización, el uso de tecnologías avanzadas, las violencias, la vir-  
tualidad, entre otros aspectos, que requieren abordajes profundos y  
ƴ$WHRSDMꢀdebates que apuntan a diferenciar studies y estudios (no sólo por el idioma)  
sino por el origen que implica reconocer posiciones epistémicas y políticas diversas, tal  
BNLNꢀKNRꢀDRSTCHNRꢀBTKSTQ@KDRꢀDMꢀ$RS@CNRꢀ4MHCNRꢁꢀ(MFK@SDQQ@ꢀXꢀ+@SHMN@L¤QHB@ꢂ  
Ƶ$Rꢀnecesario hacer la acotación que ciertas disciplinas han tenido una posición porosa  
en la conformación de sus objetos de estudio y al mismo tiempo se han relacionado con  
otras ciencias.  
ƶ#Dꢀacuerdo a Benedetti (2009) la noción de región tiene una finalidad analítica y argu-  
mentativa que está orientada a reconocer e intervenir el espacio, bajo tres sentidos: a)  
división territorial e instrumento de gestión a partir del ordenamiento territorial; b) cons-  
trucción política e identitaria por movimientos ideológicos y comunidades imaginadas  
ꢃQDSNL@MCNꢀ@ꢀ MCDQRNMꢁꢀꢄꢅꢅꢆꢇꢀXꢈꢀBꢇꢀGDQQ@LHDMS@ꢀLDSNCNK®FHB@ꢀDMB@LHM@C@ꢀ@ꢀBNLOQDMCDQꢀ  
cierta lógica organizativa.  
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la articulación de diversas realidades.  
En ese sentido, sin pretensión limitativa, clasi‘catoria y gene-  
ralizadora, se hace un breve recorrido de la noción de región des-  
de la economía, la historiograía, la antropología, la sociología y la  
geograía quienes han tenido una inžuencia sustantiva en los estu-  
dios regionales y, a partir de ahí, recuperar otras formas de enten-  
der lo regional.  
La región y la economía  
La economía ha utilizado la noción de región para dividir ciertos  
espacios a partir de la organización poblacional, los recursos y sus  
interrelaciones. Los plani‘cadores parten de las regiones económi-  
cas para establecer niveles de desarrollo y buscar soluciones a las  
desigualdades que imperan en la sociedad (De la Peña, 1981).  
La economía regional, por ejemplo, se ha enfocado en compren-  
der las relaciones interregionales e intrarregionales que pueden ser  
cuanti‘cadas a partir de la población, los insumos, las tecnologías o  
los productos que se encuentran en ella; son aglomeraciones donde  
existen grupos dominantes e industrias que intervienen en la diná-  
mica de las personas y el espacio (Mendoza y Díaz, 2006).  
De acuerdo con los autores anteriores, existen algunas teorías  
de la economía que se centran en lo regional:  
A. Teoría de la localización y la economía espacialque ha con-  
tribuido a incorporar el factor distancia en la determinación de  
costos y la dispersión espacial de las actividades económicas;  
B. Modelos keynesianos de análisis regional que permiten  
explicar las dinámicas económicas de las regiones por facto-  
res exógenos;  
C. Teoría de desarrollo económico ocupada en los países con  
bajo nivel de industrialización;  
D. Crecimiento económico y convergencia entre regiones  
encargadas de explicar las diferencias de tasas de crecimiento  
entre regiones o países y;  
E. La nueva geograía económica, de los mercados imperfec-  
tos y la aglomeración, que ofrece la posibilidad de combinar  
teorías de la globalización con un enfoque riguroso.  
La inmersión del factor económico en el ámbito regional ha sido sus-  
tancial y diversa a tal grado que existen diferentes especializaciones  
enfocadas al estudio del desarrollo regional4 y en algunos casos se  
considera que esta no puede entenderse sin la base económica.  
Ʒ$Kꢀanálisis del desarrollo regional es relativamente nuevo para el caso Mexicano, sin  
embargo ha sido importante, puesto que la distribución del ingreso per cápita a nivel  
nacional ha representado variaciones que apuntan a desigualdades a niveles regionales y  
por estratos sociales (Mendoza y Díaz, 2006).  
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La región y la historiografía  
Otra disciplina involucrada en el estudio regional es la historiograía.  
Desde la historia regional, no sólo se busca explicar los fenómenos  
y condiciones locales, sino también analizar las situaciones históri-  
cas en dos niveles: a) mostrar algo nuevo, un proceso desconocido, un  
movimiento o un escenario con un autor atípico y; b) eludir la frag-  
mentación y la dispersión de los acontecimientos (Martínez, 1992).  
El historiador Taracena recalca que “las regiones no son innatas  
ni eternas. Son construidas por sujetos sociales en un tiempo y un  
espacio determinado” (2008, pág. 189). Asimismo, sostiene que en  
diferentes ámbitos académicos se considera, por comodidad, que la  
región es sinónimo de divisiones administrativas estatales (provin-  
cias, estados o departamentos) o un conjunto de zonas geográ‘cas  
dentro del Estado nacional. Empero, no siempre es así, ya que un  
problema de orden metodológico es que las regiones están consti-  
tuidas por un territorio con características propias que no necesa-  
riamente están subordinadas al Estado nacional.  
De acuerdo con el autor, la región se constituye por linderos y  
no límites. Es decir, están sujetas al tiempo y capacidad de territo-  
rialización de quienes la conforman: élites regionales, grupos do-  
minantes, movimientos poblacionales y procesos económicos in-  
ternos. Además, no tienen razón para estar dentro de una geograía  
homogénea, ya que dependen de la forma en que sus habitantes,  
actores colectivos internos y externos se apropian de ella.  
Por su parte, Van Young (1991) sostiene que existen dos aspectos  
en la existencia de la región. Por un lado, la regionalidad como la  
cualidad que se establece a partir de las condiciones económicas,  
naturales e históricas entre un espacio y otro, con rasgos geográ‘-  
cos, migratorios, patrimoniales, redes familiares, comerciales, et-  
cétera. Así también, el regionalismo que nace de la identi‘cación  
consciente sentimental, cultural y política que los habitantes desa-  
rrollan por un largo tiempo.  
A su vez, Ortega resalta que el propósito de la historiograía re-  
gional es “conocer los hechos históricos tal y como acaecieron en las  
distintas partes del país, evitando las impropias generalizaciones  
que con frecuencia se encuentran en las historias de México” (1998,  
pág. 7). Para el historiador, la región debe tener correlación entre  
quienes lo vivieron, el espacio y tiempo en que sucedió.  
En ese sentido, los autores resaltan ciertos elementos que cons-  
tituyen una región. Martínez Assad (1992) propone visibilizar los  
nuevos procesos regionales donde la ‘gura del sujeto es impor-  
tante. Por su parte, Taracena (2008) recalca que las regiones son  
construidas por quienes la viven y estas no son inmóviles y agrega  
la idea de linderos. Van Young (1991) propone el carácter de regiona-  
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lidad como aspectos transversales (económico, geográ‘co, cultural,  
familiar, entre otros) y el regionalismo como la autoidenti‘cación  
de los habitantes. Finalmente, Ortega (1998) cuestiona la generali-  
zación que se hace comúnmente en la historia regional.  
La región y la antropología  
Desde la antropología social, por ejemplo, el concepto de región ha  
sido un recurso metodológico. Fueron los antropólogos de esa rama  
quienes demostraron empíricamente que “el concepto de espacio  
es socialmente creado, porque es socialmente vivido” (De la Peña,  
1
981, pág. 46). Con la ayuda de la etnograía, el antropólogo ha ob-  
servado que la región es de‘nida a partir de prácticas culturales que  
le dan sentido a diversas comunidades y grupos sociales.  
El antropólogo social preocupado por el aquí y el ahora centra  
sus esfuerzos en las personas, quienes junto con el investigador  
construyen el objeto de estudio a partir de la percepción, la cotidia-  
nidad, la contextualización y el trabajo de campo (De la Peña, 1981).  
Desde esta visión, se rompe con la idea de que las regiones están  
determinadas a priori o que su totalidad es natural; se suma al in-  
vestigador como un elemento que le da forma a la región.  
Para Ayora (1995) la región se enmarca en un territorio que se di-  
ferencia de otros, no solo por sus cualidades geográ‘cas, sino también  
por las características de quienes lo habitan. El autor sostiene que la  
región es un campo de choque entre fuerzas internas y externas de  
poder con amplias y complejas dimensiones, como la globalización.  
En síntesis, De la Peña (1981) agrega a su režexión que la antro-  
pología ve en la región un recurso metodológico que se construye a  
partir del trabajo etnográ‘co, además de que su con‘guración se  
establece con la vivencia y dicho proceso es correlativo con la deli-  
mitación del investigador. Para Ayora (1995), la región no debe en-  
tenderse como algo apartado, sino como el resultado de procesos  
endógenos y exógenos que inžuyen en su determinación.  
La región y la sociología  
El aporte de Giddens al estudio regional llama la atención, porque  
rompe con la idea de las regiones a escalas más amplias. El autor la  
de‘ne como la estructuración de una conducta socialmente deter-  
minada, es decir, a la “zoni‘cación de un espacio-tiempo en rela-  
ción con prácticas sociales rutinizadas” (1995, pág. 152).  
El autor también rompe con el carácter rígido la geograía clá-  
sica y da centralidad a las acciones de los agentes en sus actividades  
diarias, por ejemplo, el traslado de un lugar a otro, los puntos de  
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conexión entre espacios, la corporalidad, la repetición y la consti-  
tución de la región por quienes la viven.  
De acuerdo con el autor, la vida cotidiana se encuentra organi-  
zada por rutinas que se repiten en ciclos (actividades recurrentes).  
Esa rutinización es desarrollada en sedes vitales que le dan sentido  
a la vida social; el conjunto de sedes en las que un individuo actúa,  
así como las sendas de circulación y comunicación que las conectan,  
con‘guran una región.  
El aporte sociológico de Giddens (1995) resalta en varios aspec-  
tos. Por una parte, da centralidad a los sujetos quienes a partir de  
la rutinización de sus prácticas en un tiempo y espacio conforman  
una región. Lejos de encasillar a este proceso a un estudio microso-  
ciológico, el autor re‘ere que es una integración, dado que las sedes  
y las sendas están fuertemente inžuidas por aspectos instituciona-  
les de sistemas sociales.  
La región y la geografía  
La geograía y la región han tenido una relación fructífera. Desde  
el surgimiento de esta ciencia, ha sido uno de sus objetos de cono-  
cimiento y recurso metodológico para analizar las diferencias es-  
paciales, la especi‘cidad de los territorios y la relación entre socie-  
dad y naturaleza. De acuerdo con Mateo y Bollo (2016), la geograía  
considera que a través de la noción de región se puede acceder a un  
conocimiento especí‘co relacionado a los elementos distintivos y  
propiedades de un fenómeno social y espacial. Por su parte, Rosales  
(
2006) sostiene que, a lo largo de la historia, la geograía ha tenido  
diferentes orientaciones en torno a lo regional:  
a) La preeminencia del espacio como contenedor, es decir, la  
organización económica de personas determinada a las con-  
diciones ambientales (determinismo ambiental) donde estas  
se asentaban;  
b) La lógica cienti‘cista del positivismo en la geograía man-  
tuvo una visión del espacio como agente pasivo, lo que deter-  
minaba que las actividades económicas de las comunidades  
podían analizarse a partir de modelos matemáticos y geomé-  
tricos sin importar el contexto social e histórico;  
c) Debido a la inžuencia del materialismo histórico en la  
geograía, propicia que esta ciencia impulse la concepción del  
espacio como resultado de la sociedad, la interrelación entre  
comunidad, territorio y procesos históricos.  
d) El espacio como construcción social a partir del intercam-  
bio teórico-metodológico y, por supuesto epistémico, desde  
la hermenéutica, la fenomenología y el constructivismo que  
contribuyeron a la geograía humana del presente.  
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En la actualidad, el concepto de región ha sido abordado de forma  
más versátil alejándose de la rigidez de la región natural. La geograía  
ha retomado diferentes saberes como, por ejemplo, la ecología y la  
economía sin dejar de lado que el espacio es percibido y creado por  
quienes lo habitan.  
La geograía humanística por su parte, nace en la década de  
los setenta de los enfoques fenomenológicos y existencialistas para  
orientarse a la ética y la política, destacando los signi‘cados, in-  
tenciones y valores de los grupos humanos (González, 2003). En  
ese sentido, Frémont (1976) fue uno de los geógrafos pioneros que  
vinculó la región con la percepción. Su obra La région, espace vécu [La  
región, espacio vivido] ha sido signi‘cativa para cuestionar el ob-  
jetivismo positivista en que se situó en el análisis del espacio. Con-  
forme a Giménez (2007), la propuesta del francés condujo a que los  
geógrafos elaboraran el concepto de región percibida-vivida en las  
que se introdujeron métodos basados en la percepción.  
En su obra, Frémont (1976) argumentó que las regiones no pue-  
den tener una de‘nición unívoca y que estas son de‘nidas a partir  
de la percepción de quienes la viven. El estudio de estas regiones,  
apuntan a intersticios que eran desvalorizados en el estudio regio-  
nal. De acuerdo con Giménez (2007), el concepto de región percibi-  
da-vivida permite acceder a la composición cultural y a la memoria  
histórica de sus habitantes, que a la vez logran introducir el con-  
cepto de geosímbolos como espacios cargados de afectividad y sig-  
ni‘cado.  
El uso de la región desde la geograía debe verse como un va-  
riopinto. Por una parte, la inžuencia de la ciencia positivista man-  
tuvo una visión conformada por las condiciones ambientales o de  
carácter meramente económico. Posteriormente, los aportes de la  
fenomenología, el constructivismo, la hermenéutica y la apertura  
a otras disciplinas, condujo a reducir el carácter inmutable de las  
regiones.  
La región desde un enfoque interdisciplinario.  
Horizontes para regionalizar  
Como se ha abordado, existen diferentes orientaciones en la con-  
cepción de la región en el mundo disciplinar. Al menos, en esta  
revisión, se encuentran las posiciones donde se argumenta que la  
región existe por sí misma. Por otra parte, están los argumentos  
donde se presupone que solo existen en el mundo académico, es de-  
cir, un componente metodológico con contrastación teórica. Por úl-  
timo, la articulación de propuestas que agregan criterios empíricos,  
teóricos y metodológicos.  
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De manera particular, se considera que la región tiene varios nive-  
les de abstracción y concreción que pueden ser complementarios:  
a) Es un recurso metodológico que permite delimitar el uni-  
verso de estudio.  
b) Nace de la inquietud empírica, pero sustentada teóricamen-  
te, es decir, la conformación de una región surge porque el  
investigador detecta cierta dinámica particular donde inter-  
vienen aspectos culturales, económicos, educativos, políticos,  
entre otros, que son necesarios de abordar y fundamentar.  
c) Los actores que conforman esas regiones o quienes la viven  
comparten vínculos que los identi‘ca y los diferencia de otros.  
d) Es un proceso dinámico y žexible, tanto en su interior como  
en el exterior; sus fronteras se conforman por linderos.  
e) Se compone por concepciones espaciales y temporales  
diversas.  
En ese tenor, el proceso de fundamentar una región constituye un  
trabajo más o menos horizontal entre quienes tienen la tarea de re-  
gionalizar y quienes la constituyen. Para ello, el investigador hace  
uso de un conjunto de recursos teóricos y empíricos que le permi-  
ten dicha encomienda. Es notable advertir, que nace comúnmente  
como un supuesto, que es argumentado a posteriori a partir del tra-  
bajo de campo intenso y la articulación con la teoría. Bajo esa deter-  
minación, es un trabajo integrador y colectivo.  
Además, habría que considerar a Ayora (1995) quien menciona  
que “un solo concepto, construido en discursos disciplinarios muy  
variados, engloba varias “regiones” o campo de signi‘cado que al  
complementarse permiten la constitución y legitimación de una  
región o campo de relaciones de poder” (pág.7). Los estudios regio-  
nales como una posibilidad heurística y multirreferencial permite  
cuestionar y proponer nuevos signi‘cados de lo regional y con ello,  
apunta a un trabajo inter-transdisciplinario.  
Corporalidades y región  
En las últimas décadas el giro corporal en las ciencias sociales y  
humanas ha tomado relevancia en varios sentidos. Por un lado,  
cuestiona el dualismo cartesiano que ha prevalecido en la ciencia  
moderna, así como la centralización del estudio del cuerpo por la  
biología y la medicina, por otro lado, reconoce el carácter social,  
cultural e histórico de las corporalidades.5  
Ƹꢀ+@ꢀGDQDMBH@ꢀONRHSHUHRS@ꢀGDQDC@C@ꢀCDKꢀCT@KHRLNꢀB@QSDRH@MNꢀG@ꢀHMEKTHCNꢀMNS@AKDLDMSDꢀDMꢀ  
la forma de concebir la investigación, las metodologías, el conocimiento y el mundo en  
que vivimos, esto, a partir de binomios jerarquizados como por ejemplo, sujeto-objeto,  
cuerpo-mente, emoción-razón (Dietz y Álvarez, 2014).  
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En ese sentido, las discusiones en torno a los estudios regionales  
han permitido incorporar o reincorporar perspectivas que vislum-  
bran otros abordajes, en este caso, se recupera la idea de periferia  
no sólo como un componente territorial, sino como una realidad  
simultánea entre lo corporal-simbólico y, por otra parte, la corpo-  
cartograía como recurso teórico-metodológico donde la región y el  
cuerpo son indisociables.  
Primero, a partir del trabajo realizado con jóvenes en contexto  
de violencias se hizo relaciones con los lugares que habitan y tran-  
sitan (por ejemplo, la prisión y las colonias al margen), así como sus  
trayectorias inmersas en la delincuencia, reincidencia y movilidad  
en Chiapas, México. Desde ahí, la periferia toma sentido no sólo  
como un coto territorial donde los jóvenes viven (comúnmente en  
condiciones de desigualdad y precariedad), sino que trasciende al  
orden simbólico que incide en el reconocimiento distorsionado y  
distorsionante hacia/entre ellos y apela a posiciones asimétricas.  
Es decir, un conjunto de percepciones y valores que son reconoci-  
das a partir de sus cuerpos: estéticas, formas de vestir, lenguajes,  
apariencias, imágenes, estereotipos, estigmas, entre otros aspectos  
(
Miranda, 2020).  
Esa región conformada a través de una periferia corporal y  
territorial está dotada de componentes raciales históricos que si-  
túan a dichos jóvenes en la zona del no-ser (Fanon, 2010) o debajo  
de la línea abismal (De Sousa, 2010). Dicha diferenciación devela  
experiencias de opresión, pero también de contestación ante una  
sociedad polarizada/polarizante. Además, en términos de Bolaños  
(
2022), se hace notar las contradicciones de un sistema decadente  
que traza fronteras culturales con altas cargas de aporofobia y pig-  
mentocracia que suelen ser inadvertidas.  
Segundo, con la integración de la cartograía y la corporalidad,  
Flecha (2018, 2019) denomina como corpocartograía a la propuesta  
que permite analizar y recrear el desplazamiento forzado a través  
de mapas mentales. En ese proceso, las personas representan cómo  
han conformado nuevos tránsitos y lugares, y con ello se vislumbra  
que la región es vivida y el cuerpo es indisociable en la compresión  
de la migración.  
La región que presenta Flecha (2018) a partir de su trabajo de  
corte participativo con habitantes de un asentamiento irregular en  
Nuevo Zinacantán en el estado de Chiapas, se conforma de expe-  
riencias, prácticas, itinerarios, representaciones, sentidos e histo-  
rias; un palimpsesto que recubre subregiones condicionados por la  
edad, el género, la etnicidad, el territorio/ambiente, la economía, la  
religión, la política y el derecho.  
Ambos trabajos no sólo integran elementos disciplinares di-  
versos, sino que apuestan a la pluralidad teórica-conceptual, me-  
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todológica y recuperan las voces de quienes viven dichas regiones.  
Aunado a lo anterior, se diversi‘can los signi‘cados, por ejemplo,  
de región, territorio y lugar que comúnmente son vistos de manera  
jerarquizada, para replantearse como nociones complementarias.  
Conclusiones  
Los estudios regionales se conforman de un corpus que, dependien-  
do de los ‘nes de la investigación, el investigador y los hallazgos  
empíricos, pueden articular diversas miradas, saberes, teorías, me-  
todologías y perspectivas. En ese proceso, tampoco hay que pasar  
desapercibido la režexividad6 y las relaciones de poder que se ges-  
tan dentro y fuera del espacio en cuestión, es decir, de qué mane-  
ra los involucrados y los contextos intervienen en dicha empresa y  
generan condiciones o no de apertura a nuevas formas de signi‘car  
lo regional.  
La apuesta de los estudios regionales hacia una inter-transdis-  
ciplinariedad no sólo conlleva a contemplar o articular otros sabe-  
res (disciplinares o no) y niveles de realidad, sino también al diálogo  
con otros estudios, como por ejemplo los culturales y del cuerpo que  
también suelen tener una perspectiva plural.  
Si bien la intención de este trabajo no es determinar un receta-  
rio y reducir el debate sobre lo que se plantea, podría generar pistas  
para quienes emprenden la tarea de regionalizar.  
6
ꢀ(VꢀODꢀUHÀH[LyQꢀVXEMHWLYDꢀGHOꢀSURFHVRꢀGHꢀLQYHVWLJDFLyQꢁꢀGHEHꢀVHUꢀWUDQVYHUVDOꢀHꢀ  
implica el reconocimiento de las relaciones del investigador, las personas investigadas,  
los recursos metodológicos y el contexto en que se realiza la actividad (Dietz y Álvarez,  
2
014).  
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Bibliografía  
Anderson, B. (2005). Comunidades imaginadas. Relexiones sobre el ori-  
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Ayora, S. (1995). Región y globalización: relexiones de un concepto desde  
la antropología, en Cuadernos de Arquitectura y Urbanismo, núm. 1:  
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