Revista de Estudios Regionales | Nueva Época | Enero- junio 2024
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INTRODUCCIÓN
La relación sociedad naturaleza ha ocupado el interés cientíco y ha sido
preocupación de diversas disciplinas, en ocasiones de manera explícita y
muchas veces implícita. Especícamente, la ciencia que estudia las “…maravi-
llosamente complejas interrelaciones de las formas vivas en el planeta Tierra
(Callenbach, 1998, p.1) es la Ecología. El término fue acuñado en 1866 por el
biólogo alemán Ernst Haeckel, para describir el estudio de las interrelaciones
entre los organismos y su entorno o mundo exterior; el estudio de animales y
plantas en relación con estos mismos y con su hábitat. Todas las formas vivas,
incluido el ser humano, están íntimamente ligadas con su ambiente (Mayhew,
2004, p.164).
En la Geograía estas interrelaciones se plantearon originalmente con
un sesgo determinístico. Es decir, por un lado, se proponía que ciertos grupos
humanos contaban con aptitudes que les permitían utilizar los recursos
a su alcance de manera ecaz. Y, por otro, que la naturaleza y sus atributos
determinaban el bienestar y la capacidad de reproducción de los grupos
sociales según la latitud, longitud y altitud del área en la que se ubicaban y, por
tanto, de los recursos a su alcance.1 Más recientemente, se argumenta que a
partir del desarrollo institucional, que enmarca la capacidad de organización
No es claro que un recurso se reconozca como tal. Ahora, por ejemplo, los residuos sólidos se conside-
ran recurso desde el enfoque de la economía circular.
Boris Graizbord
(Zacatecas en Imagen, 2019)
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política, cultural y económica, se explica la interacción de un grupo, “pueblo
2
o una sociedad con su entorno y el uso de los recursos a su alcance.
3
La importancia del desarrollo institucional se desprende de un artículo
seminal de Hardin (1968) del que se derivó una vasta literatura que cuestionaba
la “tragedia de los comunes” o la irremediable tendencia a explotar los
recursos, a minarlos, sin visión de futuro cuando individuos o rmas gozan
de libre acceso a los mismos. De acuerdo con Ostrom (2000), sin embargo,
existe una diferencia entre libre acceso y recursos de uso común. Estos últimos
pueden manejarse de manera sustentable en función del desarrollo de insti-
tuciones que imponen principios cooperativos y reglas claras y estrictas en
la organización del grupo social para mantener la propiedad comunal de los
recursos y acordar su uso. En otra escala, Young (1997) destaca en el plano
internacional la necesidad y las opciones que enfrenta la humanidad para
desarrollar sistemas intergubernamentales que protejan los bienes globales
de acceso libre como por ejemplo los océanos, la atmósfera, los polos y, en
general, los servicios ambientales que prestan los ecosistemas.
Si se entiende la sustentabilidad como proceso cuyo objetivo es encontrar
el equilibrio entre el medio ambiente y el uso de los recursos naturales en el
tiempo, habría que evitar tocar el capital natural (Gilpin, 1996, p. 206). Este
principio se basa en el concepto de “sustentabilidad fuerte” (Neumayer, 2003),
que no admite que el capital natural pueda ser sustituido por otro tipo de
capital (ísico, económico, humano, etc.), aunque puedan complementarse.
Según Hackett (2001, p.335), la sustentabilidad fuerte optimiza la economía
con base en la capacidad ecológica y ambiental; condiciona la actividad
económica y no al revés, lo cual en todo caso está lejos de poder lograrse de
manera realista. De ahí que cabe preguntarse si ¿hay y cuál sería, entonces, el
punto intermedio o aceptable?
En este breve texto, más que recorrer la historia de esta relación, o contestar
esta pregunta, me interesa destacar los elementos analíticos que nos permitan
entender estas interacciones problemáticas4 entre sociedad naturaleza
tomando en cuenta el enfoque de Estudios Regionales y la escala de análisis de
los textos incluidos en este número: La evolución de la cuenca del Alto Atoyac
a lo largo del tiempo y los cambios en las interacciones sociedad naturaleza; la
apreciación de los patrones de consumo de los habitantes de la Zona Metro-
politana de Xalapa y la opinión que tienen de la proliferación de materiales
no degradables; los cambios en el uso del suelo y su impacto en el bienestar de
los habitantes de Bahía de Banderas, Nayarit; la recuperación de la memoria
2En el diccionario de la Lengua española se dan varias acepciones. Aquí destaco ésta: Conjunto de
personas de un lugar, región o país.
3En términos generales un recurso es algo que directa o indirectamente es capaz de satisfacer una ne-
cesidad humana. Para los economistas hay tres categorías: capital, trabajo y recursos naturales.
El capital se refiere a la clase de recurso que se produce no para consumirse directamente, sino con el
propósito de crear o alcanzar un proceso más eficiente de producción. El trabajo incluye la capacidad
productiva que física y mentalmente tiene el ser humano para llevar a cabo sus actividades y producir
bienes y servicios. Los recursos naturales constituyen el stock de materiales vivos o inertes que se en-
cuentran en el ambiente físico y que tienen un uso potencial identificado para ser usados por los seres
humanos (Hussen, 2000: 4).
4Se dice problemáticas dada la no linealidad de las relaciones y sus múltiples escalas, desde lo local a
lo global.
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bajo el enfoque de la historia oral para rescatar el comportamiento de diversos
actores sociales en el proceso de cambio del uso del suelo en Pachuca, Hidalgo;
un diagnóstico sobre los servicios de agua potable y saneamiento en Palmas de
Abajo, Actopan, Veracruz, y sus implicaciones como servicio público y como
recurso; un análisis de los modelos de Responsabilidad Social Empresarial
(RSE) para la cuenca del Alto Atoyac.
Sin duda, estos procesos se maniestan y los actores interactúan en
diferentes escalas (Dicken, 2004), pero es la escala la que dene el sentido y
alcance de lo observado. (Hudson 1992, p. 280).
En un texto de los setenta Morrill (1970, p.5) concluía que a lo largo de la
historia la interdependencia [entre sociedad y naturaleza] se ha extendido
y ampliado, si bien, paradójicamente, la percepción del entorno inmediato
resulta incompleta, pues el conocimiento y conciencia del mismo se limita
muchas veces a la experiencia directa del grupo y sus miembros, o bien se
ignoran los impactos indirectos o inducidos que afectan el “lugar” en un
momento dado por lo que ocurre en áreas distantes [o en otras escalas].
Morrill y Dormitzer (1979) reivindicaban, en un texto poco más reciente,
el carácter geoespacial de esta relación entre las sociedades humanas y la
naturaleza, y su expresión como paisaje humano. Para estos autores, dicho
paisaje es producto de la particular estructura social, política y económica de
un grupo social en un lugar y tiempo determinados. Los autores identica-
ban tres perspectivas analíticas de la geograía: 1) la que se interesa en cómo la
sociedad en tiempo y espacio se adapta y, al mismo tiempo, modica el medio
ísico en el que habita; 2) aquella en la que se intenta dilucidar las múltiples
formas en las que el medio y la cultura interactúan para dar un carácter único
a las diferentes regiones
5
de la Tierra; y, 3) la que busca entender de qué manera
las cualidades abstractas del espacio [de los atributos del entorno ísico]
inuyen en la forma en que una sociedad utiliza el suelo en su desarrollo [diría
los recursos o más general el capital natural Kn].
Destaco la denición que los autores ofrecen (traducción libre): “
el paisaje humano puede entenderse como el resultado [histórico] de las
decisiones humanas para usar la tierra de manera que mejor sirva a sus
intereses y/o mejore su bienestar [o su reproducción] y tales decisiones se
derivan de la relación con los recursos disponibles o [más bien] conocidos
en su valor [actual]”.
6
Los autores se adelantan al advertir que las decisiones
tomarán en cuenta el propio medio y los recursos disponibles a partir de
factores culturales, de comportamiento, económicos y políticos dominantes
en un momento y lugar determinados.
Una elaboración de estos planteamientos se encuentra en Harvey (1996).
Cito (p. 119): “… hay una creciente aceptación pública de que mucho de lo que
llamamos “natural”, por lo menos lo concerniente a la ecología supercial y
su atmósfera ha sido signicativamente modicada por la acción humana.
5 Porción de territorio determinada por caracteres étnicos o circunstancias especiales de clima, produc-
ción, topografía, administración, gobierno, etc., una de las acepciones del diccionario de la lengua es-
pañola.
6Como puede observarse se trata de una visión de la relación ajena al valor intrínseco de la naturaleza.
E incluso omisa del largo plazo, que domina en la actualidad, acerca de la sustentabilidad y la disyuntiva
entre justicia intra e intergeneracional.
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Harvey nos reere a una serie de textos que dan cuenta de este proceso
histórico de “humanización del espacio.
7
En los siguientes párrafos retomo algunas ideas desarrolladas en
Graizbord (2006 y 2015) con el propósito de explorar algunas relaciones
problemáticas en y entre escalas. En la literatura del desarrollo regional se
explicaba el bienestar de las regiones con base en las dataciones naturales
de recursos. La economía considera que los recursos para consumo directo
sufren modicaciones, pero se utilizan como factores de la producción, es
decir, como medios para producir satisfactores; desde luego que esta noción
es estrictamente antropocéntrica, como señala Hussen (2000, p. 4), lo cual
implica que —desde este punto de vista— no se considera que tienen un valor
intrínseco, u otro valor que no sea el económico denido por las necesidades
humanas y, por tanto, comerciales. Pero, además, los recursos son de interés
para la economía sólo porque son escasos. Finalmente, como factores de
la producción los recursos se usan combinados y son o pueden ser —según
Solow, 1991, citado en Hussen, 2000, p.5— remplazables o, en otras palabras,
ninguno per se es considerado absolutamente esencial para la producción de
bienes y servicios, lo que no quita el hecho de que sean escasos… Surgen así
preguntas básicas: ¿qué hacer para satisfacer las necesidades humanas de
bienes y servicios en un mundo de escasez?, ¿cómo maximizar el conjunto de
bienes y servicios disponibles en un momento dado?, ¿cómo justicar el ra-
cionamiento de los recursos limitados [frente al llamado de la sustentabilidad
y la justicia intra e intergeneracional]? Estas son las cuestiones esenciales del
debate actual acerca de la sustentabilidad.
Note el lector que esta pregunta dista de aquellas que formuló el equipo
de Los límites del crecimiento (Meadows et al., 1972, p.19): ¿Qué pasaría si el cre-
cimiento de la población siguiera sin control? Aunque de alguna manera se
asemeja a las preguntas adicionales que se hicieron: ¿cuáles serían las conse-
cuencias medioambientales si el desarrollo económico continuara a su paso
actual?, ¿qué se puede hacer para asegurar una economía humana que provea
lo suciente para todos y además tenga cabida dentro de los límites ísicos de
nuestro planeta?, la cuestión quedó entonces denida respecto de la escala,
pero también del tiempo: la equidad intra e intergeneracional cuando se dijo
“suciente para todos
En la actualidad estas “dotaciones naturales” deben entenderse como una
forma particular de capital (Kn, “capital natural”) que no sólo incluye el stock
de recursos, sino algo más complejo —en el sentido sistémico del término—
como son los “servicios ambientales”, que no representan necesariamente la
sumatoria simple de los recursos existentes.
Como bien indicaban Higgins y Savoie (1997, p.3), las sociedades, sus
economías, no pueden entenderse sin el análisis de la interdependencia y el
traslape naturaleza sociedad como proceso espaciotemporal. Los países y las
economías nacionales son de hecho conjuntos de espacios (regiones) cada uno
de ellos con sus propias estructuras económica, social, política y de poder. La
explicación de su desempeño (económico, social y político), por lo tanto, varía
en gran medida por el grado en que se integran con el entorno en diferentes
7Un lector interesado puede consultar excelentes textos al respecto: Marsh, 1864; Thomas, 1956; Gou-
die, 1986; Turner, et al., 1990, entre otros.
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escalas y tiempos determinados.
Según Harvey, los conceptos de espacio y tiempo son fundamentales para
casi todo lo que pensamos y hacemos; para la forma en que vemos el mundo que
nos rodea; y para denir cómo teorizamos acerca del mismo; para entender 1)
el entorno en el que vivimos (aire, agua, suelo y paisajes);
2) el ecosistema que soporta la vida en general [y los servicios ambientales
que presta]; y 3) la cantidad y calidad del stock de recursos naturales (renovables
y no renovables) que permiten el desarrollo de la actividad humana. Nótese
las diferentes escalas. Harvey hace referencia a disciplinas como la historia,
la geograía y la antropología, como otro aspecto a considerar. Advierte que
estas dos últimas, presentan algunas limitaciones. Por un lado, los antropó-
logos han realizado sus estudios en determinados lugares sobre sociedades o
grupos humanos particulares, pero al hacerlo no han puesto suciente énfasis
en el análisis del ámbito ísico que sostiene a ese grupo social en particular, y
con el cual interactúa, ni tampoco se han interesado por comparar o buscar si-
militudes entre un grupo/lugar y otro. Los geógrafos, por su parte, están cons-
cientes del entorno ísico, pero subestiman las estructuras social y cultural y el
marco político y administrativo que caracterizan al grupo social y que denen
sus interacciones o relaciones con el entorno.
Para Harvey (op. cit., pp.208-209), los conceptos de espacio y tiempo
proporcionan el referente para ubicarnos, para denir nuestra situación
y posición con respecto de lo que pasa alrededor nuestro o en el resto del
mundo. O bien, permiten expresar normas para ubicar a la gente, los eventos
y las cosas en el lugar “apropiado, o para subvertir dichas normas deniendo
nuevos lugares: “en el margen, “en la frontera, desde los cuales se puede
opinar, actuar... Tal profusión de signicados y ambigüedades puede, dice
Harvey (op. cit.: 118), ser ventajosa para explicar los procesos de cambio “so-
cioecológico” que afectan la relación sociedad naturaleza.
En el otro extremo está la escala global en la que se sucede la
vida humana en el planeta. Los cambios globales, por cierto, afectan
lo local en un continuum espacio temporal. El nexo “socioecológico
que identica Harvey abre entonces el interés analítico en los procesos
globalizadores. Independientemente de los impactos económicos, ideológi-
co-culturales (Sklair, 1991, cap. 5), o psicológicos que tiene sobre la calidad y
estilo de vida de los individuos en su entorno inmediato (en lo local), la glo-
balización pone en riesgo recursos y servicios ambientales globales y, por lo
tanto, cabe preguntarse si es que la escala que han alcanzado las actividades
humanas y los procesos productivos en la actualidad es consistente con
el deseo de hacer sustentable y viable la existencia humana sobre la Tierra, o
con la necesidad de asegurarla sin llegar a consecuencias inaceptables (Heal,
2000, p.169).
Reexiones nales
Los procesos se maniestan, cabe decir, en distintas escalas a través de
diferentes variables a veces de manera secuencial o bien de forma
simultánea. Quisiera ejemplicar con una muy reciente nota informati-
va (junio 2024) que preparó el Centro de Estudios Internacionales Gilberto
Bosques (http://centrogilbertobosques.senado.gob.mx/) del reporte de la
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CEPAL sobre los recursos naturales en América Latina y el Caribe. La CEPAL
plantea la urgencia de fortalecer la sostenibilidad de modo que las políticas
sectoriales, industriales y tecnológicas se alineen e interactúen entre sí con el
n de reducir las brechas económica, social y ambiental. Identica tres “crisis
estructurales”:
1. La crisis social reejada en altos niveles de desigualdad. [escalas
subnacional y local]
2. La crisis económica que se percibe en el bajo crecimiento de los últimos
años y la brecha tecnológica respecto a los países desarrollados. [escala
nacional]
3. La crisis ambiental ocasionada por la pérdida de biodiversidad,
bosques, suelos y aguas y por el incremento de gases de efecto
invernadero. [escala global]
Ante estas situaciones, la CEPAL plantea la urgencia de fortalecer la
sostenibilidad de modo que las políticas sectoriales, industriales y tecnológicas
se alineen e interactúen entre sí con el n de reducir las brechas económica,
social y ambiental. Es importante esta nota y el texto de la CEPAL que se sintetiza
pues hay un intento de interrelacionar todas las variables que se desprenden
del diagnóstico del papel de los recursos naturales en la transición hacia un
modelo de desarrollo más sostenible: los recursos naturales; la transición
energética; la transición hídrica; la biodiversidad como base de la transición
hacia la sostenibilidad; la bioeconomía y la transición agroecológica; el
aporte de los hidrocarburos para una transición económica y energética, y
la transición hacia una nueva minería. Pero, ¿cómo articular estas variables
en una perspectiva que muestre claramente las interrelaciones contextuales
en esta compleja relación sociedad naturaleza, especialmente en esta escala
regional supranacional? Para explorar los cambios de esta relación sociedad
naturaleza en la escala regional, enfatizo, subnacional, en la que se ubican
los artículos que componen este número de la revista, quisiera recuperar
aquellos factores que según Higgins y Savoie (op. cit., pp. 7-10) muchas veces
no se consideran sistemáticamente en el análisis de las escalas subnacionales
o intermedias entre lo local y lo global:
1. No se reconoce por los analistas regionales la diversidad cultural de
los espacios subnacionales;
2. Estos espacios, más pequeños geográcamente que el nacional, no
necesariamente reejan la cultura ni representan el conjunto social
del Estado-nación, de ahí la necesidad de orientar las políticas y
acciones a esta escala [ámbito] subnacional;
3. En la mayoría de los países coexisten grupos de interés que dieren
entre sí sectorial y regionalmente, y en ocasiones se expresan conic-
tivamente y ocupan espacios sociales y políticos en distintas escalas;
4. Cuando los intereses de grupos sociales y espacios particulares están
Síntesis del documento elaborado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe
(CEPAL). Panorama de los recursos naturales en América Latina y el Caribe, 2023. Santiago.
Consultado en mayo de 2024, en: https://repositorio.cepal.org/server/api/core/bitstreams/c76a7a2f-
5dc9-4eb6-b7e8-1cf98ab85e4d/content
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estrictamente vinculados con la estructura de la economía, pueden
compartir intereses comunes;
5. Sin embargo, las comunidades y grupos sociales desarrollan una
mayor lealtad hacia el “lugar” que hacia la actividad o sector en el que
trabajan. De ahí la importancia de decidir si la política y las acciones
se dirigen al “lugar” o a la “gente”;
6. Como resultado de fallas en el funcionamiento del mercado o fallasde
la política pública, el mercado no funciona como propone la teoría, de
ahí que el criterio debería ser: políticas ad hoc con medidas apropiadas
a cada caso en particular;
7. No es automática e ilimitada la armonía de intereses en una economía
o sociedad nacional, por lo que una política universal (no focalizada)
no necesariamente beneciará a todos.
8. Los problemas y los conictos se traducen o tienen un referente
espacial. En función de las diferencias de capacidad algunos sectores
o regiones estarán mejor preparados que otros para enfrentar retos
y aprovechar oportunidades. Habrá así sectores, regiones y grupos
sociales ganadores y perdedores.
9. Hay también traslapes entre la estructura de la economía nacional
y el desarrollo regional. Los cambios en la estructura ocupacional
y sectorial han o podrían haber signicado desarrollo regional,
sin embargo, éste no llega al mismo tiempo a todas las regiones ni
atodos los sectores. En la actualidad, la uidez en la localización dela
actividad económica en el mundo hace que los cambios seanmás
rápidos e inesperados en el espacio regional que en toda la economía.
10. Sin embargo, existen fuertes complementariedades entre una política
de equidad para el desarrollo regional y una política de eciencia para
la economía nacional.
Para terminar, espero que el lector de estos artículos coincida en que toda
política social, como decía Berry (2007), es política urbana, a lo que yo
agregaría: toda política social, económica o urbana es política ambiental.
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