Revista de Estudios Regionales | Nueva Época | Enero- junio 2024
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La cuenca del Alto Atoyac: bosquejo histórico de
un medio socioambiental. De los albores de su
sociedad agrícola hasta su industrialización
https://doi.org/10.59307/rerne2.361
Bustamante-López, C./ Universidad Autónoma de Tlaxcala
González-Cruz, E.G./ Universidad Autónoma de Tlaxcala
Pérez-Muñoz, S.A./ Universidad Autónoma de Tlaxcala
https://orcid.org/0000-0001-7616-0068
https://orcid.org/0000-0003-1560-5830
https://orcid.org/0009-0001-1229-6430
Resumen
E
l objetivo de este trabajo es examinar históricamente el desarrollo de las re-
laciones entre la sociedad humana y los principales auentes de la Cuenca
del Alto Atoyac, los ríos Atoyac y Zahuapan, en el contexto territorial del valle
poblano-tlaxcalteca. La articulación entre la sociedad y la naturaleza de esta
cuenca requiere de ser observada en las diversas fases que han dado lugar a
su forma social y económica actual, puesto que la diversidad de usos humanos
de los recursos naturales implica una relación codeterminativa que, en esta
región, ha sido socavada con el tiempo. Así, este documento estudia de forma
documental las estructuras sociales que han existido desde épocas prehispá-
nicas en este entorno, fundamentalmente las que se vinculan directamente
con el estudio de los recursos hídricos. Se enfatiza en el desarrollo industrial
que se ha instalado de forma reciente en torno a la cuenca, particularmente, el
relacionado con un alto número de empresas con más de 250 empleados. Las
conclusiones del trabajo destacan el 7ensamblaje de materialidades sociales,
desplegadas desde la época colonial hasta la actualidad sobre los auentes de
la cuenca del Alto Atoyac, que han dado lugar a su progresiva degradación.
Palabras clave: cuenca, historia, sociedad, medio ambiente, industrialización.
Recepción: 15 de marzo de 2024
Aceptación: 14 de mayo de 2024
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The Alto Atoyac basin: historical sketch
of a socio-environmental environment.
From the dawn of its agricultural society
to its industrialization.
Abstract
T
he objective of this paper is to examine historically the development of
the relationships between human society and the main tributaries of the
Upper Atoyac Basin, the Atoyac and Zahuapan rivers, in the territorial context
of the Puebla-Tlaxcala valley. The articulation between society and nature in
this basin requires to be observed in the various phases that have given rise to
its current social and economic form, since the diversity of human uses of na-
tural resources implies a co-deterministic relationship that, in this region, has
been undermined over time. Thus, this paper studies in documentary form the
social structures that have existed since pre-Hispanic times in this environ-
ment, fundamentally those that are directly linked to the study of water re-
sources. Emphasis is placed on the industrial development that has recently
been installed around the basin, particularly those related to a large number
of companies with more than 250 employees. The conclusions of the paper hi-
ghlight the assemblage of social materialities, deployed from colonial times to
the present day on the tributaries of the Upper Atoyac watershed, which have
led to its progressive degradation.
Key words: watershed, history, society, environment, industrialization.
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Introducción
En este trabajo se desarrolla un abordaje esquemático sobre la trayectoria
sociohistórica de la actual cuenca del Alto Atoyac, la cual forma parte de la
distribución hídrica contemporánea del Estado mexicano y se halla fundamen-
talmente en los límites del estado de Tlaxcala y el centro del estado de Puebla.
Para este efecto, el documento presenta, en primer lugar, una perspectiva
teórica enfocada en hacer inteligible el proceso histórico conjunto del ambiente
de la cuenca, pues es necesario resaltar que este involucra una dinámica de
ensamblajes materiales que se reejan en la forma presente de este entorno
ambiental. Es decir, resulta fundamental hoy revisar el proceso histórico de
socialización de la cuenca del Alto Atoyac en las fuentes disponibles a n de
encontrar las materialidades y sus estructuras que, producidas en la historia,
forman parte de la sociabilidad persistente en la cuenca.
En segundo lugar, el texto presenta un planteamiento panorámico del
proceso de socialización del ambiente abarcado por los principales auentes
de la cuenca: los ríos Atoyac y Zahuapan. En esta sección se puntualizan los
primeros procesos de poblamiento y uso del agua (hace 12 mil años o más), la
conguración de los sistemas agrícolas, el proceso de colonización española y las
dinámicas de modernización de nales del siglo XIX y principios del siglo XX.
Finalmente, la tercera sección del trabajo se dedica a la exposición de
la situación actual (con corte al año 2023) del proceso de industrialización
intensiva del entorno de la Cuenca del Alto Atoyac. Lo cual representa una de
las principales determinantes de las graves condiciones ambientales en que se
encuentra en nuestros días.
La metodología para la elaboración de este trabajo ha sido el análisis de
contenido de diversas fuentes de información relacionados con la cuenca. El
criterio de selección de las fuentes consistió en la vinculación que estas guardan
con el análisis de los procesos históricos de socialización de los recursos hídricos
de la cuenca del Alto Atoyac, así como de la asociación de éstas con otras fuentes no
directamente relacionadas a dichos recursos, pero correlativas temporalmente
a los procesos descritos, con el n de enmarcar dinámicas estructurales dentro
de las cuales se han desplegado los usos sociales de los principales auentes de la
cuenca. Asimismo, se buscó asociar fuentes que abordan problemáticas hídricas
directas de la cuenca o correlacionadas con esta, tanto históricas como actuales,
en entornos de Tlaxcala y de Puebla, de forma que fuera posible una observación
al territorio más general, que puede reconocerse, fundamentalmente, como po-
blano-tlaxcalteca.
Como conclusión se puede observar, de manera histórica, la estrecha
relación socioambiental entre sociedad y naturaleza, la cual implica una tensión
sobre los recursos hídricos de la Cuenca del Alto Atoyac. Lo anterior permite
pensar al menos tres hitos que han degradado a la cuenca: 1) la adaptación
agrícola, 2) la urbanización y 3) el desarrollo industrial. Para terminar,
este primer acercamiento invita a profundizar y repensar las relaciones
socioambientales en esta región.
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Las cuencas: una historia de medio ambiente, sociedad y ríos
Hace poco más de un decenio, en una revisión de la historiograía ambiental
mexicana, era señalado que el tema de la tierra y su productividad en el siglo XX
había perdido relevancia frente a los problemas del acceso al agua, que ya ca-
racterizaban al naciente siglo XXI (Simón, 2010). Los grandes cuerpos de agua
como las lagunas, las presas, el riego, el agua en las ciudades, la política pública
y, por supuesto, los ríos, así como la organización de archivos documentales
para consulta, fueron temas y actividades de historiadores y antropólogos para
comprender los problemas del agua como un proceso histórico y social.
1
Un trabajo más reciente también destaca
claramente el ascenso, para el caso de Latinoamé-
rica, de investigaciones sobre el tema del agua en
el amplio marco de la historia ambiental (Garnero,
2018). En dichos trabajos se maniesta una premisa
relacionada con la existencia de un vínculo entre
las dinámicas del agua y las de carácter social.
Esta proposición se enmarca en un argumento
más general, que forma parte sustantiva de la
historia ambiental. Se trata de dilucidar sobre el
peso relativo que tiene la naturaleza en la historia
de la humanidad y, particularmente, en la época
contemporánea, donde al menos desde los años
setenta del siglo pasado, los seres humanos han
contribuido de forma más intensa en la generación
de los problemas de contaminación y cambio
climático en el planeta, así como en las desigual-
dades sociales y económicas, dentro de un entorno
neoliberal y globalizante.
Se trata de identicar las interacciones entre
naturaleza y sociedad, y con ello reconocer las
mutuas transformaciones, lo cual denota que no
hay necesariamente condicionantes de un solo
lado (Bustamante, 2011). Esto último se ratica,
por ejemplo, en el caso particular de los ríos y
sus cuencas. Al cuestionarse Arruda (2006, pág. 20) sobre si estos tienen una
historia, plantea su respuesta en el necesario ámbito de la naturaleza, pero
inmediatamente adjunta la precisión de que es un campo de investigación que
examina la forma en que las sociedades humanas se han relacionado con estos
cuerpos de agua.
Cabe destacar también, que hace poco más de una década se llevó a cabo un Coloquio (2013) en el
Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, con el tema de la historia ambiental mexicana y, en
diversos trabajos, se analizó el tema del agua, aunque no el de los ríos como tal. Otros aspectos aborda-
dos fueron la deforestación y el problema ambiental en las ciudades.
Los seres humanos
han contribuido de
forma más intensa
en la generación
de los problemas
de contaminación y
cambio climático en
el planeta, así como
en las desigualdades
sociales y
económicas, dentro
de un entorno
neoliberal y
globalizante.
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Ahora bien, estas certezas no eluden un planteamiento sobre para qué
hacer un estudio de los procesos históricos de los ríos. De ahí que Garnero
indaga sobre “[cuál]… era el rol de la historia en la gestión actual de cuestiones
vinculadas a las dinámicas hídricas” (2018, pág. 93). Sin duda, como él lo
esboza, una respuesta fehaciente es que reconstruir los procesos acaecidos en
el entorno de dichos cuerpos de agua y, particularmente, la vinculación de las
dinámicas hidrológicas con la población que habita las cuencas, constituye per
se un aporte para comprender las problemáticas contemporáneas de la gestión
de los sistemas hídricos en dichos espacios, así como las desigualdades sociales
existentes. No obstante, este mismo investigador esboza otra razón. Y es que
las cuencas de los ríos son sucesivos ensamblajes de materialidad que no des-
aparecen de inmediato en el amplio proceso diacrónico de su existencia. Por
este motivo, la espacialidad producida actúa aún como un factor que orienta el
desarrollo de la contemporaneidad:
… el discurso historiográco, no se limita a comprender el presente, sino
que pretende explicarlo. El pasado socionatural pervive en el presente, ese
reconocimiento dota de fuerza a los estudios diacrónicos de los ríos y los
convierte en herramienta inestimable para analizar situaciones y diseñar
soluciones en el ámbito de la gobernanza del agua (Garnero, 2022, pág. 449).
Las páginas que siguen pretenden, pues, el examen histórico de los aspectos
más relevantes de índole natural de la cuenca del Alto Atoyac, pero siempre
en relación con las dimensiones sociales, económicas y políticas, histórica-
mente determinadas. Asimismo, se llevarán a cabo las referencias necesarias
a los ámbitos regionales, urbanos y globales, a los efectos de la acción humana
(actores e instituciones) que ejercieron de manera muy temprana una presión
sobre el uso del recurso hídrico del río y su cuenca, los cuales dejaron huellas
de materialidad que aún se maniestan en el presente.
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Puntualización diacrónica de la estructuración societaria
agrícola de la Cuenca del Alto Atoyac
La cuenca hidrológica del Alto Atoyac forma parte de la Región Hidrológica
IV Balsas, una de las doce regiones hidrológicas administrativas en que está
dividido el territorio del estado mexicano actual. Como puede verse en la Figura
1, abarca la mayoría de los 60 municipios que integran el estado de Tlaxcala (52),
26 municipios del estado de Puebla —que se encuentran fundamentalmente en
la zona metropolitana de la capital de ese estado— y 4 municipios del oriente
del estado de México (INEGI, 2019).
Figura 1. Los municipios de la Cuenca del Alto Atoyac
Fuente: elaboración propia en colaboración con Flor Idalia Estopier Antonio y Miguel Lázaro Nolasco, con
base en Maderey y Torres-Ruata (1990) e INEGI (2020).
Los principales auentes de esta cuenca son los ríos Zahuapan y Atoyac, que
son respectivamente las más importantes corrientes de las subcuencas que la
constituyen: Atlangatepec y Puebla-Tlaxcala. El río Zahuapan tiene su origen
en el municipio de Tlaxco y corre hacia el sur por el estado de Tlaxcala; el río
Atoyac, nace en los escurrimientos de los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl
en el Estado de México, que bajan hacia San Martín Texmelucan, Puebla y
penetran en el suroeste de Tlaxcala. Estos ríos se intersectan en el sur del estado
de Tlaxcala, en el municipio de Papalotla, por lo que el Atoyac es alimentado
por la corriente del Zahuapan que cruza de norte a sur el estado de Tlaxcala y
sigue su curso a Puebla. La intersección de estos ríos hace de frontera natural
entre los estados de Puebla y Tlaxcala, por lo que, a pesar de que el Atoyac tiene
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parte de su cauce en el Estado de México y Tlaxcala, existe una observación
convencional de este río como el lado poblano de la cuenca; mientras que el
río Zahuapan es visto como el lado tlaxcalteca de la misma. Esta se encuentra
rodeada de tres volcanes el Iztaccíhuatl, el Popocatépetl y la Malinche, mismos
que lo alimentan y franquean (véase Salas y Velasco, 2015).
Los recursos silvestres del ecosistema en el que se encuentra esta cuenca
fueron el primer elemento de atracción de grupos humanos en este contexto,
al ser habitado y circulado por grupos nómadas durante largo tiempo para el
desarrollo de actividades de pesca lacustre, de caza de animales del entorno y de
recolección; por lo que las actividades de caza, pesca y recolección, así como la
explotación de recursos para el desarrollo de utensilios, herramientas y armas
fueron el primer fundamento de la transformación humana del ecosistema
de esta cuenca (García, 1976 y Velasco, 2017). Este predominio de formas de
sociedad nómadas sobre el ecosistema de la cuenca ha sido el más prolongado.
García ubicó a los primeros habitantes “unos 12 mil años antes del presente
(1976, pág. 12) y dató las primeras aldeas sedentarias entre 1 500 y 1 200 años a.n.e.
En términos generales, este inicio de la sedentarización en el ecosistema de
la cuenca implicaba una presencia no predominante de los grupos sedentarios,
que compartían el ecosistema con grupos nómadas y que en sí mismos vivían
una existencia nómada intermitente.
La consolidación de los usos agrícolas en el ecosistema de la cuenca ocurrió
en un periodo posterior, entre los años 1 200 y 800 a.n.e, en el cual se observa
ya el surgimiento de agregados humanos amplios, con actividades agrícolas
permanentes, que García (1976)
identicó como villas. En estas
se instaló una sociedad agraria
predominante, diferenciada en su
interior, con esquemas de división del
trabajo que permitían la existencia
de personas separadas del trabajo
eminentemente agrícola, como los
sacerdotes dedicados a la gestión
cultural de manera permanente.
El primer apogeo poblacional
y productivo que se desplegó en el
contexto de esta cuenca ocurrió con
posterioridad al año 800 a.n.e, sobre
todo entre el año 400 a.n.e al 100 n.e.,
en la llamada fase Tezoquipan del
desarrollo cultural tlaxcalteca. En esta
fase se desplegaron aglomeraciones
poblacionales amplias en el sur del
actual estado de Tlaxcala y al norte del
actual municipio de Puebla. Dichas
aglomeraciones eran ya de carácter
El inicio de la sedentarización
involucró un incipiente
desarrollo de la agricultura
del maíz y de humedal, así como
de estructuras habitacionales
de pequeños grupos humanos,
particularmente en el área de
mayor de fertilidad de
la tierra, por encontrarse en
ella pantanos, ciénegas y la
rivera de los ríos: la zona del
suroeste de Tlaxcala.
Velasco, 2017 y García, 1976
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urbano al decir de García (1976), con nodos de “pueblos-estado” articulados, con
un marcado carácter de señoríos teocráticos. La agricultura se tornó intensiva
para abastecer a una población amplia y diferenciada en cuanto a su papel
productivo, por lo que se desarrolló en este periodo infraestructura hidráulica
sosticada con depósitos de agua y represas, que implicó transformaciones
sociales más profundas de los recursos hídricos que todo el desarrollo anterior
(Velasco, 2017).
Si bien el apogeo mencionado concluyó hacia el inicio de esta era, en el
contexto del sur de Tlaxcala y del norte del municipio actual de Puebla, donde
se deprimió la población y la actividad productiva agrícola. El apogeo regional
urbano de la fase Tezoquipan fue promotor del desarrollo de un complejo
amplio poblacional y económico político al occidente del actual municipio de
Puebla, el complejo urbano de Cholula (García, 1976 y 2014). Igualmente, este
contexto estuvo denido por su carácter de político teocrático, el cual desplegó,
desde el inicio de nuestra era hasta alrededor del siglo X, un entorno urbano,
con una base económica agrícola intensiva, que implicaba la explotación de las
aguas de la actual cuenca del Alto Atoyac, a través de sistemas hidráulicos sos-
ticados, además de las formas de explotación del agua propias de la agricultura
ribereña y de humedal (Ashwell, 2004).
Los sistemas agrícolas prehispánicos en que descansaba la agricultura
intensiva mencionada consistían, al menos, en los siguientes: los sistemas de
temporal, el sistema de chinampas y de camellones para el aprovechamiento
de zonas lacustres o pantanosas en el desarrollo de cultivos de humedal, así
como de los sistemas de riego por canal, para la producción de cultivos funda-
mentales de maíz, calabaza, amaranto, chile, chía, entre otros (Velasco, 2017;
Tello, et al, 2010).
En el posclásico, entre los siglos X al XVI, se desplegó un nuevo auge
poblacional tanto en la zona tlaxcalteca como en la zona cholulteca de la cuenca
(Ashwell, 2004; García, 1976 y 2014). Las coyunturas políticas de nales de este
periodo, determinaron líneas de demarcación entre estas dos zonas, que daban
lugar a una franja de territorio no poblado, aunque con usos agrícolas intermi-
tentes: las denominadas tierras de guerras. La forma de agricultura intensiva y
la explotación compleja, tanto con sistemas de riego y otros sistemas de aprove-
chamiento de agua vinculados a complejos urbanos, continuó en este momento.
No obstante, este periodo se caracteriza por la reconversión de los complejos
políticos en militaristas, debido a la presencia de un estado de guerra permanente
entre los diversos pueblos del altiplano central del país a nales de la época pre-
hispánica, lo que dio lugar a que, en el contexto del estado de Tlaxcala actual,
los señoríos militaristas se mantuvieran aislados en su territorio y la economía
agrícola en que descansaban fuera aún más intensiva. Ello resultó particular-
mente viable en este territorio, debido a que, al decir de Velasco (2017), la zona
de Tlaxcala era el espacio agrícola más productivo del entorno de la Cuenca del
Alto Atoyac derivado de las condiciones de humedad que constituían la ciénega
de Tlaxcala, con capacidad de proveer ambiente a la agricultura de humedal y de
proveer mayor productividad a la tierra de sus alrededores.
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El inicio del proceso de colonización española en esta zona dio lugar a
la construcción de dos ciudades coloniales, las actuales ciudades de Puebla y
Tlaxcala, basamentos urbanos de las élites indígenas y españolas que derrocaron
a Tenochtitlán (Martínez, 1998; Juárez, 2015). Estos entornos urbanos habilita-
ron formas económicas y administrativas que cambiaron la economía política
de todo el valle poblano-tlaxcalteca. Los mercados que aoraron con este tipo
de urbanización estaban articulados a nuevas demandas e, incluso, a demandas
de bienes desde el centro colonial europeo (Thomson, 2002). La dominación
política articuló un entramado de subordinaciones encadenadas del territorio
que abarca la actual cuenca del Alto Atoyac, en una primera escala a la Ciudad
de México y, en segunda, al expansivo imperio español de la época (Moreno y
Florescano, 1974).
Esta transformación colonial caminó desde sus inicios hacia cambios en la
agricultura de esta región. En principio las explotaciones ganaderas se añadie-
ron a las dinámicas productivas prehispánicas; la agricultura que practicaban
los pueblos indígenas de este contexto continuó siendo la base de la ocupación
productiva agraria de esta región en los primeros años de la colonia, con un
crecimiento paulatino de agricultura de trigo y cebada, particularmente en el
fondo rural de la naciente ciudad de Puebla (véase Velasco, 2017). No obstante,
hacia nales del siglo XVI comenzó a desplegarse un proceso de apropiación
de la tierra y del aprovechamiento de aguas por parte de población europea
que dio lugar a la consolidación de las haciendas como las unidades económi-
cas fundamentales del entorno de la actual Cuenca del Alto Atoyac.
Este proceso de apropiación de la tierra y del aprovechamiento de aguas
para su cultivo involucró las siguientes dinámicas: la apropiación por despojo
por parte de la población europea en tierras tlaxcaltecas a través de mercedes
reales que violaban compromisos de la corona con las autoridades indígenas de
Tlaxcala; la adjudicación de tierras en el fondo rural de la naciente ciudad de
Puebla; la obtención de propiedad legítima a través de enlaces matrimoniales
de población europea con personas de familias de las élites indígenas locales y
regionales; el desarrollo de un mercado de tierras que atrajo a la élite indígena
tlaxcalteca para la venta de fracciones de sus heredades; y, por supuesto, la grave
disminución de la población autóctona resultado de las epidemias, las guerras y
las migraciones forzadas o voluntarias (Martínez, 1998; Velasco, 2017).
La economía de hacienda surgida a partir de estas dinámicas de apropiación
de la tierra, si bien introdujo progresivamente actividades ganaderas
inexistentes en la época prehispánica y encumbró en el poder territorial y
económico a la población europea, no reemplazó por completo a la agricultura
que ya se desarrollaba previo al inicio del proceso de colonización española. La
forma fundamental que se instaló en la economía de hacienda durante la colonia
en el territorio tanto de Puebla y Tlaxcala, involucró un sistema que articuló la
producción de trigo de riego a la producción maicera de temporal, abastecedor
de los mercados urbanos de la propia región, de la Ciudad de México o para la
exportación (Velasco, 2017). La explotación de las aguas para el desarrollo de
estas actividades productivas provenía de las propias mercedes reales, puesto
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que dichas aguas eran propiedad de la corona; los sistemas a partir de los cuales
se les explotaba eran análogos a los propios de la época prehispánica: los riegos
de canal, así como los sistemas de humedal, particularmente en la ciénega del
suroeste de Tlaxcala (Velasco, 2017).
Una de las principales transformaciones del territorio de la cuenca del
Alto Atoyac, desarrollada durante la época colonial, fue la deforestación in-
fundida en el valle poblano-tlaxcalteca como resultado de la construcción y
crecimiento de la ciudad de Puebla, polo urbano de la población dominante
española de la región. La construcción y crecimiento de esta ciudad, así como
la industria y actividades comerciales desarrolladas ahí, demandaron gran-
des cantidades de madera que acabaron con buena parte de la capa arbórea de
la región de la cuenca (Velasco, 2017; Thomson, 2002). Ello tuvo como efecto
graves problemas hídricos en la zona, como la obstaculización de la recarga de
mantos freáticos y la intensicación de las inundaciones (Velasco, 2017).
En los contextos urbanos, la baja poblacional de la colonia determinó
la existencia de centros citadinos relevantes, pero poco dinámicos; aun
así, una industria de obrajes textiles se instaló en los entornos citadinos
abarcados por la cuenca del Alto Atoyac, con una presión propia sobre los
recursos hídricos, de demanda de bienes agrícolas y también con efectos
contaminantes (Thomson, 2002). La contaminación urbana de los recursos
hídricos se desarrolló desde esta época colonial; de ello es muestra el uso del
río San Francisco, auente tributario del Río Atoyac cuyo curso dividía la placa
urbana religiosa, administrativa y señorial del centro de la ciudad de Puebla
de los barrios indígenas de población trabajadora. Este río fue empleado como
desagüe urbano desde la época colonial; sus problemas de contaminación
estuvieron implicados con diversas epidemias en Puebla durante dicha época
y el siglo XIX, lo que motivó la percepción sobre los peligros de los ríos Atoyac
y San Francisco en los habitantes citadinos poblanos (Oliveira, 2021).
En principio, en el siglo XIX continuó la dinámica económica de la región,
con polos urbanos comerciales con incipiente desarrollo industrial, sobre todo
textil, y con una economía agraria dominada por el sistema de haciendas. Estas
continuaron su forma productiva básica, fundamentalmente triguera, maicera
y ganadera. Las condiciones de guerra que asolaron a la región de Puebla-Tlax-
cala no permitieron el desarrollo de amplias transformaciones que modicaran
un paisaje económico político que se había instalado sobre la región de la cuenca
del Alto Atoyac durante toda la época colonial. Solo hasta nales del Siglo XIX,
con la estabilización federal gubernamental del porriato, y con los personeros
de este régimen en los estados de Puebla y Tlaxcala, se impulsó un proyecto
modernizador que auspició cambios importantes en los recursos hídricos y en
la economía de la región. El cambio hídrico más relevante en este periodo fue
el inicio del desecamiento de los entornos lacustres y pantanosos de la cuenca,
particularmente los de la ciénega al suroeste de Tlaxcala, bajo perspectivas
de ampliar la disponibilidad de tierra ampliamente fértil y también bajo
argumentos higienistas fundados en necesidades de enfrentar inundaciones y
anegamientos cercanos a los asentamientos humanos (Velasco, 2017).
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El sistema de haciendas que había continuado durante el porriato y los
problemas de súper-explotación que el régimen liberal oligárquico tenía en
los ámbitos urbanos motivaron los movimientos revolucionarios de la segun-
da década del Siglo XX. Los entornos de Puebla y Tlaxcala fueron contextos de
movimientos relevantes durante la etapa armada de la revolución. Puebla fue
un bastión maderista fundamental al inicio de esta etapa (La France, 1987), y
en el sur de Tlaxcala se desarrolló el movimiento arenista, de fuerte contenido
agrarista, pero con alianzas con la facción constitucionalista (Buve, 1987).
El reparto agrario empezó de forma temprana en Tlaxcala, con
reparticiones de guerra cuyo reconocimiento se solicitó al encumbrarse la
facción constitucionalista en 1916 y 1917. La formalización en la propiedad de
estas tierras por la vía ejidal se dio en los años inmediatos siguientes, pues
como señala una investigadora: “En todo Tlaxcala, entre 1920 y 1925 hubo una
serie de resoluciones presidenciales, por medio de las cuales casi 40 pueblos
recibieron en dotación alrededor de 10 000 hectáreas. La mayoría de estos
ejidos había solicitado su dotación antes de 1920” (Velasco, 2017, pág. 111).
Así, un entramado de campesinos ejidatarios penetró en el paisaje agrícola
abarcado por la cuenca del Alto Atoyac e igualmente articuló demandas de
agua para su producción. Del lado de Puebla el reparto agrario fue más tardío,
se concentró particularmente en el periodo presidencial de Lázaro Cárdenas y
en el mismo quedó casi agotado. Con todo, este reparto consolidó igualmente
a otro amplio sector de campesinos ejidatarios minifundistas en la región del
Alto Atoyac, pues las microrregiones poblanas que se encuentran en la misma
constituyeron a partir de este periodo hasta el nal real del reparto agrario en
la década de 1970 un sector ejidal que concentró entre 43 y 48 % de las hectáreas
disponibles (véase Rappo, 1986).
Los campesinos ejidatarios, al decir de Velasco (2017), si bien desarrollaron
una agricultura más marcadamente milpera en principio, a través de la
siembra de maíz, calabaza y frijol fundamentalmente, lograron adaptarse a
la agricultura de trigo y seguir empleando diversos sistemas de riego para este
grano. El nal de la agricultura de trigo como una de las marcas determinantes
de la economía de la región abarcada por la cuenca se dio a partir del impulso
de proyectos de crecimiento económico promovidos desde los gobiernos
federales y estatales, particularmente desplegados en la década de 1940.
Los hitos de estos proyectos pueden ubicarse en la introducción de
promociones de la agroindustria en detrimento de la pequeña producción
agrícola, como lo fue la revolución verde en el territorio de la cuenca bajo
auspicios gubernamentales, a través de la promoción de un mercado de
semillas mejoradas, fertilizantes y pesticidas, con efectos de aumentos en
la productividad de la gran producción agroindustrial y de erosión de las
condiciones de la tierra y el agua (Velasco, 2017). Igualmente, el cambio
agrícola de la región y el detrimento de los pequeños productores de la primera
mitad del siglo XX, son derivas de grandes obras de crecimiento económico
agroindustrial e industrial en el territorio de la cuenca, como la construcción de
la Presa Valsequillo al sur de la ciudad de Puebla en 1946. Esta presa, establecida
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para, en apariencia, enfrentar riesgos hídricos como las inundaciones, implicó
el efecto real de acaparamiento del agua que corre desde el norte de la cuenca
para que fuera empleada en usos diversos a los agroindustriales (Velasco, 2017;
Tortolero, 2006). Además, en este periodo la creación del Distrito de Riego
Atoyac-Zahuapan entre 1943 y 1945 dio lugar a que las aguas de la cuenca se
recondujeran a la presa Valsequillo y se consolidara el acaparamiento de este
recurso (Velasco, 2017; González, 2008).
A principios de la década de 1940, en los entornos urbanos del valle po-
blano-tlaxcalteca se vivía un auge industrial textilero derivado de la demanda
de países centrales acendrada por la segunda guerra mundial (Pansters, 1998).
Este auge industrial, si bien quedaría contenido por el nal de la guerra, motivó
en lo posterior, a partir de la década de 1960, el enlace de la industria textilera
de la región de la cuenca del Alto Atoyac con el modelo industrial exportador
maquilero, una de las fuentes de erosión y contaminación más radicales sobre
los recursos hídricos y el ecosistema de la cuenca.
Cuenca de Alto Atoyac y su industrialización reciente
Existe una relación estrecha entre el desarrollo agrícola-industrial y las
condiciones hidrológicas de la Cuenca del Alto Atoyac, como se verá más
adelante. Actualmente, los sectores terciarios y secundarios se han posicionado
como las actividades laborales con mayor presencia; sin embargo, se han
mantenido pequeños productores “… con producción para el autoconsumo,
la alimentación de animales de traspatio o para un mercado local o regional,
articulando ésta con actividades múltiples en el seno familiar y en su mismo
individuo” (Velasco, 2015, pág. 115).
Velasco (2015) expone que las diferentes políticas socioeconómicas,
entre las que se encuentran las neoliberales, han obligado a los pequeños
productores a reacomodos y reconguraciones, procesos de adaptación,
negociación y resistencia desde mediados del siglo XX. Además, plantea que,
en Tlaxcala se consolidó una profunda tradición triguera, la cual fue afectada
por la revolución verde, aún con esta situación se mantuvo la producción de
trigo (hasta los años setenta), por ejemplo, en Nativitas, donde conuyen los
dos ríos más importantes del estado. Ante esta situación, el cultivo de alfalfa y
forrajes fueron una alternativa para los pequeños productores. Estos cambios
en el cultivo fueron partícipes en las problemáticas a las cuales se enfrentaron
los pequeños productores.
La política neoliberal tuvo entre sus designios en México, la rma del
Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en 1994, lo cual trajo
consigo el olvido de la producción agrícola para el mercado local, una acentuada
dependencia alimentaria y el deterioro de la vida rural y campesina. Además, el
neoliberalismo y la negligencia del Estado han permitido el empoderamiento
de las élites empresariales.
Un ejemplo de lo anterior es la contaminación hídrica que se encuentra
en Nativitas, la cual tiene auencia del río Atoyac, Zahuapan, Totolac, Ajejela
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y Xonapac; donde, se siguen regando la mayoría de los cultivos a pesar de la
presencia de químicos tóxicos, basura y otros residuos, lo que ha provocado,
además, la eliminación de la vida acuática en el río Atoyac. La instalación de
industrias en el valle de Tlaxcala-Puebla, entre las que destaca Volkswagen
(1960), HYLSA (Hojalata y Lámina, S. A.), la petroquímica Independencia de
PEMEX (1970), así como la tradicional textil (particularmente dedicada a la
mezclilla), ha traído consigo la generación y evacuación de desechos contami-
nantes yxicos en esa zona, principalmente hacia los ríos y zanjas (Velasco,
2015). Diversos autores citados en Cortes (2021) identican que desde nales
siglo XX se han vertido desechos de industrias como la textil, petroquímica,
automotriz, metalmecánica, química y de la construcción, en los ríos Atoyac,
Zahuapan y en la presa Manuel Ávila Camacho, ubicada en Valsequillo, Puebla.
Entre las problemáticas que identican Salas y Velasco (2015) con respecto
a la contaminación hídrica, se encuentran los vacíos que existen en las normas
que regulan la descarga de aguas residuales. Una de ellas es la combinación de
sustancias, mismas que son permitidas con ciertos límites para su irrigación,
sin embargo, estas sustancias combinadas con otras pueden ser tóxicas y perju-
diciales para la ora y la fauna, sin excluir al ser humano. Otra problemática es
que en estas normas se permiten compuestos orgánicos volátiles, como el clo-
roformo y el cloruro, aunque en otras normas no es así, contemplando residuos
ísicos y metales, pero no el registro de la contaminación biológica y química. Fi-
nalmente, las normas no consideran la acumulación total de la contaminación a
lo largo del tiempo, así como la creciente instalación de sus fuentes.
Cortés (2021), plantea que en Puebla la contaminación de los ríos San
Francisco, Atoyac y Alseseca, fue planeada desde las estructuras gubernamen-
tales, en tanto que, desde estas se llevaron a cabo obras de desviación de las
aguas broncas de la Malinche en el norte de la ciudad, lo que facilitó el above-
damiento del río San Francisco y el arroyo Xonaca. Además, los terrenos por
donde se realizó la desviación del agua bronca de la Malinche eran de uso in-
dustrial, por lo que, servirían como colectores o receptores de aguas negras
industriales. En general, se trató, en palabras de Cortés, de una “aprobación
interinstitucional para contaminar al río Atoyac y a su auente tributario Al-
seseca” (2021, pág. 146); sería factible agregar a la anterior armación: para
favorecer el desarrollo industrial de la zona.
Otro fenómeno que ha favorecido la degradación del sistema hídrico de la
Cuenta del Alto Atoyac es el crecimiento urbano de la zona metropolitanas de
Puebla-Tlaxcala y Tlaxcala-Apizaco, que, tal como lo plantea Altieri (2019), ha
tenido las siguientes implicaciones: 1) crecimiento de la permeabilidad y escu-
rrimientos superciales, 2) aumento de la contaminación de los ríos Atoyac
y Zahuapan, así como de la presa Manuel Ávila Camacho, y 3) aumento de la
demanda de agua por la población que rebasa la disponibilidad subterránea,
en tanto que esta se encuentra en decrecimiento por la falta ltraciones.
Todos estos elementos son muestra del crecimiento industrial y urbano
de la región perteneciente a la Cuenca del Alto Atoyac, sobre cuyo entorno
regional habitan 3, 451, 403 personas, considerando los últimos datos censales
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para las zonas metropolitanas de Puebla-Tlaxcala (2, 776, 893 habitantes)
y Tlaxcala-Apizaco (674, 510), las cuales constituyen la urbe actual de este
territorio (Gobierno de México, 2024).
Por otra parte, con base en lo registrado en el Directorio Estadístico
Nacional de Unidades Económicas, con relación a la misma región, encontramos
382 empresas que cuentan con 251 o más personas laborando; de estas, 72 se
encuentran relacionadas con la industria automotriz y 28 con la industria textil
(INEGI, 2023B).
Figura 2. Mapa Cuenca del Alto Atoya Actividad económica de grandes
empresas
Fuente: elaboración propia en colaboración con Flor Idalia Estopier Antonio y Miguel Lázaro Nolasco, con
base en datos recuperados del DENUE (INEGI, 2023A) y de Maderey y Torres-Ruata (1990) e INEGI
(2020). QGIS. Nota. El mapa muestra la relación hídrica (especialmente los ríos más importantes) con la
actividad económica de empresas de 251 o más empleados.
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En la Figura 2 podemos observar cómo se relacionan estas 382 empresas con los
principales ríos de la Cuenca del Alto Atoyac, que son el río Zahuapan, Atoyac
y Alseseca. La correspondencia entre los asentamientos industriales y el caudal
de los ríos es palpable de manera gráca en el mapa. Desde la frontera entre la
parte occidente de la ciudad Puebla y el sur de Tlaxcala, se observa el vínculo
entre el río Atoyac e industrias automotrices, pero, principalmente, textiles. Lo
mismo ocurre al centro de Tlaxcala. En las riberas del volcán Matlalcueye don-
de nace el río Zahuapan, se advierte presencia de industria textil y automotriz.
El mismo fenómeno se da siguiendo el auente de los ríos hacia el centro de la
ciudad de Puebla, donde se une el río Atoyac con el Alseseca, el cual presenta las
mismas características, siendo la actividad textil la de mayor presencia.
Finalmente, el río Atoyac sigue su camino hacia el sur, no sin antes recoger
la contaminación que generan estas industrias en la cuenca. La ubicación de
estas empresas respecto al relieve hídrico de la región no es imprevista, sino
que responde a una planeación de desarrollo industrial que no tomó en cuenta
la contaminación de sus principales auentes hídricos.
Conclusiones
El abordaje conjunto del entorno regional de la Cuenca del Alto Atoyac tiene
interés para las diversas fases históricas de la misma. Cada fase (social y
económico-política) ha implicado en el territorio del valle poblano-tlaxcal-
teca −que ocupa la mayor parte de la cuenca− una articulación de sistemas
socioambientales abarcadores de los principales ríos de esta cuenca, el Zahuapan
y el Atoyac. Sobre ambos se conguraron sistemas continuos de agricultura en
la época prehispánica, se constituyó el sistema de haciendas poblano-tlaxcal-
teca (triguero-maicero) que duró de la época colonial hasta el siglo XIX, y se ha
desplegado la urbanización industrial interestatal de Puebla y Tlaxcala en la
actualidad. En este trabajo apenas se ha esbozado una revisión de fuentes de
los puntos poblanos y tlaxcaltecas de este proceso histórico, para mostrar la
necesidad de densicar nuestra visión regional del proceso de socialización de
la cuenca y, sobre todo, de los efectos de degradación ambiental a que él mismo
ha dado lugar.
La relación entre las condiciones hídricas de la Cuenca del Alto Atoyac
y el desarrollo socioeconómico de la población tlaxcalteca y poblana
(principalmente) muestra un vínculo importante de crecimiento y degradación.
Particularmente se advierte la presencia de al menos tres grandes hitos:
1) desde la época colonial, la adaptación de la agricultura de trigo europeo
en la región precisó de transformaciones ambientales que provocaron la
desecación progresiva del entorno aledaño a los ríos Zahuapan y Atoyac, la cual
se profundizó durante la época porriana; 2) la urbanización desde la época
colonial generó usos de los recursos hídricos y de los auentes de la cuenca
que dieron lugar a su severa contaminación, la cual aumentó progresivamen-
te a medida que la población urbana ha crecido; 3) el incio del siglo XXI se ha
caracterizado por articulaciones metropolitanas densicadas y un desarrollo
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industrial importante en los estados de Puebla y Tlaxcala, fenómeno que ha
impulsado la degradación hídrica de la cuenca, en tanto que, es alrededor de
esta que se han asentado dichos complejos industriales.
Podemos observar que las problemáticas actuales de la cuenca derivan de
ensamblajes de las materialidades históricas constituidas por la relación entre
la sociedad con la naturaleza de este entorno. Es decir, existen sobre el terre-
no de la cuenca múltiples sociabilidades históricas que están proyectando sus
efectos en el presente: las propias de los residuos de la época colonial, de la
economía liberal de nales del siglo XIX, de la planeación estatal del siglo XX
y de la industrialización exportadora neoliberal actual.
La revisión a estos procesos aquí desarrollada sirve para plantear
necesidades de investigación. Las materialidades a las que se hace
referencia requieren, al menos, de abordajes regionales de todo el entorno
poblano-tlaxcalteca de la cuenca. Es decir, es necesario promover la
investigación desde un enfoque regional en el nivel de la cuenca, sobre
los siguientes aspectos: la estructura de la ruralidad aún presente; la
industrialización rampante interestatal sin controles efectivos ambientales;
la política que ha proveído y provee de liberalidad a los agentes degradantes
del ambiente de la cuenca, tanto en el plano gubernamental de los estados
de Puebla y Tlaxcala y de sus campos políticos; y de la metropolización
interestatal de Puebla y Tlaxcala y las posibilidades que tiene esta de controles
y encauzamientos sostenibles.
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