Revista de Estudios Regionales | Nueva Época | Julio- diciembre 2024
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Mujeres que limpian: experiencia de
afrocolombianas en el trabajo doméstico
remunerado. Caso Cartagena de Indias
https://doi.org/10.59307/rerne2.481
Lizett Paola López Bajo
https://orcid.org/0000-0002-6059-175X
Resumen
El servicio doméstico es un es un nicho laboral racializado y privado de
derechos, las representaciones sociales asocian a mujeres negras a roles
de cuidado funcionando de manera tal, que diculta su acceso a ocupaciones
laborales mejor remuneradas que afectan tanto la movilidad social como re-
fuerza estereotipos. En América Latina, desde la primera mitad del Siglo XX,
se hicieron esfuerzos por garantizar los derechos laborales de las trabajadoras
domésticas, este largo proceso de lucha condujo a la creación del Convenio
Nº 189 de la OIT en Colombia, que se raticó a través de la Ley 1595 de 2012.
Este convenio proporcionó un marco jurídico propio para que los Estados se
comprometieran en la garantía de los derechos laborales; sin embargo, aún
falta mucho para que esta normativa se materialice. A partir de entrevistas en
profundidad con activistas feministas negras en la ciudad de Cartagena, se re-
construyen y analizan las experiencias en torno a las desigualdades de clase y
género que coartan las posibilidades de movilidad social de mujeres negras así
como una etnograía y documental. El objetivo de esta investigación es ana-
lizar cómo se conguran las experiencias de las mujeres negras en el trabajo
doméstico remunerado para mujeres blanco-mestizas de clase media, media
alta y alta de la ciudad de Cartagena.
Palabras clave: trabajo doméstico, desigualdad, afrodescendencia, trabajo, derechos
laborales.
Recepción: 6/8/24
Aceptación: 22/10/24
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Women who clean: afro-colombian experience in
paid domestic work. Cartagena de Indias Case
Abstract
Domestic service is a racialized and disenfranchised labor niche. Social re-
presentations associate black women with care roles, functioning in such
a way that makes it dicult for them to access better-paid occupations that
aect both social mobility and reinforce stereotypes. In Latin America, since
the rst half of the 20th century, eorts were made to guarantee the labor
rights of domestic workers. This long process of struggle led to the creation of
ILO Convention No. 189 in Colombia, which was ratied through Law 1595 of
2012. This agreement provided its own legal framework for States to commit
to guaranteeing labor rights; However, there is still a long way to go for this
regulation to materialize. Based on in-depth interviews with black feminist
activists in the city of Cartagena, the experiences around class and gender in-
equalities that restrict the possibilities of social mobility of black women are
reconstructed and analyzed, as well as an ethnography and documentary. The
objective of this research is to analyze how the experiences of black women in
paid domestic work are congured for white-mestizo middle, upper middle
and upper class women in the city of Cartagena.
Keywords: domestic work, inequality, Afro-descendants, work, labor rights.
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Mulheres que limpam: a experiência das
mulheres afro-colombianas no trabalho
doméstico remunerado. O caso de Cartagena das
Índias
Resumo
O
serviço doméstico é um nicho de trabalho racializado e desprivilegiado.
As representações sociais associam as mulheres negras às funções de
cuidado de forma a dicultar seu acesso a empregos mais bem remunerados,
afetando tanto a mobilidade social quanto reforçando estereótipos. Na Amé-
rica Latina, desde a primeira metade do século XX, foram feitos esforços para
garantir os direitos laborais das trabalhadoras domésticas, e este longo pro-
cesso de luta levou à criação da Convenção n.º 189 da OIT na Colômbia, que
foi raticada através da Lei 1595 de 2012. Esta convenção proporcionou um
quadro jurídico próprio para que os Estados se comprometessem a garantir os
direitos laborais; no entanto, ainda há um longo caminho a percorrer para que
esta legislação se concretize. Com base em entrevistas em profundidade com
activistas feministas negras na cidade de Cartagena, reconstruímos e anali-
samos as experiências de desigualdades de classe e de género que limitam as
possibilidades de mobilidade social das mulheres negras, bem como um estu-
do etnográco e documental. O objetivo desta investigação é analisar como se
conguram as experiências de trabalho doméstico remunerado das mulheres
negras para as mulheres brancas-mestiças de classe média, média-alta e mé-
dia-alta na cidade de Cartagena.
Palavras-chave: trabalho doméstico, desigualdade, afro-descendência, trabalho, di-
reitos laborais.
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Introducción
Las mujeres negras esclavizadas traídas desde África al continente america-
no fueron dispuestas, principalmente durante la época de la Colonia (Siglos
XVI-XVIII), a las labores del servicio doméstico, pues las tareas agrícolas y mi-
neras se desempeñaron en menor medida. Como mujeres de la familia lava-
ban, planchaban, limpiaban la casa, cocinaban, cuidaban de quienes enferma-
ban, preparaban los bebedizos para que sanaran y se encargaban de una tarea
de suma importancia: ser el aya y nodriza de los hijos de los amos (Cardona
Londoño y Agudelo Henao, 2019). El espacio de la domesticidad, ya fuera la
casa o las haciendas, se constituyeron como el lugar donde eran víctimas tanto
de acoso sexual por parte de los amos (también por otros hombres esclaviza-
dos) así como, por la crueldad de las amas (Camp, 2004; Hernández Reyes,
2018) quienes las castigaban duramente cuando se rebelaban al no hacer una
tarea o contra quienes fueran las amantes de sus maridos.
Mucho después de obtener la Independencia (1819), la Ley del 21 de mayo
de 1851 puso n a la esclavitud en la Nueva Granada (Blanco Blanco, 2020); no
obstante, de acuerdo con los datos disponibles, las mujeres afrodescendientes
se ocupan mayoritariamente en el trabajo doméstico remunerado, en compa-
ración con las no afrodescendientes (Cepal, 2018). En una proporción impor-
tante proceden de zonas rurales (Goldsmith, 2007) y marginadas del país, con
población mayoritariamente afro, se ven expuestas a la precariedad laboral
esto se relaciona directamente con una lógica racista, donde se naturaliza su
condición de sirvientas en la sociedad (Cepal, 2018). Tal situación signicó
plantear los siguientes cuestionamientos: ¿Cómo se conguran las experien-
cias de mujeres negras en el trabajo doméstico?
El trabajo doméstico remunerado de acuerdo con el Convenio 189 de la
Organización Internacional del Trabajo (OIT) se dene como aquel realizado
para o dentro de un hogar o varios hogares en el marco de una relación de tra-
bajo. Pero el trabajo es un fenómeno complejo el cual es necesario entenderlo
desde una perspectiva feminista que pueda visibilizar “las diferencias en las
condiciones de participación de las mujeres enmarcadas por la división sexual
del trabajo” (Salazar et al., 2022, p.3). En cuanto al trabajo doméstico no remu-
nerado no se concibe como “trabajo, pues no se relaciona con las actividades
productivas del mercado (Velázquez et.al., 2020) esta visión limitada ha sido
redenida por la crítica feminista, pues se ha argumentado que el quehacer
de las mujeres está relacionado tanto con los ámbitos de producción como de
reproducción (Salazar et al., 2022).
Las sujetas de este análisis son mujeres negras que se dedican al trabajo
de servicio doméstico para familias de clases medias, medias altas y altas en
la ciudad de Cartagena, Colombia, denominadas como “la muchacha del ser-
vicio” “la señora que me limpia” “la empleada A partir de ello, intentaré mos-
trar que son un sector particularmente vulnerable por su condición étnica, de
género, edad o condición de migrante (Durin, 2013), por el hecho de provenir
de zonas rurales del Caribe colombiano (o zonas periféricas de la ciudad) y
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su clase social. La discriminación se da en las distintas situaciones donde se
interceptan estas categorías y aunque la categoría raza es la base conceptual
de la investigación, la raza no actúa como única variable explicativa, a ello
se debe añadir que el servicio doméstico está cargado de estigma, pues como
señala Bridget Anderson (2006) se asocia con la suciedad, en otras palabras,
se relaciona con cualquier sustancia sucia o repugnante, como barro, mugre,
polvo o excremento.
Es fundamental indicar que el análisis se hace desde una perspectiva in-
terseccional. La interseccionalidad permite analizar cómo diferentes ejes de
opresión (género, raza, clase, etnicidad, entre otros) se entrelazan y afectan
las experiencias de estas mujeres (Loureiro, 2023). Las trabajadoras del hogar,
en su mayoría mujeres, suelen enfrentar no solo discriminación de género,
sino la marginalización económica y social debido a su posición en la jerar-
quía laboral. Además, en muchos contextos, como en los que se realizó esta
investigación, una gran parte de estas mujeres provienen de comunidades in-
dígenas, afrodescendientes o migrantes que, en consecuencia, añade otra capa
de vulnerabilidad y exclusión. La conjunción de estos factores compone una
categoría de interseccionalidad, lo cual signica reconocer cómo las múltiples
opresiones se combinan para crear barreras especícas que afectan su acceso
a derechos laborales y sociales.
La raza es un concepto problemático que fue usado de manera corriente
y trivial durante el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, se dejó de usar
como consecuencia del genocidio perpetuado por los nazis en Alemania, sien-
do reemplazada por el término etnia (Viveros Vigoya y Lesmes Espinel, 2014).
A pesar de ello, adquirió con el tiempo los mismos presupuestos biogenéticos
del concepto raza. En Colombia aún persisten los efectos de la raza en las re-
laciones sociales, los cuales son perceptibles en los contextos sociohistóricos
donde cobran sentido y tienen efectos en las vidas de las personas, la contra-
tación de mujeres negras para el servicio doméstico, ejemplican bien esta
situación, pues son vistas como ísicamente más fuertes o son consideradas
como mejores cocineras. El servicio doméstico es un nicho laboral racializado
y privado de derechos (Durin, 2013), en esta línea, la categoría raza es usada
aquí como categoría analítica y no como una categoría biológica.
En América Latina en la primera mitad del Siglo XX se hicieron esfuer-
zos por garantizar los derechos laborales de las trabajadoras domésticas. Las
primeras normativas iban encaminadas a establecer regímenes diferenciados
que otorgaban derechos mínimos (Bronstein, 1998; Dunn, 2015), tales como la
existencia de un contrato laboral, para eso se crearon leyes especícas (caso
Argentina), otros países optaron por la expedición de decretos (caso Perú), en
la mayoría de los casos se introdujeron capítulos dentro de los códigos labora-
les sobre esta población (Nicaragua, Costa Rica, Panamá, República Domini-
cana, Bolivia, Chile, Guatemala, El Salvador, Honduras, Ecuador y Venezuela)
(Lexartza et. al., 2016). A pesar de ello, el rezago heredado de la Colonia hace
que este trabajo se siga vinculando con la servidumbre y la esclavitud (Carcedo
et al. 2011). Otro aspecto sobre el trabajo doméstico es que es una ocupación
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asociada a las tareas históricamente relegada a las mujeres, de modo que, se
invisibiliza su aporte a la economía (Pérez Orozco, 2009) al mismo tiempo que
es realizado en la sombra (Durin y Bastos, 2014).
Investigaciones como la de Mary Goldsmith sobre el servicio domésti-
co, la migración femenina (1990) y las transformaciones de este en México
(Goldsmith, 2007) proporcionan herramientas de análisis para nuestro tra-
bajo. La autora muestra como se ha reestructurado el trabajo doméstico en el
país azteca a lo largo del tiempo: algunas tareas ahora son asumidas por las
patronas como el abastecimiento de alimentos, también el creciente aumento
de aparatos electrónicos facilitan ciertas tareas domésticas, acentúa el trabajo
de entrada por salida: al no estar ya de forma permanente en la casa, la rela-
ción con los patrones se vuelve menos íntima, estos son elementos a tener en
cuenta aquí.
Otros trabajos como el de Dominique Vidal (2010), muestran la relación
entre etnicidad y trabajo doméstico para el caso brasilero, donde expone las
fracturas aún profundas para alcanzar una verdadera igualdad en la sociedad
brasileña, dado que esta es la primera ocupación de las mujeres negras en este
país. En Colombia, los trabajos pioneros de Magdalena León (1984; 1989; 2013)
presentan la situación laboral de este sector, los avances en materia legislativa
de la década de 1980; no obstante, adolecen de una perspectiva interseccional
que muestre el cruce entre género, clase y raza.
Así, el objetivo de esta investigación es analizar cómo se conguran las
experiencias de las mujeres negras en el trabajo doméstico remunerado para
mujeres blanco-mestizas de clase media, media alta y alta de la ciudad de Car-
tagena, desde una perspectiva interseccional. En primer lugar, exponemos
la metodología usada en esta investigación y los métodos empleados para el
análisis, luego exponemos los resultados y la discusión sobre la temática; -
nalmente, presentamos unas conclusiones preliminares.
Metodología1
A partir de entrevistas en profundidad con activistas feministas de la ciu-
dad, se reconstruyen y analizan las experiencias que se conguran en torno
a las desigualdades de clase, raza y género que coartan las posibilidades de
movilidad social de mujeres negras.El método de selección de la muestra fue
por muestreo no probabilístico, de tipo intencional o por conveniencia. Junto
con las entrevistas participé de los talleres organizados por el colectivo Movi-
miento de Mujeres Negras, Barriales y Periféricas ubicadas en el barrio el Lí-
bano, uno de los sectores más empobrecidos de la ciudad. Para este artículo en
particular, recojo las experiencias recopiladas del segundo taller donde asistí
denominado “Corpograía para cuerpxs negrxs y barriales de Cartagena, du-
rante el mes de septiembre de 2023, dirigido por un activista de la ciudad de

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
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Cali (Colombia) integrante de la Revista Matamba, una publicación con con-
tenido antirracista y sobre disidencias sexuales.
En este taller había integrantes del sindicato de trabajadoras domésticas
de la ciudad, integrantes del colectivo quienes sus parientes (abuelas, madres,
tías, primas) trabajan o han trabajado como empleadas del servicio doméstico
en la ciudad, integrantes de colectivos trans, activistas de otras colectividades.
Todas las participantes se auto identicaron como mujeres negras, la edad de
las participantes variaba entre los trece y los sesenta años, algunas provienen
de familias desplazadas en el marco del conicto armado en Colombia, el nivel
de escolaridad variaba entre primaria incompleta y grado de maestría, desem-
pleadas en su mayoría las jóvenes, amas de casa y profesoras.
El taller comenzó con la presentación de la charla para TEDxSãoPaulo de
la activista brasileña Preta Rara “Yo, empleada doméstica” (TEDx Talks, 2017)
donde reexiona de lo que aprendió con su experiencia de trabajo como em-
pleada doméstica. A partir de esto, las participantes del taller compartieron
sus relatos sobre cómo ha sido su vida en relación con el trabajo que ejercen.
Uno de los relatos fue el siguiente:
Mi mamá y mi tía trabajaban como empleadas del servicio doméstico para
una señora en Cali, de plata. No las dejaban comer. Un día la señora des-
cubrió que mi mamá y mi tía tomaban café, era lo único que se tomaban
durante el día, pues se iban madrugadas para poder llegar a tiempo. La
patrona al descubrir esto, lo escondió [el café] en el cuarto, con llave, para
que ellas no se lo bebieran. Cuando ellas se dieron cuenta, al día siguiente,
fueron, se comieron un cereal y nunca más fueron (Relato en taller sobre
corpograía).
La siguiente actividad consistió en dibujar el cuerpo de una mujer negra:
estos se representaron como cuerpos gordos, pues los cuerpos de las mujeres
negras se asocian con cuerpos grandes, corpulentos, fuertes, facciones poco
delicadas. Para complementar la observación participante redacté las interac-
ciones que sostuve con distintos actores (Durin, 2013), entre ellos amistades
mujeres que contratan empleadas del servicio doméstico, las cuales son muje-
res de clase media, media alta y alta, profesionales, con hijos, algunas jefas de
familia, para indagar sobre las tareas que les designan, las condiciones en las
que trabajan, los salarios asignados, también anoté las historias de madres de
amigos que trabajaron para familias adineradas de la ciudad.
La segunda parte de la investigación fue la revisión documental de los
datos estadísticos del Departamento Administrativo Nacional de Estadística
(DANE), la normativa vigente en Colombia sobre trabajo doméstico (leyes, de-
cretos, sentencias judiciales), el Convenio sobre las trabajadoras y los traba-
jadores domésticos, núm. 189 del 2011 de la OIT. Información en la página del
Ministerio de Trabajo en Colombia sobre trabajo doméstico (notas de prensa,
cartillas informativas) que permitieran realizar un balance entre los relatos de
las trabajadoras y la normativa en el país sobre trabajo doméstico.
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A partir de estos relatos atravieso las experiencias que se construyen en
torno a las desigualdades de raza, clase y género (Cutuli, 2012) expresados en
el trabajo doméstico remunerado realizado principalmente por mujeres ne-
gras en Cartagena, donde el lugar que ocupan en la sociedad sigue siendo el de
ser empleadas, constituyéndose en estereotipos asignados y construidos a lo
largo de la historia. La desigualdad es nuestra variable explicativa de la exis-
tencia y permanencia del servicio doméstico (Devetter et. al., 2009). La discri-
minación que experimentan estas mujeres en sus lugares de trabajo junto con
el elemento racial “nos remiten a representaciones acerca de la diferencia, las
cuales sirven para justicar mecanismos de exclusión y favorecen la perpetua-
ción de la desigualdad entre grupos sociales” (Durín, 2013, p. 97).
Resultados
Del taller sobre corpograía surgieron historias similares a las presentadas
anteriormente, casos en los que las empleadas domésticas no pueden comer
de los alimentos que preparan, pasean perros, deben cuidar de niños y niñas
de la casa donde trabajan, lo que incluye recogerlos en la escuela o estar pen-
diente cuando llega la ruta transportadora, ayudarlos con los deberes escola-
res, darles de comer a tiempo. Además, son cuidadosamente vigiladas por si
llegan a maltratarlos, al mismo tiempo, son responsabilizadas de cualquier
cosa que estos hagan o no hagan, pues al n y al cabo son quienes los crían. A
esto, se suma el hecho de que deben ser discretas2, pues así lo requiere su fun-
ción (Durin, 2013) y tener disponibilidad para atender los requerimientos de
las familias que las contratan mientras son observadas con desconanza. En
este sentido se comprenderá que se establecen vínculos de dependencia per-
sonal, sobre todo en el caso de las trabajadoras de planta, quienes conviven
con sus patrones, conocen sus estados de ánimos, hasta llegan a conocer situa-
ciones muy personales, lo que contradice el ideal de trabajador libre, pues se
está ejerciendo una labor de cuidado (Durin, 2013).
Aunque en las sociedades modernas existen consensos sobre la necesi-
dad de los servicios domésticos no se logra abandonar la idea de servidumbre
(Vidal, 2010) que se arrastra desde la Colonia, esto hace muy diícil que esta
labor se vea como otros ocios y trabajos, dentro del marco de una relación
contractual. El resultado son situaciones de distintas formas de discrimina-
ción, las representaciones sociales asocian a mujeres negras a roles de cuidado
funcionando de manera tal, que diculta su acceso a ocupaciones laborales
mejor remuneradas, de ahí que varias generaciones de mujeres negras traba-
jen o hayan trabajado como trabajadoras domésticas, una constante en las ex-
periencias compartidas dentro del taller. Como señala la intelectual afroesta-
dounidense bell hooks (1995): las mujeres negras son vistas como que están en

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este mundo principalmente para servir a otros. Las disparidades que afectan
a unas poblaciones por encima de otras se normalizan a través de estereotipos
legitimados social y culturalmente justicados en procesos históricos de larga
tiempo.
Cartagena es la quinta capital con más población en Colombia, según el
Censo Nacional de Población y Vivienda del año 2018 y de acuerdo con las pro-
yecciones del Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas, la po-
blación actual total es de 1.065.570 habitantes de la cual, el 20,3% se autoreco-
noce como negra, afrocolombiana, raizal y palenquera, ello equivale a 215,458
personas (DANE, 2019). El poco autorreconocimiento es diícil de entender en
una ciudad marcadamente afro, ello se debe a varios factores que explican esta
situación: el discurso de la costeñidad y el mito del mestizaje triétnico, la exis-
tencia de racismo y discriminación racial.
El discurso de la costeñidad y el mito del mestizaje triétnico, hacen refe-
rencia a lo que signica ser costeño, es decir, comprende el haber nacido en
alguno de los siete departamentos que integran la costa caribe colombiana. En
la región se oculta la existencia de la ascendencia africana pues ser costeño o
costeña se entiende como el resultado de una mezcla donde nadie es puro, sino
que “todos tienen un poquito de las tres” [razas] (Mosquera,), diluyendo el peso
de la negritud africana en la conformación de la región. El mito del mestizaje
funciona como una promesa de igualdad racial y oculta la discriminación por
motivos socioraciales, de hecho, tiene un peso social enorme en cómo se perci-
be así misma la ciudadanía (Mosquera,) aun cuando en Cartagena los procesos
de mestizaje se dieron con menor intensidad (Viáfara et.al., 2001).
En Colombia, el autorreconocimiento “tiene que ver más con el fenotipo
que con una pretendida etnicidad” (Almario, et. al, 2007 ,sp), por eso se habla
de negritud asociado más a lo racial que a la cuestión étnica que implica no
solo los rasgos ísicos sino también las prácticas culturales y religiosas. Dentro
de este marco sociocultural el reconocimiento de la negritud es complejo y no
es un tema fácil de abordar.
Ahora bien, las dinámicas de la racialidad en Colombia son complejas, así
como lo son las dinámicas del trabajo doméstico y ambas se intersectan. Por
un lado, las trabajadoras de este grupo son de los sectores más precarizados en
materia de derechos laborales en el país (MinTrabajo, 2023). Por otro lado, de-
bemos añadir que “estos trabajos los realizan mujeres que proceden de grupos
caracterizados por su etnicidad, su situación de inmigrados o pertenecientes
a minorías étnicas” (Vidal, 2010, p. 37). De acuerdo con información censal de
la ronda de 2010 de ocho países de América Latina se “permite llegar a una
cifra aproximada de 7 millones de personas que se desempeñan en el empleo
doméstico. De ese total, es sabido que poco más de 4,5 millones, o un 63%, eran
afrodescendientes” (CEPAL, 2018, p. 40).
Otra situación a analizar es la condición de migrante. Al migrar a la ciu-
dad, una de las primeras oportunidades laborales para mujeres jóvenes de zo-
nas rurales es la de emplearse en el servicio doméstico. Su vinculación ocurre
de esta manera: la mamá de la joven profesionista (a veces también puede ser
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una vecina o algún otro familiar) con uno o dos hijos/as tiene un contacto con
alguien en el pueblo a quien le solicita una muchacha para que trabaje donde
su hija. La joven que va a ser contratada, debe trabajar para ayudar con los
gastos de la casa y para la familia campesina, ya adolescentes, les es diícil se-
guir manteniéndola, ya sea porque hay otros hijos e hijas más pequeños a los
cuales cuidar o porque es madre adolescente y debe ver por la nueva criatura.
En la casa, va a “ayudar” con las labores domésticas, lavar, planchar, es indis-
pensable que sepa cocinar, atenderá a los niños y niñas de la casa. A cambio, la
joven va a vivir en la casa de la madre profesionista, por lo cual, va a trabajar
como empleada de planta, tendrá su cama (a veces comparte habitación con
alguno de los hijos de la patrona) ropa, comida y la posibilidad de enviar re-
mesas a la familia que deja, en algunos casos se da la promesa de que podrá
estudiar en la escuela nocturna y completar su grado escolar.
Los permisos para salir son cada 15 días, los nes de semana que están en
la casa las patronas las llevan consigo al centro comercial, parques de diver-
siones, al cine para que sigan cuidando a los hijos al tiempo que se divierten y
comen juntos fuera de la casa. Dependiendo de donde sea su lugar de origen,
pueden irse a sus respectivas casas familiares, si están muy lejos de sus hoga-
res se quedan donde algún conocido o familiar que ya vive en la ciudad, por
eso de preferencia se suelen escoger las muchachas de lugares que están lejos
de la ciudad donde trabajan. La “muchacha sale más buena” cuando hace todo
esto sin quejarse y en la discreción3 que exige su puesto. Se les dice que son
parte de la familia, pero esta relación desvirtúa la relación contractual de tra-
bajo. Dado que las jornadas son tan largas, en muchos casos no estudian, al-
gunas terminan regresando a sus lugares de origen, otras al conseguir novios
en la ciudad, se van con ellos. En la ciudad al relacionarse con otras empleadas
domésticas aprenden algunos comportamientos sobre cómo ahorrar tiempo
en las labores o pequeñas resistencias en sus quehaceres, como por ejemplo,
demorarse haciendo el mandado u olvidando deliberadamente alguna tarea,
si las empleadoras son muy crueles con ellas. Aprenden también que existen
leyes que las protegen, con esta nueva información, empiezan a exigir a las
patronas que les mejoren el sueldo, si hay reticencias de parte de empleadoras
se cambian de casas o se regresan a sus lugares de origen. Las trabajadoras de
la ciudad están más familiarizadas con sus derechos laborales, por esta razón,
preeren trabajar por días con distintas familias que hacerlo de planta o con
una sola familia pues. La preferencia de laborar por días, se debe a que pueden
cobrar mejor, tienen mayor exibilidad en cuanto a los horarios de trabajo, de
modo que les permite atender las obligaciones de sus propios hogares, aunque
implique no tener las bonicaciones establecidas por la Ley 1788 de 2016 (tabla
1) que si bien se les debe pagar aún cuando solo trabajan por días, se hace uso
de la informalidad para no cancelar lo trabajado.
-

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En la Gran Encuesta Integrada de Hogares – GEIH, del DANE (2022) re-
coge que en 2022 se ocuparon 649 mil personas en la posición ocupacional de
empleados de servicio doméstico, el aumento fue de 165 mil personas frente
a 2021. Después de la pandemia por COVID-19 tuvo uno de los crecimientos
porcentuales más alto, con un aumento de 34,1 % y una contribución a la va-
riación de los ocupados de 0,8 puntos porcentuales, para el DANE se recupera-
ron 146 mil empleos de mujeres en esta posición ocupacional respecto a 2021
y en hombres 20 mil ocupados más. Más que una recuperación del empleo se
debe acotar que, en momentos de crisis de empleo, como lo fue la generada
por la pandemia, se produce el aumento del servicio doméstico (León, 1984). Si
tenemos en cuenta que durante el mismo año, la mayor parte de quienes son
empleados domésticos eran mujeres con un 93,1 %, es decir, 604 mil mujeres,
las cuales representan un 6,9% del total de mujeres ocupadas en el país (604
mil respecto a las 8 millones 992 mil mujeres ocupadas), es una consecuencia
de roles asociados a la feminidad y de la desigualdad maniesta en Colom-
bia. Al ser realizados esencialmente por mujeres, va en contra de las ideas de
igualdad de los sexos en las sociedades contemporáneas, en tanto, mantienen
la idea de que existe una naturaleza femenina que les permite realizar las labo-
res domésticas (Baerga, 1999; Vidal 2010).
Al considerar este trabajo como una labor naturalmente ejecutada por
mujeres, se considera que se les puede pagar menos, una situación que se de-
riva de esto es que si hay algún tipo de relación de parentesco, se aprovechan
de la relación de familiaridad para incluso pagar menos. Continuando con este
tema, no siempre se les cancela con dinero sino también con pagos en especie,
reciben de sus empleadores ropa de segundo uso, muebles, electrodomésticos
y con esto se salda el pago de las primas de servicio, no cumpliendo con las
obligaciones que establece la ley. Un ejemplo de ello es el siguiente, a pesar
de la existencia de la Ley 1788 de 2016 (Tabla 1) de los ocupados que se dedican
al servicio doméstico el 20,4 % de las trabajadoras domésticas (DANE, 2022)
arman haber recibido prima de servicios, mientras que el 79,6% no la ha re-
cibido.
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Tabla 1. Marco legal sobre trabajo doméstico en Colombia
Tema Marco Legal
Servicio doméstico
Decreto 824 de 1988 “Por el cual se desarrolla la Ley 11 de
1988.
Ley 1595 de 2012 “Por medio de la cual se aprueba el “Con-
venio sobre el Trabajo Decente para las Trabajadoras y los
Trabajadores Domésticos, 2011 (número 189)”, adoptado
en Ginebra. Confederación Suiza, en la 100 reunión de la
Conferencia Internacional del Trabajo, el 16 de junio de
2011.
Decreto N° 2616 del 20 de noviembre de 2013 “Por medio
del cual se regula la cotización a seguridad social para
trabajadores dependientes que laboran por períodos
inferiores a un mes, se desarrolla el mecanismo nancie-
ro y operativo de que trata el artículo 172 de la Ley 1450
de 2011 y se dictan disposiciones tendientes a lograr la
formalización laboral de los trabajadores informales”.
Decreto N. 0721 del 15 de abril de 2013 “Aliación de em-
pleadores de servicio doméstico.
Ley 1788 de 2016 “por medio de la cual se garantiza el ac-
ceso en condiciones de universalidad al derecho presta-
cional de pago de prima de servicios para los trabajadores
y trabajadoras domésticos.
Fuente: elaboración propia con base en datos del Ministerio de Trabajo de Colombia.
El convenio 189 de la OIT exige que los Estados garanticen que los me-
nores de 18 años, pero con la edad mínima para el empleo, no se les prive de
la escolaridad obligatoria. En Colombia, de acuerdo con la Ley 515 de 1999, la
edad mínima para trabajar es de 15 años, de los cuales solo podrán trabajar
en jornada diurna máxima de seis horas diarias y treinta horas a la semana y
hasta las 6:00 de la tarde. Entre los 15 y menores de 17 añossólo podrán tra-
bajar en jornada diurna y losmayores de 17 años, sólo podrán trabajar en una
jornada máxima de ocho horas diarias y 40 horas a la semana, hasta las 8:00
de la noche.
La misma ley exige que conozcan sus derechos y se les informe sobre sus
condiciones de empleo. Por su parte, la Sentencia de la Corte Constitucional
de Colombia, C-372 de 1998 establece que la jornada laboral de las trabajado-
ras y trabajadores que residen en la casa donde se emplean, no sea superior a
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las 10 horas diarias. En la práctica, no son jóvenes de 15 años la edad mínima
permitida para trabajar, en las indagaciones hechas para este trabajo, había
chicas que empezaron a trabajar a los 13 y 14 años. Tampoco trabajan 10 horas,
las jornadas van desde las 4: 00 a.m. hasta las 11:00 p.m. distribuidas así: se
levantan, hacen el desayuno para las familias, preparan los almuerzos para
los que deban llevarlo, preparan y alistan a los niños que van a la escuela, de-
ben esperar que tomen la ruta que los lleva a la escuela, luego regresar a la
casa hacer la limpieza, realizar las compras del mercado, recoger a los niños,
ayudarlos con las tareas escolares, preparar la cena y su día laboral termina
cuando dejan la cocina limpia y ya todo quedo alistado para volver a repetir lo
mismo al día siguiente.
En el ejercicio del trabajo prima la informalidad, el desconocimiento de
la ley (por acción u omisión) y se apela a las emociones, hacer sentir “parte de
la familia” a la empleada y con ello no garantizar unas condiciones mínimas
de trabajo. Aún con los avances en materia legislativa, la existencia de sindi-
catos de trabajadoras del servicio doméstico, este opera entre las tendencias
de igualdad de derechos y las jerarquías sociales establecidas marcadas racial-
mente y que funcionan en las sociedades latinoamericanas.
Conclusiones
Finalmente, si bien es necesario reconocer los avances legislativos en mate-
ria de derechos que se han hecho desde la década de los ochenta, el servicio
doméstico necesita una revisión profunda de las relaciones socioeconómicas
en las que se da. Es importante acotar algunos puntos sobre este estudio y las
limitaciones de los resultados encontrados. El trabajo doméstico es un trabajo
realizado mayormente por mujeres y de forma especial por mujeres racializa-
das. Este trabajo deja entrever que se enfrentan a distintos retos, si bien hay
una normativa para proteger a las trabajadoras domésticas el reconocimiento
como trabajadoras queda desvirtuado por relaciones de servidumbre que aún
persisten en la actualidad. El tema de la migración es una variable importante
que hay que tener en cuenta pues, al no estar familiarizadas con la ley ni con la
vida en la ciudad es mucho más fácil que se cometan abusos a las trabajadoras.
A pesar de los mecanismos dispuestos en la página web del Ministerio de Tra-
bajo, la socialización es insuciente pues estas leyes no son particularmente
conocidas en zonas rurales, donde el desconocimiento prima y la necesidad
del trabajo impera.
Es de mencionar que restan una serie de temas pendientes para futuras in-
vestigaciones. Existen algunos sindicatos en varias ciudades del país para
proteger a las trabajadoras domésticas, pero tienen limitaciones propias del
gremio para llegar a las mujeres que se dedican a este trabajo y socializar las
normas a su favor. El desconocimiento de las normas sobre trabajo doméstico
en zonas rurales pone en jaque la presencia del Estado en ciertas zonas para
velar que los derechos se cumplan y queda la pregunta de si realmente los me-
canismos usados hasta ahora son sucientes no solo para dar a conocer la ley
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sino también para proteger a las empleadas, este es otro tema pendiente. Sería
importante incorporar al análisis aspectos como el tipo de ocupación, ampliar
la caracterización del servicio de planta, las condiciones en que se realiza, las
resistencias cotidianas de las trabajadoras. Otros aspectos como el signicado
del trabajo por qué, para qué y en qué condiciones se realizan es una agenda
por investigar, asimismo, se hace necesario analizar la relación patrón-em-
pleados para analizar mejor las concepciones relativas a quien es un buen pa-
trón y viceversa.
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