Vol.1 Núm, 2 | Revista Nueva Época | Julio-diciembre 2023  
Recepción: 01/10/23  
Aceptación:17/01/24  
Espacio, sentido y poder: apuntes sobre la  
desfetichización del espacio  
https://doi.org/10.59307/rerne1.239  
López-Feldman, A. CIESAS-Noreste  
https://orcid.org/0000-0002-0395-7815  
Resumen  
A modo de apuntes teórico-metodológicos, en este texto se propone  
analizar las relaciones conceptuales entre espacio, sentido y poder  
enfatizando la necesidad de desfetichizar tanto las espacialidades  
como el llamado “giro espacial”. Desde esta perspectiva, el princi-  
pal aporte de dicho giro está en lo que enfatiza, en lo que permite  
mantener en tensión analítica a la hora de pensar las espacialida-  
des como procesos históricos, globales y en conicto. Desfetichizar  
el espacio, dentro y fuera del trabajo académico, signi ca enten-  
der la producción de lo simultáneo a la luz no sólo del tiempo, sino  
también de las asimetrías, la diferencia y las desigualdades. Como  
práctica epistemológica, teórica y metodológica, la desfetichización  
debe combatir contra los supuestos del objetivismo ingenuo que  
asumen que el espacio es algo dado, obvio, neutro y, a la par, con-  
tra los supuestos del subjetivismo igualmente ingenuo que a rman  
que el espacio no existe más que como pura representación. Como  
nota de cierre, se plantea el ejemplo de la familia en tanto escala  
espacial de reproducción social, en un primer intento por desesta-  
bilizar a la ciudad como escala obvia.  
Palabras clave: espacio, sentido, poder, teoría social, giro espacial  
ƴꢀ  
Este texto se escribió como parte de una estancia de investigación postdocto-  
ral Conahcyt en el CIESAS-Noreste, y forma parte del proyecto “Coherencia y conflicto en  
la ciudad ascendente: la espacialización del ethos empresarial regiomontano”.  
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Space, meaning and power: notes on the  
defetishization of space  
López-Feldman, A.  
Abstract  
By way of theoretical-methodological notes, this text proposes  
to analyze the conceptual relations between space, meaning and  
power, emphasizing the need to de-fetishize both spatialities and  
the so-called “spatial turn”. From this perspective, the main con-  
tribution of this turn is in what it emphasizes, in what it allows to  
maintain in analytical tension when thinking about spatialities as  
historical, global and conicting processes. De-fetishizing space,  
inside and outside academic work, means understanding the pro-  
duction of the simultaneous in the light not only of time, but also  
of asymmetries, di‘erence and inequalities. As an epistemological,  
theoretical and methodological practice, de-fetishization must  
-
ght against the assumptions of naïve objectivism that assume that  
space is something given, obvious, neutral and, at the same time,  
against the assumptions of equally naïve subjectivism that a“rm  
that space does not exist except as pure representation. As a closing  
note, the example of the family as a spatial scale of social reproduc-  
tion is given as a rst attempt to destabilize the city as an obvious  
scale.  
Keywords: space, meaning, power, social theory, space turn  
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Introducción: lo espacial como énfasis  
Más allá de sus contenidos especí cos y de sus apuestas concretas,  
los giros teóricos y epistemológicos (giro lingüístico, giro semióti-  
co, giro ontológico, giro decolonial) forman parte de las estrategias  
de producción de trayectorias y de acumulación de capitales dentro  
del campo académico. Con su aire de novedad, de aparente ruptu-  
ra, estas estrategias permiten a practicantes de las ciencias sociales  
sumarse a olas, discusiones o pretensiones paradigmáticas útiles, y  
en ocasiones necesarias, para hacer grupo, trayectoria o cuerpo ins-  
titucional. Esto no signi ca, sin embargo, que los giros se reduzcan  
a su dimensión estratégica, que sean simples caprichos o cciones  

otantes. Siempre y cuando no se les tome como un umbral pleno  
del conocimiento o como una etiqueta de nitiva, estos recursos son  
útiles para entender los énfasis que le hemos dado, o podemos dar, a  
diferentes dimensiones de la vida social. El aporte de los giros con-  
ceptuales o epistemológicos no está entonces en lo que reducen (y  
en lo que aportan a la reproducción académica con esta reducción),  
sino en lo que enfatizan, en lo que permiten mantener en tensión  
para producir conocimiento en el heterogéneo campo de las cien-  
cias sociales.  
Estos apuntes están estructurados alrededor de uno de esos gi-  
ros, el llamado “giro espacial”, en el cual se enfatiza —sobre todo  
desde las últimas décadas del siglo XX (Díaz-Parra y Roca-Mar-  
tínez, 2021; Hiernaux y Lindon, 1993; Warf y Arias, 2009)— que  
el espacio social no es algo neutro, no es un simple contenedor o  
super cie, sino una dimensión o entramado relacional produci-  
do socialmente (Harvey, 2005; Lefebvre, 2013; Massey, 2012). Las  
ciencias sociales se han preocupado mucho por el tiempo, a rman  
quienes impulsan el giro, dejando al espacio como un epifenómeno,  
un entorno inerme y predeterminado, casi obvio: “El espacio es lo  
que estaba muerto, jado, no dialéctico, inmóvil. Por el contrario, el  
tiempo era rico, fecundo, vivo, dialéctico”, a rmaba Foucault (1979,  
pág. 117), uno de los autores clave que, a posteriori, ha sido blandido  
como parte de este giro —o giros, si consideramos los debates sobre  
el lugar, el territorio, la escala y la red como distintos momentos de  
la misma estrategia epistemológica que pone el espacio al centro  
(
Elinbaum, 2022)—.  
El énfasis en lo espacial como dimensión o entramado relacio-  
nal y no como simple super cie neutra, ha permitido colocar en  
el centro de nuestros procesos de comprensión a la llamada pro-  
piedad deíctica, según la cual los fenómenos sociales, a diferencia  
de otros fenómenos empíricos, no pueden ser comprendidos si los  
abstraemos de sus condiciones espacio-temporales; en ello radica  
su especi cidad y la de las ciencias dedicadas a su estudio (Gimé-  
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nez, 2004; 2009). Desde esta perspectiva, pensar en el espacio (jun-  
to con el tiempo) no es una elección temática, y tampoco se reduce  
a de nir la ubicación, el entorno o la super cie en que ocurren las  
problemáticas sociales. Pensar el espacio es un requerimiento epis-  
temológico del que no podemos prescindir durante todo el proceso  
de producción de conocimiento.  
Desfetichizar el espacio  
Podemos ir todavía un poco más lejos en el énfasis de lo espacial y  
proponer que no basta con asumir (y trabajar) la propiedad deíctica  
de los fenómenos sociales, sino que es necesario regresar a la idea  
del espacio como super cie inerte y pasiva, pero ahora para tomar-  
la como objeto. En otras palabras, no basta con asumir que el espa-  
cio es una producción social y lo social es una producción espacial  
“No solo lo espacial está socialmente construido, lo social tam-  
bién está espacialmente construido”, a rma Doreen Massey (2012,  
pág. 104)—, sino que la clave para la comprensión de los fenómenos  
sociales radica en que dicha coproducción se mani esta, se esencia-  
liza y sedimenta como si no lo fuera, es decir, como si el espacio fuese  
una super cie natural y neutra, delimitada por contornos ya dados  
y
jos.  
Este “como si”, con base en el cual se neutraliza y naturaliza el  
espacio, puede ser comprendido a través de la prolongación de lo que  
Marx llamara el fetichismo de la mercancía —“Una determinada re-  
lación social entre los hombres mismos, que adquiere para ellos la  
forma fantasmagórica de una relación entre cosas” (2014, pág.36)—,  
basado en ambos casos en abstracciones que ocultan las relaciones  
sociales de su producción y sus condiciones de posibilidad.  
Para Harvey, dicha prolongación forma parte de la “condición  
posmoderna” y la compresión espacio-temporal, de tal modo que  
los fetichismos (de la mercancía y del espacio) se vinculan a través  
de una situación social que permite experimentar vicariamente el  
orbe en un sólo lugar-simulacro:  
A través de la experiencia de todo, desde la comida hasta los  
hábitos culinarios, la música, la televisión, el entretenimiento y  
el cine, es hoy posible experimentar vicariamente la geograªía  
mundial, como un simulacro. El entrelazamiento de simula-  
cros en la vida cotidiana reúne diferentes mundos (de mercan-  
cías) en el mismo espacio y tiempo. Pero lo hace encubriendo  
casi perfectamente cualquier huella del origen, de los procesos  
de trabajo que los produjeron, o de las relaciones sociales im-  
plicadas en su producción (1998, pág. 332).  
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Paradójicamente, es la competencia espacial global (entre ciuda-  
des, localidades, centralidades) y los procesos económico-políticos  
de intención universalizante (mercados nancieros, ujos comer-  
ciales, acumulaciones por desposesión, gentri cación y políticas  
del blanqueamiento) los que permiten que esos lugares-simulacro  
produzcan su diferencia, su aparente particularidad, que sólo ad-  
quiere sentido en tanto se parece a todos los otros, en cuanto ofrece  
la misma redundancia (Harvey, 1998; 2005).  
Pero el fetichismo en el espacio social no se reduce a la circu-  
lación de mercancías fetichizadas (ni a la condición posmoderna),  
sino que se produce siempre que se niega su condición de espacio  
producido y sus relaciones sociales de producción, es decir, cuando  
el espacio se experimenta, se piensa y se imagina como si fuera un  
entorno dado, pasivo, neutro o natural. La fetichización del espacio  
no está, entonces, por fuera de la academia y ocurre siempre que se  
de ne previamente, de una vez y para siempre, el contexto de in-  
vestigación, como si éste fuera un entorno jo cuya existencia es ob-  
via, un receptáculo que precede a aquello que se va a investigar (las  
prácticas, las representaciones, los procesos) y que por lo mismo  
no requiere ser investigado (como si no fuera práctica, representa-  
ción y proceso). En este sentido, incluso el mismo “giro espacial” se  
nos presenta como un fetiche cuando lo asumimos, parafraseando  
a Bourdieu (2000), como una división real y plena de lo real y no  
como un recurso del pensamiento que sirve únicamente por lo que  
enfatiza.  
Desfetichizar el espacio, dentro y fuera del trabajo académico,  
signi ca entonces regresarle sentido y poder, entender la produc-  
ción de lo simultáneo a la luz no sólo del tiempo, sino también del  
conicto, las asimetrías, la diferencia y las desigualdades; analizar  
las condiciones materiales y simbólicas de posibilidad de las espa-  
cialidades, sus condiciones de producción y sus estrategias de re-  
producción.  
Además de tomar con precaución el potencial explicativo del  
giro espacial, la desfetichización del espacio pasa por des- jar la  
aparente naturalidad de la relación entre sentido y lugar, es decir,  
la noción fundacional de las ciencias sociales según la cual a cada  
lugar (entendido, grosso modo, como espacio con sentido) le corres-  
ponde una cultura, una comunidad o una identidad (según la tra-  
dición conceptual de la que se parta). Y no se trata únicamente de  
enfatizar la heterogeneidad de manera relativista y decir que hay  
muchas culturas, comunidades o identidades en un lugar, sino de  
romper con la idea según la cual el sentido está localizado de modo  
esencial y ahistórico, pues éste se territorializa, pero no pertenece  
a la tierra. El problema con esta jación, con esta relación de se-  
mejanza esencializada entre sentido y lugar, es que al asumirla se  
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deja de problematizar la doble condición de producción de lo espa-  
cial (como producto y productor de lo social) y el lugar se convierte  
en receptáculo pre-construido, negando así la diferencia y las asi-  
metrías de sentido y sus vínculos con las jerarquizaciones espacia-  
les: “Si se entiende el proceso de signi cación como una práctica,  
¿
cómo se establecen entonces los signi cados espaciales? ¿Quién  
tiene el poder para convertir un espacio en un lugar? ¿Quién lo  
cuestiona? ¿Qué está en juego?”, se preguntan Gupta y Ferguson  
(
2008, pp. 241-242) desde el caso especí co, pero no limitativo, de  
la antropología.  
No se trata, tampoco, de negar toda territorialidad del senti-  
do como si la cultura, la comunidad o la identidad fueran concep-  
tos que otan sobre el vacío, sino de analizar las concreciones so-  
cio-históricas en las que el sentido y el lugar se jan parcialmente  
entre sí. Se trata, en otras palabras, de analizar las relaciones en-  
tre espacio, sentido y poder “sin garantías” (Hall, 2010), esto es, sin  
sobredeterminación ni relaciones conceptuales jas y cuyo único  
entrelazamiento es la articulación contingente (Laclau, 1996): “la  
única garantía es que hay relaciones, y que aunque podamos desha-  
cer ciertas relaciones, siempre habrá una disputa por rehacerlas”,  
señala al respecto Grossberg (2017, pp. 28-29).  
Como práctica epistemológica, teórica y metodológica, la des-  
fetichización tiene que pelear, entonces, contra dos entramados de  
supuestos ontológicos en oposición: aquellos que, desde un objeti-  
vismo ingenuo, asumen que el espacio es algo dado, obvio, neutro y,  
a la par, aquellos que, desde un subjetivismo igual de ingenuo, a r-  
man que el espacio no existe más que como pura representación,  
narrativa o abstracción —“Las regiones son abstracciones [por] que  
sólo existen en nuestras cabezas”, a rmaba, por ejemplo, el geó-  
grafo estadounidense Donald W. Meinig (citado en Giménez, 2009,  
pág. 77)—. Entre ambos polos se encuentra uno de los elementos  
clave de la fetichización académica y no académica del espacio: la  
escala.  
Desfetichizar a la ciudad como escala espacial  
Si el “giro espacial” es relativamente reciente, el subgiro escalar lo  
es aún más. La escala ( local, regional, nacional y global), parece-  
ría ser un objeto de pensamiento incluso más obvio que el espacio y  
suele ser utilizada como si se tratara de un asunto meramente técni-  
co e instrumental.  
Esta densa fetichización académica de la escala espacial (basa-  
da en el borramiento y olvido de su condición metafórica) termina  
pre-construyendo nuestros objetos de pensamiento y análisis, y en-  
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marcando nuestros modos de imaginar la realidad social y actuar  
en ella. Como señala Herod (2021), no tiene el mismo impacto ima-  
ginar las escalas del espacio a través de la metáfora jerarquizada  
de la escalera que imaginarlo como círculos concéntricos (en una  
relación más cercana al desplazamiento que al ascenso-descenso).  
Y lo mismo podríamos decir si pensamos la escala como red, como  
ritmo o como articulación contingente (Grossberg, 2010; Elinbaum,  
2
022; Mansilla Quiñones, 2017; Mosquera-Vallejo, 2021; Paulsen  
Espinoza, 2021).  
Al igual que en el resto del giro, la fetichización de la escala  
no incumbe sólo al campo académico, sino que tiene efectos de  
representación y sedimentación (es decir, efectos tanto simbólicos  
como materiales) en la vida cotidiana y en los modos organizados  
de intervenir en ella:  
Este discurso de «arriba y abajo» frente a lo «contenido y conte-  
niendo» puede tener implicaciones en la manera en que actores  
sociales, como sindicatos, capitalistas, ambientalistas y otros,  
conciben las estrategias políticas en las que podrían embar-  
carse en pro de sus metas: ¿imaginan que deben crecer hacia  
arriba al buscar nuevas escalas de praxis o imaginan que deben  
construir hacia afuera, por ejemplo? (Herod, 2021, pp. 30-31).  
Cuando pensamos el espacio, la escala aparentemente obvia es la  
ciudad. Es tal la fetichización de la ciudad como escala espacial que  
parecería imposible pensarnos por fuera de sus elementos, incluso  
como oposición o gradación (en este sentido, pensar lo rural o lo se-  
mirural para no pensar sólo la ciudad es seguir pensando desde la  
ciudad, desde sus fronterizaciones constitutivas). Pensar el espacio  
sin la ciudad como escala tampoco se resuelve pensando en lo que  
está por debajo (lo infraurbano o local) o por encima de ella (lo re-  
gional, supranacional o global). El único modo de desestabilizar a la  
ciudad como la medida “evidente”, es romper la escala. Cerraré estos  
apuntes con un ejemplo de escala espacial que, justamente, no se re-  
duce a lo urbano (ni a ser su opuesto o su complemento): la familia.  
Para entender a la familia como escala espacial es necesario  
recurrir a un autor que, a pesar de que pensaba espacialmente, no  
suele ser identi cado como parte del “giro”: Pierre Bourdieu. Para  
Bourdieu (2011), la familia no es sólo una institución, sino una c-  
ción social y jurídica que se instituye y sedimenta con base en un  
trabajo detallado sobre cada uno de sus miembros, de sus cuerpos y  
de sus “sentimientos adecuados” para la reproducción social, homo-  
logados a los intereses del “espíritu de familia” a través de una serie  
de estrategias de inversión biológica, social, educativa y simbólica.  
En este sentido, la familia es la escala y el sujeto de la reproducción  
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social, y su espacialidad no se reduce al espacio ªísico (el lugar mate-  
rial, con una extensión, volumen y super cie especí cos), sino que  
se vincula con lo que Bourdieu (1990;1999) llama el espacio social (la  
relación de posiciones objetivas de los agentes sociales con base en  
sus trayectorias y capitales) y el espacio simbólico (los esquemas de  
acción y las estructuras mentales de visión y división del mundo).  
La clave para entender la espacialidad en Bourdieu está, jus-  
tamente, en la relación entre las tres dimensiones espaciales y el  
modo en que, en términos de estos apuntes, se articulan el espacio,  
el sentido y el poder. Y es que, para Bourdieu, el espacio ªísico (la  
casa, el hogar, el cuerpo familiar) es la objetivación y fetichización  
del espacio social (la familia como red de agentes con posiciones e  
intereses) que materializa, sedimenta y reproduce las clasi cacio-  
nes mentales del espacio simbólico (los valores, principios, matri-  
ces de sentido, esquemas de comprensión y distinción que constitu-  
yen la unidad y el “espíritu de familia”).  
Esta comprensión espacial de la familia, que debe entenderse  
como recurso analítico posible y no como de nición plena de lo  
real, está por fuera de la escala urbana no porque no pueda relacio-  
narse con ella (de hecho, pueden relacionarse de múltiples modos),  
sino porque no está basada en la ciudad como contraste, interiori-  
dad o exterioridad, o como complemento.  
Conclusiones  
Estos breves apuntes teórico-metodológicos no pretenden de nir de  
manera precisa y de nitiva qué debe entenderse por un giro concep-  
tual o epistemológico, tampoco buscan delimitar la naturaleza y ca-  
racterísticas del giro espacial o de la ciudad como escala dominante.  
Su objetivo es más difuso y abierto: trabajar las relaciones conceptua-  
les entre espacio, sentido y poder enfatizando la necesidad de desfe-  
tichizar tanto las espacialidades como el llamado giro espacial.  
En este sentido, lejos de concluir, estos apuntes pretenden abrir  
discusión en tres frentes: la pertinencia (o no) de los giros como  
recursos epistemológicos y, al mismo tiempo, como estrategias de  
reproducción en el campo académico; la necesidad de desfetichi-  
zar el espacio tanto fuera como dentro del espacio académico (es  
decir, como instrumento de comprensión de la realidad social y de  
intervención en ella); y, por último, la urgencia de desestabilizar a  
la ciudad como escala espacial obvia, omnipresente, reduciendo las  
espacialidades a una centralidad histórica.  
Estos tres frentes de discusión no se reducen a una disciplina o a  
una posición teórica. Aquí los he trabajado desde lo que en términos  
muy generales puede entenderse como una variante heterodoxa del  
posfundacionalismo, pero bien podrían incluirse en la discusión  
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otras tradiciones teóricas, escuelas o apuestas paradigmáticas di-  
rectamente vinculadas con ella (giro decolonial, crítica poscolonial,  
postestructuralismos, nuevos materialismos y postmarxismos,  
geopolítica crítica, estudios culturales, etc.). Lo relevante aquí, sin  
embargo, no es la disciplina como fronterización o la teoría como  
etiqueta, sino la teorización como herramienta de pensamiento y,  
en especí co, como práctica transversal de desfetichización del es-  
pacio, fuera y dentro del campo académico.  
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