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Revista de Estudios Regionales | Nueva Época | Enero- junio 2024
inhabitable. La radiación dañó y
alteró la vida y crecimiento de plantas,
de animales e incluso de los mismos
seres humanos. Los habitantes de la
zona tuvieron que evacuar el lugar de
un momento a otro y migrar, muchos
hogares fueron abandonados, se
rompieron comunidades enteras,
personas que hoy en día siguen con
problemas de salud, así como sus des-
cendientes.
En un intento de contención del
desastre, un grupo de individuos se
unieron para trabajar en la limpieza de
la zona, se expusieron de forma directa
a la radiación, lo que provocó diversas
enfermedades, el aumento de casos
de cáncer y trastornos de salud a largo
plazo. La explosión generó diversos
impactos psicológicos y sociales a las
comunidades afectadas, incluso al
autor mismo ya que estuvo vinculado
con el evento y sus consecuencias que
narra a través de diferentes anécdotas
que se desarrollan en los fragmentos.
Este libro no se centra en los
humanos como es habitual, desaía las
convenciones literarias, pues otorga
el protagonismo a la ora, los seres
vivos incapaces de desplazarse para
huir de la radiación. Están siempre
obligados a resistir (o a morir) a las ca-
tástrofes causadas por humanos.
El autor señala entre sus fragmen-
tos, diversos puntos importantes de
análisis respecto a las plantas, como
el hecho de que no se suele hablar
mucho de ellas al menos que se trate
de su estética o sus estudios. Aborda
a las plantas, la tierra, los animales
desde una perspectiva moral, más
allá de su utilidad humana para los
seres humanos. Habla de todos por
el simple hecho de ser seres vivos al
destacar su valor intrínseco, lo que
promueve una visión más respetuosa
al mundo natural.
A pesar de que todos fueron
afectados en la misma medida por
la radiación, la vegetación demostró
una mayor capacidad para detectar la
radiación, logró sobrevivir y adaptarse
al entorno hostil en el que se envolvió,
modicando su ecosistema.
Cada ser vivo carga con una
historia, y en las plantas las observa-
mos a través de su apariencia ísica,
es su forma de comunicar acerca de
su entorno y condición. Cada forma
de la planta como la rama, las hojas o
brotes, surge por la experiencia vivida
por la vegetación pues nos habla de la
humedad en la que creció o la cantidad
de luz solar a la que fue expuesta.
Todo como parte de su comunicación
semántica acerca de su vida y las con-
diciones que la rodean.
En el caso de la vegetación en
Chernóbil, a partir de la explosión,
los microbios que se encargan de des-
componer la materia orgánica experi-
mentaron daños, en consecuencia, la
vida en Chernóbil parece congelada.
Las semillas mostraron transfor-
maciones signicativas en su perl
proteico, lo que les proporciona una
mayor capacidad de resistencia a los
metales pesados y una variación de
su metabolismo del carbono. Todo
apunta a la fuerza que tuvo que desa-
rrollar para persistir en ese entorno.
Esta capacidad de adaptarse
al medio ambiente con frecuencia
nos parece sorprendente a los seres
humanos, pues a menudo tendemos
a percibir a las plantas como seres sin
conciencia y organismos estáticos.
Las plantas no solo sí cuentan con
una conciencia, sino que también
actúan como testigos silenciosos, son
protagonistas en la narrativa de esta
catástrofe.
Entre los textos de este libro,
Michael Marder apunta el curioso
opuesto en la forma en que las plantas y
humanos sobreviven. Las plantas, por
un lado, sobreviven con componentes
que están a su alrededor como son los