Vol.1 Núm, 2 | Revista Nueva Época | Julio-diciembre 2023  
Recepción: 31/10/23  
Aceptación:19/01/24  
Ciudad/Frontera: la producción del espacio  
de Ciudad Juárez en tiempos neoliberales  
https://doi.org/10.59307/rerne1.238  
Jiménez-León, P. & Saracho-López, F.J. Universidad Nacional Autónoma de Mexíco  
https://orcid.org/0000-0002-7487-2843  
Resumen  
El neoliberalismo ha rearticulado y producido nuevos espacios para  
garantizar su reproducción y permanencia. Tal es el caso de la zona  
transfronteriza entre Ciudad Juárez y El Paso, donde converge la  
división entre México y Estados Unidos con los procesos de integra-  
ción comercial a partir del Tratado de Libre Comercio de América  
del Norte (ahora T-MEC). A través del desarrollo de infraestructuras  
y marcos institucionales políticos y normativos, ambas ciudades  
profundizaron su interconexión económica, fortaleciendo la in-  
dustria maquiladora del lado sur de la frontera y el desarrollo de la  
economía de servicios del lado norte. Ello exacerbó la brecha en los  
niveles de ingreso entre ambas ciudades. A la par, se distanciaron  
mediante dispositivos de securitización, los cuales concentraron  
los ꢀujos migratorios irregulares, los grupos del narcotrá‡co y las  
expresiones de violencia del lado mexicano, al tiempo que se expe-  
rimentó una paci‡cación relativa en El Paso. Así, esta zona conurbada  
presenta dinámicas de homogeneización/fragmentación en la pro-  
ducción de sus espacios, esenciales para el sostén de la integración  
neoliberal regional. En este trabajo pretendemos ilustrar cómo el  
espacio, la frontera y la macro región de América del Norte se en-  
trelazan para asentar el desarrollo desigual entre ambas ciudades.  
Palabras clave: fronteras, producción del espacio, neoliberalismo,  
macrorregión, Ciudad Juárez  
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Julio-diciembre 2023| Revista Nueva Época |Vol.1 Núm, 2  
City/Border: the production of space of  
Ciudad Juarez in neoliberal days  
https://doi.org/10.59307/rerne1.238  
Jiménez-León, P. & Saracho-López, F.J  
Abstract  
Neoliberalism has rearticulated and produced new spaces to gua-  
rantee its reproduction and permanence. Such is the case of the  
cross-border zone between Ciudad Juárez and El Paso, where the  
division between Mexico and the United States converges with the  
processes of trade integration based on the North American Free  
Trade Agreement (now T-MEC). Through the development of in-  
frastructure and institutional, political and regulatory frameworks,  
both cities deepened their economic interconnection, strengthe-  
ning the maquiladora industry on the southern side of the border  
and the development of the service economy on the northern side.  
This exacerbated the gap in income levels between the two cities.  
At the same time, they distanced themselves through securitiza-  
tion devices, which concentrated irregular migratory ꢀows, drug  
tra˜cking groups and expressions of violence on the Mexican side,  
while El Paso experienced a relative paci‡cation. Thus, this conur-  
bation presents dynamics of homogenization/fragmentation in the  
production of its spaces, essential for the support of regional neo-  
liberal integration. In this paper we intend to illustrate how space,  
the border and the macro region of North America are intertwined  
to establish the unequal development between the two cities.  
Keywords: borders, production of space, neoliberalism, macro-region,  
Ciudad Juárez.  
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Introducción  
En la frontera entre México y Estados Unidos se encuentra una zona  
conurbada de más de dos millones de habitantes conformada por  
Ciudad Juárez en territorio mexicano y El Paso en territo-  
rio estadounidense. Divididas por un muro de postes de acero,  
las dos urbes albergan una serie de diferencias entre ellas. Juárez,  
por ejemplo, ha sido desde décadas atrás el emblema de una serie  
de problemáticas que revisten a México: narcotrá‡co, violencia,  
feminicidios, bajos salarios, desigualdad, marginación, entre otros.  
Mientras esta ciudad fronteriza ha sido evocada con adjetivos como  
ciudad imposible” o “la no-ciudad”, El Paso se posiciona como una  
de las ciudades más seguras de Estados Unidos. Asimismo, si bien los  
índices de desempleo en Ciudad Juárez son bajos, se estima que 67%  
de la población que trabaja en este municipio cuenta con ingresos que  
van de una a tres veces el salario mínimo (entre 176 y 352 pesos al día)  
(
Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social,  
s.f.). En contraste, el promedio del ingreso per cápita en El Paso, con  
cifras del mismo año (2019), fue  
de 1.133 pesos diarios (United  
States Census Bureau, s.f.).  
La producción de los  
1
Al tiempo, ambas ciudades  
espacios--no sólo físicos, sino  
simbólicos, representados  
y experimentado-- permite  
entender y vincular,  
se encuentran conectadas por  
ujos diarios de personas y pro-  
ductos. Más de 600 mil camiones  
cargados de mercancía cruzaron  
la frontera de Ciudad Juárez a El  
Paso en 2019 y, ese mismo año,  
más de 26 millones de personas se  
desplazaron por la misma ruta.  
Durante el tránsito histórico  
de manera dialéctica,  
gfÚ_mjY[agf]kꢀhjg\m[lanYk$ꢀ  
dinámicas, percepciones,  
procesos y sucesos locales  
desde y con la totalidad  
global como estructura en  
permanente cambio.  
[
del sistema-mundo moderno  
(Wallerstein, 2015), el capital ha  
producido el espacio acorde a sus  
necesidades estratégicas epocales  
y se ha servido de las con‡gu-  
raciones territoriales existentes  
para la continuación del metabo-  
lismo capitalista.  
Cada etapa del desarrollo de este sistema suele ser asociada den-  
tro del ideario colectivo con un paisaje geográ‡co distintivo que  
caracteriza históricamente el momento a través de su materiali-  
ƴ+@Rꢀcifras se encuentran en dólares en la fuente. No obstante, para fines comparativos,  
se realizó la conversión a su equivalente en pesos con la tasa de cambio del día 31 de julio  
de 2019 (19.074 pesos por dólar).  
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dad (Brenner y Theodor, 2002). Por ejemplo, durante la hegemonía  
británica, el Londres industrial y su atmósfera victoriana se ligaron  
al proceso histórico, como imagen y representación del imperio. En  
la actualidad, sería el paisaje de los rascacielos de la ciudad global de  
Nueva York aquel que atraparía nuestra imaginación al pensar en  
nuestro mundo globalizado e hipercomunicado, acorde a la hegemonía  
norteamericana. Existe un acuerdo no dicho entre nuestra imagi-  
nación y el lugar hegemónico que la captura. De acuerdo con Neil  
Brenner y Nick Theodor (2002), estos lugares son sistemáticamente  
privilegiados sobre otros como sitios para la acumulación de capital.  
Sin embargo, dichos lugares no cuentan toda la historia que pre-  
tenden encarnar. En realidad, enajenan y cosi‡can la construcción  
estructural de centros-periferias sistémicas a lo largo de la escala  
mundial, en la medida en que relativizan los niveles en los que la  
circulación del capital se realiza. Funcionan como focos para la re-  
presentación espacial, que proyectan largas sombras sobre lugares que  
les son disímiles, contrastantes o marginales. El desarrollo des-  
igual es parte integral del capitalismo, y se expresa plenamente en  
su dimensión espacial: la capacidad de este sistema para sobrevivir se  
basa en la producción de sus condiciones de reproducción, no sólo en el  
espacio, sino por el espacio mismo (Lefebvre, 2013; Massey, 2008). La  
articulación de territorios, límites, infraestructura de comunicación,  
y ciertamente, fronteras, va de la mano con la formulación institu-  
cional, política y gubernamental de dichas expresiones materiales,  
conformando dispositivos de control poblacional (Foucault, 2022).  
Hablamos del andamiaje espacial-institucional en evolución, dentro  
del cual se desarrollan procesos de desvalorización y revalorización  
(
Smith, 2020). Ello nos recuerda a la noción de “paisaje fronterizo”  
propuesta por Sandro Mezzandra y Bret Neilson, donde hacen én-  
fasis del carácter dinámico de la frontera, de sus prácticas y discursos  
desplegados a través de toda la sociedad que contiene dentro de sus  
contornos, así como de sus contradicciones y resistencias (Mez-  
zadra y Neilson, 2016). Por tanto, si bien Ciudad Juárez puede que  
no ostente un lugar privilegiado en nuestro imaginario colectivo  
cuando representamos la globalización, sus paisajes, sus límites, y  
su fragmentación son resultado directo de ésta. La materialidad y la di-  
námica de ꢀujos de esta ciudad revela más sobre el sistema-mundo en  
su etapa neoliberal de lo que la imaginación hegemónica desea dar  
cuenta. Ello responde a que Juárez se encuentra en la zona fronteriza  
que delimita institucionalmente la periferia, (si bien no “lo perifé-  
rico”) de la macrorregión de América del Norte. Entendemos una  
macrorregión, como una región económico/administrativa constituida  
por Estados, mediando entre ellos un proceso de integración relativa  
(Paasi, 2020)  
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David Harvey argumenta que “el Estado es una entidad territorial  
limitada, formada en condiciones que tienen poco que ver con el  
capital, pero que es un rasgo fundamental del paisaje geográ‡co”  
(2014, pág.157) que cobra la máxima relevancia por el control de los  
movimientos de personas, mercancías y dinero a través de sus fron-  
teras (Harvey, 2014, pág. 158). Para él, los movimientos de estos tres  
elementos dentro de un territorio son el eje fundamental de la acción  
del Estado en el capitalismoya que coinciden con los factores que per-  
miten la creación y realización del capital un excedente de mano  
de obra, los medios de producción y el dinero; así como un mercado  
de consumo, los medios de transporte y el tiempo para el traslado de  
las mercancías. Por ello, las fronteras son parte fundamental de la  
producción espacial del sistema-mundo moderno.  
Producir este tipo de territorialidad mediante el trazado de las  
fronteras tiene además la función de cimentar una otredad política  
entre los sujetos que la línea administrativa divide (Saracho, 2019).  
Ello la dota de una función contradictoria: promueve la forti‡cación  
y vigilancia ante ese “otro” discursivamente peligroso, a la par que  
genera límites permeables y relativos para la circulación del capital.  
Ello permite la segregación selectiva de sujetos y objetos en dinámi-  
cas de “dentro” y “fuera”, garantizando su manipulación estratégica  
para la acumulación. Por ello, la frontera es una técnica que, en el  
espíritu del pensamiento de Rosa Luxemburgo, se consolida como en-  
granaje esencial para la acumulación de capital tanto constante como  
variable en aras de fortalecer a la burguesía transnacional mediante la  
generación de desarrollos desiguales (1977).  
Por tanto, el desarrollo de ciudades transfronterizas se presenta  
como un fenómeno global que puede ser trazado dentro de la histo-  
riogra«ía de los últimos doscientos años. En América Latina existen  
diferentes expresiones de “engranajes” urbanos transfronterizos,  
que, a pesar de no ser contiguos, se hilvanan a partir de vías de  
comunicación compartidas, como la relación interurbana que articula  
el Río Putumayo entre Manaos en Brasil, Iquitos en Perú, Leticia en Co-  
lombia y Sucumbíos en Ecuador. De igual manera, podemos mencionar  
el caso de Cúcuta en Colombia y de San Antonio en Venezuela. Por otro  
lado, hay casos en donde se observa una continuidad espacial entre las  
urbes, siendo la frontera una división infraestructural, como la re-  
lación entre Livramento en Brasil, y Ribera en Uruguay, o el caso de  
la triple Frontera, donde se articulan las urbes de Ciudad del Este en  
Argentina, Foz de Iguazú en Brasil y Puerto de Iguazú en Paraguay  
(
Carrión, 2016).  
Sin embargo, en el caso entre México y Estados Unidos es posible  
dar cuenta de una mayor intensidad de este tipo de urbes debido a  
la consolidación de la macro región de América del Norte. En esta  
frontera existen 22 ciudades de diferentes densidades poblaciona-  
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les, algunas con pasos fronterizos intensos abiertos las 24 horas,  
como el de Laredo-Nuevo Laredo, San Ysidro en Tijuana-San Diego  
y el caso que nos compete, entre Ciudad Juárez - El Paso.  
Así, las fronteras entre dos territorios pueden garantizar tanto el  
ujo o el cómo la petri‡cación del tránsito de algo o alguien. Este  
doble proceso se ha materializado en la zona comprendida entre  
Ciudad Juárez y el Paso, especialmente a partir de la entrada en  
vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (ahora  
¯
-°±²). En este trabajo pretendemos ilustrar cómo el espacio, la  
frontera y la macro región se entrelazan de forma transescalar para  
asentar el desarrollo desigual entre ambas ciudades.  
Ciudad Juárez/El Paso y el desarrollo desigual  
La cercanía entre Ciudad Juárez y El Paso ha hecho de esta región  
una zona de altos niveles de circulación de personas, mercancías  
y dinero, incluso previo al advenimiento de la globalización neoli-  
beral. Antes de la fundación de Ciudad Juárez en 1888, la zona era  
objeto de tránsito de mercancías entre el área central del norte de  
México y aquellas ubicadas al norte del Río Bravo (Barrios, 2014).  
También, a inicios del siglo XX, la prohibición del tránsito comer-  
cial y de las bebidas alcohólicas en Estados Unidos posibilitaron  
que Ciudad Juárez se convirtiera en un centro turístico atractivo  
para grandes cantidades de personas provenientes de El Paso. Cabe  
resaltar que, desde esos momentos, la ciudad ya era conocida por,  
entre otras cosas, satisfacer la demanda de prostitución de los esta-  
dounidenses primordialmente (Barrios, 2014). Asimismo, la región  
fronteriza ha sido, históricamente, albergue de ꢀujos migratorios  
principalmente durante el Programa Bracero entre 1942 y 1960—  
.
Estos intercambios, así como el desarrollo de las vías de comunica-  
ción, incrementaron la conexión entre ambas ciudades.  
La etapa de consolidación del neoliberalismo, comprendida  
entre las décadas de los ochenta y noventa, signi‡có una modi‡-  
cación importante en las dinámicas transfronterizas de la Ciudad  
Juárez. A lo largo de la segunda década, se produjo una marcada re-  
constitución de las estrategias para movilizar el espacio económico  
regional, pivotando a través de las ciudades los ꢀujos de personas  
y mercancías, consolidándose como el escenario principal para la  
mercantilización, la producción periférica y la disciplina del mer-  
cado como proyecto político urbano, engranado con la subsecuente  
producción de la macro región de América del Norte. Esto empata  
con lo observado por Rachel Weber, que ilustraba cómo las institu-  
ciones estatales durante el período de los noventa se involucraron  
aún más directamente en la destrucción creativa de los entornos  
urbanos construidos (2002).  
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La ‡rma del ¯´²µ¶,hecho con el cual se puede situar la consoli-  
dación de la globalización en México, así como con los avances en  
materia de redes de comunicación y sistemas ‡nancieros a nivel  
internacional, representaron una transformación de los ꢀujos de  
mercancías y personas entre ambas ciudades. Asimismo, a estos  
cambios en la relación de las dos urbes, los ha acompañado una re-  
organización de la violencia directa en la región.  
Una pieza central en este proceso fue la Industria Maquiladora  
de Exportación en Ciudad Juárez. Los orígenes de esta se remontan  
a 1966, año en que México formalizó el Programa de Industrializa-  
ción de la Frontera Norte, no obstante, sus niveles de producción y  
exportación se intensi‡caron con la entrada de México al Acuerdo  
General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (¸µ¯¯) en 1986 y la  
‡
rma del ¯´²µ¶ el 17 de diciembre de 1992. Este último preveía la  
eliminación, a lo largo de diez años, de todos los aranceles comer-  
ciales entre los países ‡rmantes. Además, para la Industria Maqui-  
ladora de Exportación, este Tratado signi‡có la eliminación del im-  
puesto de importación sobre el valor agregado para Estados Unidos  
y Canadá como compradores de productos provenientes de México.  
De manera paralela al ꢀorecimiento de la Industria Maquila-  
dora de Exportación en Ciudad Juárez, El Paso experimentó el es-  
tablecimiento de empresas dedicadas a proveer insumos a la In-  
dustria Maquiladora de Exportación de su ciudad vecina (Fuentes,  
Cervera y Peña, 2007, pág. 214). Tanto la supresión de los aranceles  
comerciales entre México y Estados Unidos, así como la integración  
económica entre ambas ciudades, facilitaron el comercio en esta re-  
gión. Tan sólo de 2012 a 2019, el número de contenedores cargados  
de mercancías que cruzaron los puentes internacionales entre Ciu-  
dad Juárez y El Paso incrementó en 53% (U.S. Customs and Border  
Protection, s.f.).  
Este proceso se acompañó de la exacerbación de las vías de  
transporte que comunican a las dos ciudades. En 1990, había dos  
puentes internacionales para conectar a ambos lados de la fronte-  
ra; actualmente este número se ha duplicado. Asimismo, Ciudad  
Juárez es la frontera de México con mayor operación y la única ciu-  
dad con aduanas y puentes abiertos las 24 horas. La construcción y  
aparición de infraestructura y servicios que han permitido el tras-  
lado cada vez más rápido y continuo de mercancías y dinero por la  
frontera se ha llevado a cabo, principalmente, gracias a los meca-  
nismos de cooperación que existen entre México y Estados Unidos.  
Así, el neoliberalismo empujó a una “revolución en la logística” de la  
fronteracomo la denomina Deborah Cowen cambiando la for-  
ma en que se concebía y se representaba como espacio a través del  
desarrollo de nuevos trazados estratégicos que consolidan las rela-  
ciones de poder propias del diseño geopolítico hegemónico (Cowen,  
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014). Los bienes y el dinero son más o menos móviles según sus  
cualidades materiales y su capacidad para ser transportados. Esto  
no se puede decir de la producción en sí, ya que generalmente se  
ubica en un punto especí‡co durante mucho más tiempo, depen-  
diendo del sector productivo y sus necesidades tecnológicas. En el  
caso de Ciudad Juárez/ El Paso, son estas infraestructuras ‡jas, tec-  
nológicamente atrasadas, las que quedaron del lado mexicano de  
la frontera, facilitando una distribución de movilidad desigual de  
los factores de capital. Esto provoca que exista una transformación  
continua de la cuadrícula, o red, desde la que se generan las comuni-  
caciones. Las medidas para profundizar la interconexión van desde  
la búsqueda de formas de liquidez para facilitar las transacciones,  
hasta el desarrollo de carreteras, la producción de infraestructuras  
y la reordenación de espacios enteros o el desplazamiento de po-  
blaciones para rearticular la forma en que se espacializa el capital a  
favor de la acumulación.  
Por tanto, además de integrar comercialmente a Ciudad Juárez  
con su homóloga estadounidense, el ¯´²µ¶ supuso un punto de in-  
exión importante en la transformación de los ꢀujos migratorios  
que históricamente transitaban por esta ciudad, ya sea para dirigir-  
se a Estados Unidos o para permanecer en ella. Este proceso se dio  
en dos sentidos: [1] al incentivar la migración debido a la expansión  
de las oportunidades laborales en la ciudad mexicana (Hjorth Boi-  
sen, 2009), y [2] al agudizar las medidas de vigilancia y control de  
frontera por parte de Estados Unidos.  
Ello se debe a que el espacio estructurado por el neoliberalismo  
pasa necesariamente por la agudización de una sociedad adminis-  
trativa, donde la gubernamentalidad se proyecta en términos macro  
regionales. Esto tiene como ‡n último la injerencia en la población:  
su ordenamiento y control en aras de maximizar sus potencialida-  
des a través de la economía política y de dispositivos de seguridad  
(
Foucault, 2006). De no desarrollarse esa “gubernamentalidad ma-  
cro regional”, América del Norte no podría encontrar ni sus especi-  
cidades políticas ni económicas, ni su rol en el sistema de división  
‡
del trabajo. De tal suerte, siguiendo a Harvey, “las economías regio-  
nales constituyen un mosaico laxamente interconectado de desa-  
rrollos geográ‡cos desiguales en el que algunas regiones tienden a  
enriquecerse mientras que las regiones pobres se empobrecen aún  
más” (2014, pág.151).  
Desde los años noventa, el gobierno de Estados Unidos comen-  
zó a emprender operativos para mantener el control de la fronte-  
ra sur (Breceda y Nava, 2013). Una de estas operaciones, conocida  
como Hold the Line fue implementada en El Paso en 1993 y consistió  
en el despliegue de patrullas fronterizas a lo largo del territorio co-  
lindante con Ciudad Juárez como medida de disuasión para quienes  
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buscaban cruzar la frontera; esta estrategia resultó en la caída del  
número de aprehensiones por parte de las autoridades estadouni-  
denses de 1993 a 1994 (WOLA, 2011).  
Las medidas de seguridad y de represión en la frontera sur de  
Estados Unidos se recrudecieron especialmente a partir del 2001,  
con el lanzamiento de la “guerra global contra el terrorismo”. El 13  
de noviembre de ese año, el presidente estadounidense George Bush  
emitió una Orden Militar que establecía la “detención, tratamiento  
y juicio de personas sin ciudadanía norteamericana” en el marco  
de su estrategia de seguridad global (s.a., 2006). Esta última sirvió,  
entre otras cosas, para fortalecer y justi‡car la asociación entre se-  
guridad nacional e inmigración por parte del gobierno (Breceda y  
Nava, 2013, pág. 262). Cinco años después, en 2006, se promulgó La  
Ley del Cerco Seguro (Security Fence Act), bajo la cual se autorizaba  
y ‡nanciaba la construcción de un muro fronterizo entre Estados  
Unidos y México. Así, en 2008 se comenzó la edi‡cación de la valla  
que actualmente separa a Ciudad Juárez y El Paso.  
De este modo, las detenciones y deportaciones de mexicanos en  
los puentes de entrada a Estados Unidos ubicados en Ciudad Juárez  
aumentaron vigorosamente desde mediados de los noventa. Tan  
sólo de 1995 a 1996, “el número de deportados en el puente Paso del  
Norte se duplicó al pasar de 22 mil a 44 mil” (Breceda y Nava, 2013,  
pág. 264). Igualmente, de acuerdo con datos del Departamento de  
Seguridad Nacional, Aduanas y Protección Fronteriza de Estados  
Unidos, el número de personas que transitan de Ciudad Juárez a El  
Paso va en descenso a partir del año 2000 (U.S. Customs and Border  
Protection, s.f.). Para ejempli‡car, el número de peatones, pasajeros  
de automóvil y autobús que cruzaron a Estados Unidos desde Ciu-  
dad Juárez en 2020 es menor que la mitad de la cantidad contabili-  
zada en 1995 (26 y 54 millones, respectivamente) (U.S. Customs and  
Border Protection, s.f.). De igual manera, cabe destacar que el trán-  
sito transfronterizo en dirección Ciudad Juárez-El Paso también se  
ve condicionado tanto por la dirección de su desplazamiento como  
por su posición en las jerarquías sociales (clase social, color de piel,  
origen, género).  
A partir de la exacerbación de las medidas de seguridad yvigilancia  
por parte de Estados Unidos en la frontera entre este país y Méxi-  
co, Ciudad Juárez se ha convertido en asilo de grandes cantidades de  
personas en situación de movilidad. Algunas ven a esta ciudad como  
una residencia temporal mientras ordenan sus trámites migratorios  
para llegar a Estados Unidos, y muchas otras lo han convertido en su  
lugar de residencia permanente ante la imposibilidad de cruzar la  
frontera norte de México o de regresar a sus lugares de origen.  
La criminalización de las y los inmigrantes en Ciudad Juárez  
(Cepeda y Lucho, 2019), así como las prácticas del narcotrá‡coun fe-  
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nómeno que también ha fructi‡cado desde ‡nales del siglo XX, han  
traído consigo un proceso de estigmatización de la ciudad. Gracias a los  
discursos, códigos, narrativas e imágenes transmitidas por medios  
de comunicación, la academia o las instituciones, esta ciudad se ha  
convertido en foco rojo en materia de seguridad y se ha posicionado  
en el imaginario colectivo como un lugar de extremo peligro, espe-  
cialmente para las mujeres, en donde las prácticas extremas son el  
denominador común. En contraste, El Paso es considerada una de  
las ciudades más seguras de Estados Unidos (WOLA, 2011).  
Ciudad Juárez: La ciudad, la macro región y la  
globalización  
Estas características de Ciudad Juárez y El Paso ponen de mani-  
‡
esto dos procesos que se han efectuado de forma paralela durante  
la época post-¯´²µ¶: la mayor conexión de ambas ciudades para  
efectos comerciales y su distanciamiento en términos del cruce de  
personas, con dirección sur-norte, y en materia de violencia.  
El traslape de ambos procesos ilustra cómo, al tiempo que el  
capital abole sus diferencias y distinciones para satisfacer las de-  
mandas de la economía-mundo, ésta fractura los espacios. Para Le-  
febvre, la dialéctica entre fragmentación y homogeneización es la  
principal contradicción de la producción del espacio:  
En su aspecto homogéneo, el espacio abole las distinciones y di-  
ferencias, entre otras las del afuera y el adentro, que tiende a reducir  
a una situación de indiferencia entre lo visible-legible. Simultánea-  
mente, este mismo espacio está desmenuzado, fracturado según las  
exigencias de la división del trabajo, de las necesidades y funciones,  
hasta un umbral de tolerancia a menudo superado. (2013, pág. 388)  
Esta dialéctica espacial es crucial para comprender la zona  
fronteriza, pues cada fragmento de espacio no sólo enmascara una  
relación social, sino una pléyade de ellas, que bajo análisis pueden  
ser reveladas (Lefebvre, 2013). La frontera no debe ser comprendida  
como una técnica divisoria, sino que puede entenderse a partir del  
espacio mismo producido, multifacético y polimór‡co (Brenner,  
2
001). Ello representa una relación continua entre el espacio pro-  
ducido estratégicamente, materializado, y nuestra relación como  
habitantes, que a través de nuestra receptividad lo interiorizamos  
para dar sentido a nuestra propia experiencia subjetiva.  
La fractura se hace presente en la agudización de las diferen-  
cias entre Ciudad Juárez y El Paso después de la ‡rma del TLCAN: la  
Industria Maquiladora de Exportación robusteció en Juárez, mien-  
tras en la segunda crecía el sector de los servicios, lo que exacerbó la  
brecha entre los niveles de ingreso; la securitización de la frontera  
concentró los ꢀujos migratorios irregulares del lado mexicano; y los  
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73 |  
grupos del narcotrá‡co ꢀorecieron e incrementaron la violencia en  
Juárez, al tiempo que El Paso parecía paci‡carse.  
Así, podemos ver como el desarrollo desigual trae consigo efec-  
tos desestabilizadores que pueden socavar la “coherencia estruc-  
turada” de la que depende la acumulación sostenible de capital. En  
respuesta a estos dilemas persistentes, el Estado se ve compelido a  
articular diferentes políticas espaciales destinadas a regular dicha  
desigualdad. La respuesta a las estrategias de desarrollo territorial  
implementadas por Estados Unidos y México signi‡có también una  
estrategia de securitización desigual, y fallida para las subjetividades  
en Juárez. La redistribución territorial de las actividades económicas  
a‡anza la violencia estructural y sistémica del lado sur de la frontera.  
Por su cercanía y bajo su característica de zona transfronteriza,  
la región abarcada por Ciudad Juárez y El Paso constituye un en-  
samble espacial en donde coexisten diferencias y homologaciones  
necesarias para la acumulación del capital. Un “paisaje fronterizo  
transnacional”. Dicho en otras palabras, en las zonas fronterizas  
convergen la cercanía de dos unidades políticas diferenciadas y  
todo lo que esto conlleva, siguiendo a Harvey, con los procesos de  
integración comercial transfronteriza que se han exacerbado du-  
rante la globalización neoliberal.  
Esta condición de desigualdad transfronteriza queda además  
enmarcada en la producción transescalar que le da sentido. El capi-  
talismo, al imponer sus formas de organización productiva en fun-  
ción de la reproducción de los ciclos del capital, incluidos tiempo y  
espacio de vida, ha reorganizado y adecuado los ‡nes de esta valori-  
zación de la totalidad de las formas y contenidos de la reproducción  
de la sociedad (Rosas Landa, 2008). La producción de América del  
Norte en términos de macrorregión observa las formas en que las  
diferentes escalas son constituidas dentro del sistema-mundo ca-  
pitalista (Saracho, 2021). Ellas se encuentran interconectadas en un  
anidado” simultáneo (como una muñeca rusa) que es parcialmente  
jerárquico (Swyngedouw, 2004). Cada una cuenta con su política  
propia, una política de escala (Smith, 1995), que mani‡esta algún  
aspecto de la organización socioespacial dentro de un ámbito geo-  
grá‡co que se representa autocontenido, generalmente denomina-  
do: local, urbano, regional, nacional, etc. Los procesos de estructu-  
ración escalar se constituyen y se revisan continuamente también a  
través de reorganización. El concepto de “estructuración” connota  
una dinámica de desarrollo en la que las ordenaciones básicas de  
la acción social colectiva, organizada en de manera jerárquica, se  
traducen en “valores”. Dicha valorización da pie a la fragmentación  
propia del espacio capitalista, donde los lugares se articulan entre  
sí a razón de la división del trabajo. La separación moderna de los  
sitios de producción y reproducción de la vida se da por sentada  
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como principio estructurante del espacio vivido en cotidianeidad y  
da entrada a prácticas espaciales exitosas como la estandarización  
aceptada (Prigge 2008). En la medida en que se materializan estas  
expresiones de “geogra«ía dividida”, como la llamara Neil Smith,  
dentro de la cual las formas de acción social están integradas je-  
rárquicamente, la escala materializa como dimensión constitutiva  
los procesos de estructuración social (Brenner, 2001). Por tanto, la  
fragmentación entre Ciudad Juárez y El Paso, no sólo responde a su  
área inmediata, sino que materializa la fragmentación interestatal  
y apuntala la escala macro regional de Norteamérica.  
Así, el proyecto de la consolidación de América del Norte pasa  
por la transformación infraestructural, no sólo de la frontera, sino  
de “lo fronterizo”. La promoción de los ꢀujos transfronterizos de  
bienes y servicios mediante la eliminación de barreras arancelarias  
fue uno de los ejes fundamentales del ¯´²µ¶ (Solana, 2016). Ello se  
tradujo en la ampliación de las vías de circulación de capital a través  
de la interconexión de los caminos de los Estados Unidos con las  
vías centrales de Canadá, como la Carretera Transcanadiense, que  
consolida una ruta de costa a costa, y en México, como la Carretera  
Panamericana, que une los países de Centroamérica con la región.  
Estas carreteras han permitido que proliferen las rutas de recorrido  
corto a través de camiones y habilita que los ferrocarriles se con-  
centren en rutas de largo recorrido y de bajo costo. En ambos casos  
se han integrado sistemas de vagón contenedor “a cuestas”, para  
facilitar el cambio de rutas y vehículos. Debemos resaltar que ello  
no signi‡ca que todos los factores de capital hayan liberalizado sus  
ujos, ya que el factor humano ha quedado estratégicamente res-  
tringido. Como hemos discutido anteriormente, este se desarrolla  
en la ilegalidad, para permitir una acumulación superior.  
Así, la fragmentación Ciudad Juárez/El Paso representa un  
“punto de bordado” que une el tejido que articula a Norteamérica. Ya  
sea privilegiando el uso de carreteras en el intercambio comercial, o  
concentrando la fuerza de trabajo en el lado sur a favor de una eco-  
nomía de servicios de lado norte, encontramos una «ísica “local” de la  
producción de la región. Así también, la frontera habilita la concen-  
tración de la violencia y la marginalización en el lado mexicano, para  
permitir una acumulación superior del lado estadounidense. Ello  
consolida estructuras de segregación socioespacial transfronteriza,  
que no sólo apuntan a la división de clases, sino que se apuntala en la  
división de Estados. Por ende, observar esta zona conurbada permite  
rati‡car la forma en que el neoliberalismo se consolida como proceso  
de rea‡rmación del poder de clase (Harvey, 2021).  
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Conclusiones  
Como parte de la producción del espacio que requiere el capitalis-  
mo para funcionar, las fronteras han materializado condiciones  
para la acumulación durante el neoliberalismo. Así, más que otras  
regiones, las zonas transfronterizas como la comprendida entre  
Ciudad Juárez y El Paso evidencian el tratamiento a escala global  
que pretende esta etapa del capitalismo, pero también su desarrollo  
desigual y su necesidad de crear otredades. Más aún, la fragmenta-  
ción, y, a la vez, conexión entre ambas urbes, se ven incentivadas  
por su cercanía y su ubicación en la región de América del Norte,  
una región con territorios de características dispares. El lente de  
la producción del espacio permite refutar la idea de que ciertos te-  
rritorios quedan relegados de la globalización neoliberal mientras  
otros forman parte de ella; ya que permite ver a ambos dentro de  
una relación dialéctica y necesaria para la reproducción del siste-  
ma-mundo. Así, pensar a Ciudad Juárez durante el neoliberalismo  
debe incluir el análisis de su vinculación y diferencias con su homó-  
loga estadounidense.  
Debido a procesos como la consolidación de la Industria Ma-  
quiladora de Exportación y el aumento de los ꢀujos migratorios, la  
entrada en vigor del ¯´²µ¶ supuso transformaciones en Ciudad  
Juárez y en su relación con El Paso. Este suceso forma parte de re-  
con‡guraciones económicas, políticas y territoriales a nivel global.  
Para la ciudad ubicada en la frontera norte de México, signi‡có  
cambios radicales en cuanto a sus estructuras productivas, sus índi-  
ces de violencia directa y su intercambio de mercancías y personas  
con su urbe vecina. Asimismo, la percepción de inseguridad en la  
ciudad se intensi‡có; misma que contrasta y se distancia del imagi-  
nario colectivo que se tiene de El Paso en esta materia.  
Estas transformaciones ampliaron la vinculación de ambas  
ciudades para efectos comerciales, pero también devinieron en  
su fragmentación por la retención de ꢀujos de personas, así como  
por la creación de “otros” y de percepciones y representaciones dis-  
tintas. De tal suerte, que mientras el muro fronterizo entre ambas  
ciudades parece ser real bajo ciertas circunstancias, en otras parece  
pulverizarse. Así, como idea y materialidad, la frontera es divisoria,  
pero también punto estratégico de conexión.  
La zona transfronteriza nos permite observar las relaciones  
que materializan las escalas producidas. Nos invita a dejar de inter-  
pretarlas como jerarquías o como vínculos ascendentes y descen-  
dentes. Podemos más bien, apreciar cómo éstas se consolidan como  
entramados, en donde no solamente es posible ver las dimensiones  
locales, regionales y globales en un mismo lugar, sino que también  
ilustra las contradiccionesylos resultados perniciosos que conlleva el  
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propio sistema capitalista. La geometría del neoliberalismo se expre-  
sa en las prácticas de segregación, dominación y control cristalizadas  
en desarrollos geográ‡cos desiguales. Así, el caso de Ciudad Juárez/  
El Paso es, tanto singular en la medida en que sus particularidades  
nos permiten observar y analizar a “ras de suelo” al sistema-mundo,  
como una expresión más dentro de la totalidad sistémica.  
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