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Aproximaciones a las identidades armativas de
mujeres trabajadoras con antecedentes penales
en México: afrontamiento y superación de los
estigmas
https://doi.org/10.59307/rerne2.486
Carlos Clemente Martínez Trejo
https://orcid.org/0000-0002-4088-3675
María de los Ángeles Arroyo Montoya
https://orcid.org/0000-0001-9179-8043
Resumen
La inserción laboral de las mujeres en los puestos de trabajo está estructura-
da por diversas relaciones de desigualdad con base en el género y diversas
interseccionalidades. El mercado laboral como estructura social y ocupacional
reproduce estigmas que se generalizan y socializan en ámbitos productivos y
reproductivos. Los estudios sobre el estigma se enfocan a considerar su cons-
trucción como un atributo negativo y normalizado de la sociedad, oscurecien-
do la dinámica de construcción de las identidades que afrontan y superan las
relaciones de control de género. Este artículo sintetiza una investigación que
aborda la construcción de identidades de un grupo ocupacional de mujeres con
antecedentes penales en México. A través de un estudio cualitativo que emplea
historias de vida y análisis de testimonios, se hace un análisis comprensivo
de la construcción del estigma en espacios de trabajo informales como aso-
ciaciones civiles, empresas sociales y trabajo por cuenta propia. Se concluye
que las mujeres trabajadoras que han tenido experiencias carcelarias pueden
construir identidades armativas en el sentido de constituirse como autár-
quicas y emancipadas aún en ámbitos productivos informales, precarizados
y contextos discriminatorios con base en relaciones de género, afrontando y
resignicando el estigma post carcelario como procesos subjetivos que deno-
tan agencia por parte de las propias mujeres en su activismo y trabajo por la
inclusión social.
Palabras clave: Identidad, Estigma, Género, Antecedentes penales, afrontamiento
Recepción: 09/08/24
Aceptación: 22/10/24
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Approaches to afrmative identities of working
women with criminal records in Mexico: coping
and overcoming stigmas
Abstract
The labor insertion of women in the workforce is shaped by various rela-
tionships of inequality based on gender and diverse intersectionalities.
The labor market, as a social and occupational structure, reproduces stigmas
that become generalized and socialized in both productive and reproductive
spheres. Research on stigma oen focuses on its construction as a negative
and normalized attribute of society, obscuring the dynamics of identity cons-
truction that confront and overcome gender control relations. This article
synthesizes research addressing the identity construction of a group of wo-
men with criminal records in Mexico. Through a qualitative study that uses
life stories and analysis of testimonies, a comprehensive analysis is made of
the construction of stigma in informal workspaces such as civil associations,
social enterprises and self-employment. It is concluded that working women
who have had prison experiences can build armative identities in the sense
of constituting themselves as self-sucient and emancipated even in infor-
mal, precarious productive environments and discriminatory contexts based
on gender relations, facing and redening post-prison stigma as subjective
processes that denote agency on the part of women themselves in their acti-
vism and work for social inclusion.
Keys Words: Identity, Stigma, Gender, Criminal Records, Coping
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Abordagens às identidades armativas de
mulheres trabalhadoras com antecedentes
criminais no México: enfrentando e superando
estigmas
Resumo
A
inserção laboral das mulheres no local de trabalho é estruturada por várias
relações de desigualdade baseadas no género e por diversas interseccio-
nalidades. O mercado de trabalho, enquanto estrutura social e ocupacional,
reproduz estigmas que são generalizados e socializados nas esferas produtiva
e reprodutiva. Os estudos sobre o estigma centram-se na sua construção como
um atributo negativo e normalizado da sociedade, obscurecendo as dinâmi-
cas de construção de identidades que confrontam e superam as relações de
controlo baseadas no género. Este artigo sintetiza a investigação que aborda a
construção de identidades de um grupo prossional de mulheres com registo
criminal no México. Através de um estudo qualitativo que utiliza histórias de
vida e análise de testemunhos, é feita uma análise abrangente da construção
do estigma em espaços de trabalho informais, tais como associações civis, em-
presas sociais e trabalho independente. Conclui-se que as trabalhadoras que
tiveram experiências prisionais podem construir identidades armativas no
sentido de se constituírem como auto-sucientes e emancipadas mesmo em
ambientes produtivos informais, precários e em contextos discriminatórios
baseados em relações de género, enfrentando e ressignicando o estigma
pós-prisão como processos subjectivos que denotam agência por parte das
próprias mulheres no seu ativismo e trabalho de inclusão social.
Palavras-chave: Identidade, Estigma, Género, Registo criminal, coping
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Introducción
En los últimos años las problemáticas en torno al encarcelamiento masivo, el
rol del Estado en las políticas de reinserción social, el aumento de la participa-
ción femenina en los mercados laborales, el auge de los servicios precarizados
y la atención hacia grupos vulnerables, han despertado un creciente interés en
la sociedad debido a las conexiones estructurales entre sí. En este contexto de
interés, la reinserción laboral de personas que han salido de prisión plantea
importantes desaíos tanto para las políticas de empleo como para la sociedad
en su conjunto. En un contexto donde el empleo digno es crucial para el bien-
estar social, las barreras que enfrentan las personas con antecedentes penales
afectan la capacidad de reincorporarse a la fuerza laboral, condición que im-
pacta más rotundamente a las mujeres.
La experiencia post carcelaria en el ámbito de la reinserción laboral se
distingue por estigmas que se cristalizan en diferentes niveles sociales y per-
sonales, privando de oportunidades y experiencias laborales a las mujeres
que buscan emplearse o mantener sus puestos de trabajo. Estas condiciones
tanto objetivas como subjetivas de la construcción del estigma las vulneran
en distintos mundos de la vida. Sin embargo, la construcción del estigma no
es determinante, aunque se alimente de las dinámicas estructurantes de la
división social y sexual del trabajo. Las mujeres son capaces de construir sus
propias identidades en vinculación con diversos actores y contextos de acción
organizados colectivamente que pueden promover relaciones horizontales y
emancipadas. Las condicionantes estructurales que promueven los estigmas,
por ejemplo, permean las temporalidades y los espacios, pero no determinan
a los sujetos, aunque aparezcan como realidades infranqueables pues ya que
con esfuerzo y compromiso social estas pueden ser vencidas y transformadas.
Por lo anterior, es relevante analizar con enfoques comprensivos las formas
en que se perpetúan las desigualdades en el mercado laboral colocando en el
centro del análisis la subjetividad, la acción social y el bienestar de los sujetos.
El presente artículo sintetiza los resultados de un estudio cuyo objetivo
fue abordar la construcción de las identidades de mujeres estigmatizadas con
antecedentes penales en México para identicar, con base en el análisis com-
prensivo de testimonios, los signicados basados en experiencias que enfren-
tan las mujeres al salir de la cárcel, buscar empleo y permanecer en lugares
de trabajo como asociaciones civiles, empresas sociales y trabajo por cuenta
propia.
Se parte del presupuesto de que las identidades son conguraciones sub-
jetivas que median estructuras, acciones y comportamientos, expresando
conductas con base en percepciones, signicados y articulación de sentidos.
Las identidades estigmatizadas post carcelarias son constelaciones que oscu-
recen la potencialidad de la agencia construyendo signicados de desencan-
tamiento e incertidumbre sobre el futuro, sin embargo, con las experiencias
construidas en la acción de trabajar, reconocimiento social, y apoyo solidario
en el ámbito productivo, las identidades pueden rearticularse en identidades
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armativas que potencien su integridad vista a través de la rearmación per-
sonal y la creación de proyectos futuros que promuevan bienestar.
Sobre la construcción social de la identidad y el estigma
El concepto de identidad es polisémico y generalmente se reere a la integra-
ción de una totalidad que no necesariamente es una composición derivada de
la añadidura de las partes que la componen. La identidad denota unicación,
pero esto no quiere decir que la cualidad de sus componentes sea homogénea,
que sus conexiones sean equiparables, compatibles, constantes e inmutables.
La identidad desde una perspectiva relacional considera la vinculación en y
entre sus elementos, aunque estos sean disímiles e inclusive opuestos, cons-
truyendo vínculos parciales, laxos, exibles, temporales e inacabados, pero
siempre construidos como totalidad concreta. Es decir, en un plexo social y
transaccional la identidad se considera un entramado de relaciones entre ele-
mentos, entidades o realidades presumiblemente separables o independien-
tes, pero que son dinámicos y procesuales en constante desarrollo y en curso
(Emirbayer, 1998).
La identidad sirve como un potente recurso conceptual y analítico que
puede ser apreciado tanto como objeto de estudio y enfoque que puede ayudar
a explicar la construcción identitaria de los estigmas con base en relaciones de
género en ámbitos laborales. La identidad como recurso de investigación ayu-
da a aclarar la relación de la subjetividad con diversas estructuras y la concre-
ción de las acciones sociales, con el objetivo de comprender posibles formas
sociales emergentes de cambio en contextos, individuos y sujetos colectivos.
Las identidades pueden surgir en medio de conictos y relaciones exclu-
yentes, inuenciadas por estereotipos culturalmente determinados (Dubet,
1989). Este proceso de construcción identitaria se ve moldeado por institu-
ciones que, al proteger ciertos derechos, también pueden perpetuar una per-
cepción de vulnerabilidad y revictimización, por ejemplo, para quienes han
estado en prisión.
Las identidades son también construidas y condicionadas por presiones
estructurales que designan relaciones sociales entre los sexos, donde el género
como construcción social (Lamas, 2013) es un amplio conjunto de ideas, pres-
cripciones y valoraciones sobre lo masculino y lo femenino que promueven
la discriminación con relación al sexo, mediante el género. Éste es producto
de las relaciones sociales especícas organizadas por el sistema sexogenérico
que dene los fenómenos políticos y dominantes, así como la opresión gené-
rica de las mujeres y el dominio de los hombres (ubín, 2013). Así, el género
como categoría junto a la identidad posee también “una gran potencialidad
para comprender los elementos y procesos estructurales con la subjetividad”
(Barbieri, 1996, p. 26).
Para el tema en cuestión, la identidad de las personas con antecedentes
penales frecuentemente se ve afectada por la percepción de ser socialmente
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estigmatizadas y moralmente amenazadas, lo cual puede generar sentimien-
tos de vergüenza y una autoimagen negativa (Kitsuse, 1980; Major y O’Brien,
2005). La autopercepción negativa se intensica con la internalización de es-
tereotipos impuestos desde fuera, impactando la autoecacia y generando in-
certidumbre sobre el futuro.
Desde la perspectiva microsociológica, el estigma se caracteriza como un
atributo de la sociedad, donde en esta establece categorías de normalidad con-
sideradas como relevantes, “únicamente aquellos que son incongruentes con
nuestro estereotipo acerca de cómo debe ser determinada especie de indivi-
duo” (Goman,2015, p. 15). De esta manera, la formación de estereotipos se
instituye a partir de lo que se considera “normal”, aunque la atención se dirige
hacia lo que parece diferente, construido de acuerdo con esquemas de inter-
pretación donde los actuantes restringen su acción y la construcción de signi-
cados en la interacción dramatúrgica. Así, derivado de los estudios de Erving
Goman distintas investigaciones han llevado a considerar al estigma como
un atributo intrínseco de personas o grupos a quienes se les percibe como dis-
tintos.
Desde el ámbito de la psicología social, se ha sustentado el estigma como
una categoría principal para entender las experiencias individuales y grupales
que tienen lugar en distintos ámbitos de socialización y en los que prevalece
el rechazo, y todo tipo de desigualdades derivadas de condiciones de clase, de
género, de nacionalidad, de color de piel, entre otros. Por su parte, propues-
tas posteriores profundizan en las afectaciones del estigma, es decir, cómo
las situaciones de antipatía y hostilidad tienen profundas afectaciones en los
individuos y cómo la desaprobación constante se internaliza perjudicando la
autoestima y la identidad (Link y Phelan, 2001). Asimismo, las posturas de
LeBel (2008) y Major y O’Brien (2005) destacan el manejo del estigma o las
estrategias de afrontamiento de grupos estigmatizados, proponiendo cómo
estos protegen su identidad en múltiples escenarios de movilización y acción
colectiva.
Estas posturas se adhieren a la perspectiva de la identidad como una cons-
trucción social y cultural (Giménez, 2005) que se maniesta en la interacción
y en dinámicas de resistencia, conicto, negociación y transformación de las
relaciones, evidenciando el antagonismo entre la sociedad y los grupos margi-
nados (Elias y Scotson, 2016). Así, las acciones individuales y colectivas emer-
gen con base en identidades preexistentes que inciden en su reconguración.
Este proceso puede generar “signicados que promuevan dignidad e igualdad,
especialmente cuando son activados por la agencia humana” (Salinas, y Mar-
tínez, 2023, p. 14).
Por lo anterior, la construcción del estigma y el condicionamiento estruc-
tural del género junto a las relaciones productivas, pueden ser comprendidos
en la dinámica procesual de la identidad social como negociación entre el au-
torreconocimiento y la asignación externa. Es decir, una correspondencia en-
tre la autoasignación (lo que armo que soy) y la asignación externa social (lo
que arman y evidencian los demás de mi). Esto implica que la identidad se
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congura a través del juego relacional entre dimensiones objetivas y subje-
tivas en el marco de un contexto laboral concreto. Así, una identidad arma-
tiva reere a una articulación más integra, autárquica y coherente entre sus
dimensiones signicando a la temporalidad del porvenir como un proyecto
pragmático de bienestar posible. En cambio, una identidad oscura o negati-
va, implicaría armación, pero en un sentido rotundamente condicionado al
estigma y a diversas presiones estructurales y productivas que aminoran la
potencialidad de la agencia.
Sobre la identidad laboral y el género
Hacia nales de los ochenta y con el auge del neoliberalismo, los importantes
cambios de las reestructuraciones productivas, el debilitamiento de los Es-
tados de Bienestar, la apertura de los mercados de trabajo, el cambio en las
relaciones laborales y condiciones de trabajo, la emergencia de los servicios,
la necesidad de una mayor exibilidad laboral, y la creciente participación
femenina, entre otros, exigieron reconocer y estudiar los nuevos procesos de
construcción de sujetos más allá de las tradiciones clásicas vinculadas al tra-
bajo industrial. Esto promovió abordar las dimensiones simbólicas, signica-
dos y experiencias de trabajadoras y trabajadores más allá de las perspectivas
de análisis de la clase obrera. Los estudios se tornaron más procesuales de los
contextos productivos junto a sus culturas, experiencias y espacios enfatizan-
do la centralidad de las identidades colectivas e individuales en los mundos
del trabajo. Con ello, también el propio concepto de trabajo tuvo la necesidad
de ser ampliado no sólo englobando las actividades mercantiles sino también
las que contribuyen a la reproducción social y al mantenimiento de las perso-
nas (Aguirre, 2024).
Considerando a la subjetividad como una mediación entre las relaciones
productivas estructurantes, acciones y comportamientos, ésta se articula en
distintas conguraciones de acuerdo con mecanismos de identicación, re-
conocimiento, adaptación y pertenencia en ámbitos diversos de experiencia
que habitan los sujetos. En todo espacio de trabajo existen relaciones diversas
de control social basadas en género, formas de control propios de los modelos
productivos, contenidos ideológicos y presiones de dominio de ámbitos ex-
ternos relacionados directa o indirectamente con el mundo del trabajo como
los espacios reproductivos, de consumo, ocio, recreación, entre otros. El poder
media la relación laboral y se concreta en conguraciones concretas de con-
trol, sin embargo, la subjetividad aun restringida en estos ámbitos es activada
y potenciada por los mismos sujetos de manera creativa para contrarrestar,
resistir o sobrellevar el dominio en el trabajo. Así, “se construyen identidades
laborales individuales y colectivas interactivamente con los demás, ya sean
compañeros de trabajo, gerencia, clientes o los diversos sujetos que intervie-
nen directa e indirectamente en cualquier producción con algún tipo de con-
senso” (Luna y Martínez, 2023, p. 4).
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Las identidades laborales se construyen no solamente a través de la for-
mación y transmisión de saberes, también implica considerar “las diferencias
de género, de calicación, clase, la experiencia del trabajo cotidiano, el ingreso
y permanencia en el empleo, y las características del mundo familiar” (Guada-
rrama, 2010, p. 29). El género, como asignación particularizante de roles entre
hombres y mujeres “condiciona el desarrollo de identidades como personas,
de sus cosmovisiones y de sus proyectos de vida basadas en pautas culturales,
hábitos y condicionamientos sociales” (Silveira, 2001, p. 458).
Las diferencias de género reeren medios de conceptualización y de orga-
nización social basados en sistemas binarios que oponen a la mujer y al hom-
bre, a lo femenino con lo masculino en un modo jerárquico que justica, por
ejemplo, la tendencia económica de la división del trabajo basado en roles, con
el supuesto de que las funciones económicas y sexuales distribuyen el trabajo
de manera más ecientemente productiva reservando las tareas de la esfera
pública a los hombres y, a las mujeres, el ámbito privado del cuidado y repro-
ducción familiar. Las actividades más valoradas, las que conllevan prestigio,
individualidad y reconocimiento reeren al espacio público como el ámbito
de lo iguales donde estos se autoinstituyen, en cambio, el espacio privado con-
siderado socialmente subordinado e inferior es “el espacio de las idénticas, el
de la indiscernibilidad, porque es un espacio en el cual no hay nada sustantivo
que repartir en cuanto a poder ni en cuanto a prestigio porque son las mujeres
las repartidas ya en este espacio” (Amorós, 1994, p. 3).
Lo anterior incide en la conguración de las identidades laborales y profe-
sionales, donde la “base de género es notablemente duradera y no se modica
notablemente por el incremento de hombres o mujeres” (Conway, Bourque y
Scott, 2013, p. 30). Por ello, es necesario tener una lectura que considere “las
dimensiones identitarias positivas de ruptura de las mujeres ante los patrones
estructurales productivos y de prácticas de reproducción, y donde estas tienen
la posibilidad de redenir su identidad subordinada y construirse como suje-
tos más allá del peso de las sobredeterminaciones” (Tarrés, 2007, p. 32).
Las mujeres recluidas enfrentan cotidianamente un sistema penitenciario
de sexualidad como interrelación de normas que conforman cuerpos con un
ideal disciplinario, disipando, remodelando y castigando a la población para
el cumplimiento con las normas penitenciarias y sociales. Las mujeres se re-
sisten a los intentos de imposición de identidades, corporalidades masculinas
y regulaciones ociales, pues concretan resistencias e identidades emergentes
a través de distintos mecanismos y habilidades que promueven la autodeter-
minación (Chloé, 2020).
Problemáticas sobre el mercado laboral y antecedentes
penales
El Censo Nacional de Sistema Penitenciario Federal y Estatales 2024 (CNSI-
PEF) indica que ,hasta 2023, la población carcelaria en México fue de 233,277
personas que se encontraban privadas de la libertad o internadas en los cen-
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tros penitenciarios federales y estatales (232,003 adultos y 1,274 adolescentes).
De este total, 20,852 (8.9 %) corresponden al ámbito federal y 212,425 (91.1 %)
al estatal. Del total 219,923 (94.3 %) fueron hombres y 13,374 (5.7 %) mujeres.
Con respecto a 2022, se registró un aumento de 3.2% en el total de la población
privada de la libertad o internada. (NEIGI, 2024). Las cinco entidades con ma-
yor número de mujeres privadas de su libertad son: Estado de México, Ciudad
de México, Jalisco, Baja California y Sonora (Ver gura 1).
Figura 1. Población total de mujeres privadas de su libertad/internadas
en los centros penitenciarios y centros especializados según entidad fe-
derativa en México, 2023.
Fuente: Elaboración con datos de Censo Nacional de Sistema Penitenciario Federal y Estatales (CNSIPEF, 2024).
*Mujeres privadas de su libertad en los centros penitenciarios y centros penitenciarios; sin conside-
rar a las 1 201 mujeres privadas de su libertad/internadas en el centro penitenciario federal: Centro
Federal de Readaptación Social núm. 16 CPS Femenil Morelos.
Estas cifras subrayan la importancia de abordar la reintegración laboral
de estas personas, muchas de las cuales se encuentran en edad productiva con
trayectorias educativas y laborales afectadas por su encarcelamiento. El en-
carcelamiento como el post encarcelamiento conllevan consideraciones sig-
nicativas sobre la desigualdad y la exclusión laboral. Durante el periodo en
prisión, las personas quedan fuera del mercado laboral, y al salir, enfrentan
desaíos como el desempleo y la inestabilidad laboral debido al estigma de los
antecedentes penales. Esta dinámica reeja cómo el mercado laboral puede
perpetuar la precariedad y la vulnerabilidad para estos sujetos (García, 2011).
Sumado a lo anterior, la participación laboral de personas con anteceden-
tes penales se ve afectada por la discriminación, similar a otros grupos mar-
ginados en el mercado laboral (CEPAL, 2008). Además de ello, la exclusión
laboral genera un excedente de mano de obra desfavorecida, exacerbando las
desigualdades sociales y económicas (Pérez y Mora, 2004). Así, los anteceden-
tes penales actúan como un estigma estructural que diculta el acceso al em-
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pleo, vivienda y educación, contribuyendo a una estraticación social exacer-
bada (Pager, 2003).
Esta situación revela las desigualdades ocultas detrás de la igualdad for-
mal ante la ley, especialmente en contextos como México, donde las barreras
son signicativas para quienes salen de prisión. En el marco neoliberal global,
el mercado laboral se caracteriza por la segmentación y la desigualdad, donde
coexisten condiciones laborales altamente precarias junto con sectores privile-
giados (Soto, 2015). Esta realidad reeja una sociedad dual, donde algunos sec-
tores experimentan competitividad y otros están relegados a la exclusión social
(Fraser, 2003).
Para el caso de las mujeres, ellas se enfrentan a una triple condena al sa-
lir de prisión, la que tiene que ver con el castigo penal, el juicio social acerca
de los estereotipos de género y las condiciones vulnerables que vivieron dentro
de prisión. Lo anterior conlleva al cuestionamiento sobre la reinserción social
exitosa que involucre la obtención de un empleo y de ingresos justos (EQUIS,
2021, pp.31-32). De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geograía
(INEGI, 2024) la mayoría de las mujeres tiene educación básica1 que, junto a las
limitadas habilidades y el estigma asociado a los antecedentes penales, afectan
sus perspectivas laborales y salariales.
Las investigaciones empíricas sobre mujeres trabajadoras con anteceden-
tes penales son aún insucientes. Sobresalen investigaciones acerca de la cons-
trucción social de la sexualidad en el sistema penitenciario, donde también es
necesario profundizar en la comprensión de la violencia fuera y dentro de la re-
clusión. Se abordan, por ejemplo, el régimen penitenciario que legitima y deter-
mina los usos adecuados del cuerpo y de la sexualidad “a partir de las jerarquías
carcelarias, las posiciones de sujeto en la estructura carcelaria, las relaciones de
poder intra e intergenéricas y las prácticas informales del personal administra-
tivo y de custodia” (Romero, 2017, p. 180).
Por otra parte, relevantes estudios abordan las construcciones de resis-
tencias penitenciarias desde una perspectiva multidisciplinaria a partir de la
documentación, análisis y denuncia de violencia que experimentan las mujeres
recluidas en distintas prisiones en México. Se documenta cómo el sistema peni-
tenciario mexicano se ha convertido “en un espacio más de violencia estructural
que marca los cuerpos y las mentes de hombres y mujeres pobres y racializados
(Hernández, 2017, p. 13) por un sistema penitenciario que reproduce las pers-
pectivas sexistas y racistas de la sociedad mexicana.
Acerca de las investigaciones que han explorado las experiencias peniten-
ciarias de mujeres en la búsqueda y conservación del empleo, Fernández (2011)
aborda la exclusión de las mujeres que han estado en prisión concluyendo que
el paso por la cárcel tiende a empeorar las posibilidades posteriores de encon-
trar un empleo” (p.130). Otras investigaciones que se acercan más al contexto
1 El perfil demográfico muestra que las mujeres de entre 25 a 39 años constituyen el mayor porcentaje
de mujeres encarceladas y con un nivel educativo mayoritariamente básico, comprendido entre primaria
y secundaria.
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latinoamericano se han enfocado en abordar las experiencias de hombres y
mujeres después de enfrentar dicultades para acceder al ámbito productivo.
En este sentido, García (2019, 2021) analiza el contexto organizacional enfo-
cándose al estudio de las cooperativas de reinserción social que han surgido
como una respuesta para transformar las condiciones de las y los liberados
a partir de un modelo cooperativo como alternativa de reinserción económi-
co-social. Así, las investigaciones coinciden en que las experiencias de las mu-
jeres tanto dentro como fuera de prisión son construidas socialmente por un
sistema disciplinar corporal, sexual y de género que busca imponer y reforzar
la estructura marginal y de desigualdad.
Metodología
El estudio fue realizado desde una perspectiva con orientación cualitativa em-
pleando a las historias de vida como el recurso más adecuado para responder
a los objetivos de la investigación, esto debido su capacidad de obtener una
comprensión profunda y detallada de las experiencias de las mujeres que han
egresado de prisión y su experiencia post encarcelamiento. La historia de vida
permite resaltar las experiencias vitales de los individuos en su acción den-
tro de la sociedad, descubriendo la relevancia de las vivencias personales en
los marcos institucionales y el impacto de las decisiones personales (Aceves,
2001, p. 13).
Este enfoque proporciona un contexto amplio sobre aspectos personales,
sociales, familiares y laborales. Además, se trata de una perspectiva centrada
en las personas y cómo interpretan y dan sentido a sus propias experiencias
identicando los desaíos, oportunidades y barreras que enfrentan al salir de
la cárcel. Se buscó abordar las experiencias en tres temporalidades clave: post
encarcelamiento, el acceso al empleo, la reinserción laboral y la permanencia
en el trabajo. A través del análisis comprensivo de las narrativas de las mu-
jeres se hizo una aproximación analítica a los mecanismos de identicación,
pertenencia, integración, motivación y adaptación que fomentan nuevas ha-
bilidades y reconguran las identidades en el mundo del trabajo y otros ám-
bitos reproductivos mediado por relaciones de género y la construcción del
estigma.
La aproximación a los sujetos de investigación se realizó mediante el con-
tacto con empresas sociales y asociaciones civiles, y a través de éstas se esta-
blecieron vínculos con las personas liberadas. El acercamiento a personas que
trabajan en otros espacios se ha logrado a través de conocidos y mediante el
muestreo de bola de nieve.
Los sujetos de estudio fueron las mujeres con antecedentes penales que
han cometido un delito o una infracción, independientemente si han cumpli-
do o no una condena en prisión y que estuvieron privadas de su libertad. Dada
la dicultad en acceder a esta población ocupacional, la selección se realizó
por conveniencia, tomando en cuenta dos criterios: 1) mujeres que hayan con-
cluido, o no, una sentencia condenatoria rme; y 2) mujeres que empleadas
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en una actividad laboral como parte de la atención postpenitenciaria en em-
presas sociales, asociaciones civiles o autoempleo. Se contactaron 6 mujeres
cuyas edades oscilan entre los 36 y 55 años, y con niveles educativos que van
desde secundaria hasta la universidad.
La construcción social de la ocupación y sus relaciones
de género
En el contexto de la reinserción de las personas con antecedentes penales, el
impacto de las prácticas sociales y económicas es diverso, especialmente en
el ámbito laboral. En el análisis de las narrativas explícitas e implícitas de la
experiencia laboral y los roles de género se destacan las afectaciones hacia las
personas, particularmente a las mujeres. Los ejemplos reveladores subrayan
la tendencia de las mujeres a aceptar trabajos poco remunerados, enfrentando
acoso y violencia debido a su necesidad económica cuando egresan de prisión.
Esto reeja desventajas estructurales y dicultades para acceder a empleos
dignos.
La realidad de las mujeres trabajadoras con antecedentes penales es di-
versa y compleja, inuida por factores como la edad, la nacionalidad y las con-
diciones socioeconómicas. Las experiencias post carcelarias de las mujeres
subrayan luchas y desaíos inherentes a su posición social desfavorecida. Las
dimensiones mencionadas se consideran un obstáculo adicional en un merca-
do laboral potencialmente discriminatorio. La vulnerabilidad económica que
experimentan las mujeres es evidente, lo cual afecta negativamente sus pers-
pectivas de empleo y estabilidad nanciera. Sumado a lo anterior, se agrega
también el acceso dispar a recursos sociales, económicos y culturales siendo
que las mujeres cuentan con escasas redes de apoyo, educación y experiencia
laboral lo que reduce las posibilidades de reintegrarse con éxito a un empleo
formal o informal.
Las mujeres suelen enfrentar diversas dicultades relacionadas con sus
roles de género, su identidad y la experiencia del encarcelamiento. Los manda-
tos morales de género impuestos a las mujeres es uno de los pesos estructura-
les e ideológicos que buscan asegurar la continuidad reproductiva, exigiendo
de las mujeres el acatamiento del sufrimiento, la autonegación y la armación
del rol impuesto del cuidado de la familia. Al no cumplirse lo anterior, la au-
sencia del rol tiene como consecuencia el descuido de los hijos y la familia,
y provoca que los hombres se alejen de sus responsabilidades proveedoras y
productivas fuera del hogar. Esto produce rechazo familiar y social, perpe-
tuando un estigma desde el núcleo familiar que se agrava cuando las mujeres
ingresan a prisión y son abandonadas socialmente.
El abandono social hacia las mujeres en prisión y en etapa de post peni-
tenciaria conlleva factores económicos, institucionales y familiares que se
imbrican con el estigma, la impartición de justicia y perspectiva de género
(Sosa, 2021). Son ejemplos del primer factor la falta de apoyo económico de
familiares, los gastos por manutención y asesoría, sueldo insuciente en el in-
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ternamiento, y precariedad económica pre- existente; para el segundo factor
se encuentran el tratamiento precario y no individualizado, abuso sexual por
parte de otras internas, maltratos por parte de las custodias e internas, dicul-
tad para recibir visitas; y para el factor de abandono familiar, está la falta de
apoyo solidario de familiares, conictos familiares pre existentes , entre otros.
De acuerdo con la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) “la
mujer en prisión sufre un 90% de abandono por sus familias (cónyuges, pa-
dres, hijos)” (CNDH, 2015, p. 46) viéndose disminuidas sus redes de apoyo.
Todos estos factores de abandono social ponen a las mujeres en desventaja,
frente a la población varonil, obligándolas aceptar trabajos precarios y femi-
nizados. Esta situación se agrava por la violencia patriarcal que las mujeres
experimentan cuando salen de prisión, enfrentando acoso laboral y otras for-
mas de discriminación. Además de ello, las mujeres se ven en la necesidad de
seguir conciliando las tareas domésticas y el cuidado de los hijos, con trabajos
mal remunerados y sin seguridad laboral.
Con base en el análisis de testimonios, las mujeres mencionan que suelen
encontrar empleos en empresas sociales o asociaciones civiles que tienen que
ver con el bordado, el tejido o la costura. Aunque para ellas sea un avance en
su búsqueda de estabilidad económica, estas organizaciones suelen carecer de
prestaciones laborales y acceso a la seguridad social. Otros empleos a los que
las mujeres liberadas acceden son trabajos de limpieza, trabajo de ventas, y
otros del sector servicios. Estos empleos son principalmente informales y pre-
carizados, además pueden experimentar acoso laboral y sexual y discrimina-
ción en el área de trabajo por el motivo de tener antecedentes penales.
Con base en el análisis de testimonios se han encontrado experiencias que
rearman el círculo de victimización y revictimización inuenciado por ex-
pectativas de género y construcciones culturales sobre el comportamiento y
sexualidad. Esto se presenta desde que las mujeres se encuentran privadas de
libertad. Por ejemplo, algunas mujeres continúan asumiendo responsabilida-
des familiares mientras están privadas de libertad, motivadas por el temor al
estigma y las dicultades que enfrentan al salir. Lo anterior se explica median-
te los testimonios de las mujeres que buscan formas diversas de mantener a
sus familias aun estando en prisión, como el autoempleo o empleo en indus-
trias penitenciarias gestionadas por el Estado y empresas externas.
Las experiencias post encarcelamiento para estas mujeres se ven marcadas
por desaíos adicionales especialmente en el ámbito laboral, donde es evidente la
discriminación basada en su historial carcelario. Los casos de mujeres que se abor-
daron en el estudio sugieren un afrontamiento hostil en su trabajo, y que es común
dentro del sector servicios, esto puede incluir conictos con sus empleadores. Ante
esto, el papel de diversas asociaciones civiles es proporcionar apoyo continuo para
ayudar a las mujeres a superar tales dicultades. Un ejemplo es el caso de una mu-
jer que encontró trabajo de mesera en un restaurante a través de una asociación
civil. Sin embargo, la trabajadora encontró un trato hostil por parte de su jefe que
tenía actitudes discriminatorias hacia ella por motivo del historial carcelario. Ante
ello, la asociación civil intervino y canalizó a la mujer a otro empleo.
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Como el caso anterior, el respaldo de la asociación juega un papel crucial
en la reintegración de las mujeres, ya que, a través de estas instituciones, se les
ofrece empleo y programas de capacitación que les permite adquirir nuevas
habilidades y perseguir metas profesionales. Este apoyo suele contribuir sig-
nicativamente a su bienestar emocional y nanciero. Sin embargo, persisten
desaíos estructurales que limitan las oportunidades de las mujeres como la
perpetuación de los roles de género en los programas de capacitación que se
ofrecen dentro de las prisiones y en algunas empresas sociales que les ofrecen
empleo al egresar.
Ejemplo de estas capacitaciones son aquellas que se concentran en habili-
dades tradicionalmente asociadas a roles femeninos, como bordado y costura,
que pueden resultar insucientes para acceder a trabajos mejor remunera-
dos, formales y estables. A pesar de estos desaíos, algunas iniciativas buscan
diversicar las opciones de empleo disponibles y empoderar a las mujeres al
permitirles desarrollar habilidades valiosas y potenciar su capacidad para ac-
ceder a trabajos mejor remunerados y más graticantes.
Aunque se exalta la carencia de privilegios económicos y sociales para las
mujeres liberadas, también sobresalen las acciones solidarias de las asociacio-
nes civiles cuyo objetivo es apoyar a mujeres en la misma condición precaria,
dentro y fuera de prisión. Lo anterior también demuestra un compromiso so-
cial y la utilización de recursos para promover la justicia social. Algunas aso-
ciaciones civiles también son fundadas por mujeres que estuvieron en prisión
y describen su objetivo de la siguiente manera:
Nosotros buscamos que no vuelvan a prisión y les buscamos empleo, les
ayudamos en sus documentos de identidad, les buscamos para que renten.
Es algo que nosotras estamos haciendo, queremos que las mujeres tengan
un espacio digno para vivir y sobre todo que tengan esta autonomía para
llevar a cabo autoempleo. Nosotras nos hemos fortalecido en ese sentido,
para que no seamos la sociedad que juzga (Araceli, 55 años).
Además, las experiencias personales de las mujeres revelan la importan-
cia del apoyo comunitario y la solidaridad hacia personas encarceladas y li-
beradas, lo cual se dirige a contrarrestar la exclusión y el estigma social. Las
asociaciones civiles y redes de apoyo desempeñan un papel crucial al propor-
cionar recursos económicos, oportunidades de empleo y un sentido de perte-
nencia que fortalece la resiliencia individual y colectiva.
Por su parte, la mayoría de las mujeres entrevistadas tienen trabajos in-
formales y trabajos por cuenta propia. Esto implica condiciones laborales
inestables, sin prestaciones y con bajos ingresos. Solo algunas trabajadoras en
empresas sociales tienen acceso a ciertos benecios debido a la antigüedad o
acuerdos especícos.
Las mujeres empleadas en este tipo de organizaciones encuentran cier-
ta libertad y satisfacción al contribuir a causas sociales, aunque enfrentan li-
mitaciones en términos de condiciones laborales estandarizadas y oportuni-
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dades de crecimiento profesional. Asimismo, existen disparidades de género
evidentes, especialmente en sectores especícos como el textil, donde las mu-
jeres conforman la mayoría de la fuerza laboral, pero enfrentan condiciones
laborales desfavorables.
Las mujeres declaran una disminución en sus ingresos después de salir de
prisión, lo que las lleva a trabajar en múltiples empleos para cubrir sus necesi-
dades y las de sus familias. Las condiciones de trabajo se consideran precarias
ya que las jornadas laborales pueden ser extenuantes, con largos trayectos en
transporte público y sueldos considerados insucientes para cubrir las nece-
sidades básicas. Estas condiciones objetivas precarizadas son producto de las
relaciones del control sobre el proceso productivo y la regulación de la ocu-
pación que se agravan aún más en las condiciones del trabajo de las mujeres
por las relaciones de control social con base en género. En la estructura social
laboral media la división sexual del trabajo, así como los controles propios de
las formas de ejecutar el trabajo, pero se recrudecen aún más las condiciones
cuando la relación social productiva se articula también como base en el es-
tigma post carcelario. Así, la experiencia de las mujeres excarceladas se cons-
truye en la articulación de los controles propios de los procesos productivos
(control tradicional, técnico, burocrático, técnico, normativo), la interacción
con actores laborales que inciden directa e indirectamente en la producción,
las formas de dominio con base en género que median la cotidianidad del ám-
bito laboral y sus mundos de vida, y el estigma de ser excarceladas por parte de
los empleadores, compañeros de trabajo y consumidores.
Aunque algunas mujeres han logrado establecer negocios propios o en-
contrar empleos estables gracias a redes de apoyo, la mayoría enfrenta di-
cultades para encontrar mejores oportunidades laborales debido a estigmas
y barreras socioeconómicas. Entonces, las oportunidades de movilidad social
suelen ser limitadas.
En resumen, las condiciones laborales de las mujeres descritas reejan un
panorama de precariedad y limitaciones derivados de los controles productivos,
relaciones de género y estigmas post carcelarios, predominando relaciones la-
borales informales y ausencia de protección social. Aunque existen iniciativas
de apoyo y emprendimiento, las oportunidades de movilidad social y mejora de
condiciones son limitadas para la mayoría, destacando la persistencia de des-
igualdades estructurales que afectan su bienestar económico y laboral.
La construcción del estigma en el trabajo
En el contexto de la experiencia de las mujeres y hombres con antecedentes
penales en México, el estigma juega un papel crucial en la vida post carcelaria
especialmente en el ámbito laboral. El estigma no se limita únicamente a la
experiencia de haber estado en prisión, sino que se amplica por factores adi-
cionales como el género, la discapacidad, la edad y la nacionalidad. Esta amal-
gama de estigmas se entrelaza en la vida cotidiana de quienes han cumplido
una condena, inuyendo signicativamente en sus oportunidades de reinte-
gración y desarrollo laboral.
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Uno de los principales obstáculos identicados es la práctica común por
parte de los empleadores de solicitar la carta de antecedentes no penales como
requisito para ser contratadas. Esta norma que exigía no contar con antece-
dentes penales para realizar actividades comerciales y gubernamentales se
declaró inconstitucional por la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN)
en 2020 pues tal normativa generaba una práctica discriminatoria y violato-
ria de derechos humanos vulnerando el principio de reinserción social. Sin
embargo, sigue actuando como una barrera signicativa que impide a las per-
sonas con antecedentes penales acceder a oportunidades laborales formales y
estables. Esta práctica se vuelve aún más restrictiva para las mujeres, quienes
enfrentan no solo el estigma de haber estado en prisión, sino prejuicios adi-
cionales derivados del género.
Las narrativas de quienes han experimentado esta discriminación ree-
jan un patrón de rechazo sistemático en el proceso de búsqueda de empleo. Los
testimonios de las mujeres evidencian cómo sus intentos de encontrar trabajo
se ven frustrados repetidamente por la exigencia de la carta de antecedentes
penales. Este requisito no solo reeja el control estatal sobre la reintegración
social, sino que también perpetúa un ciclo de exclusión y marginación que li-
mita severamente las oportunidades de las personas para mejorar su calidad
de vida y sus familias. A continuación, resalta un testimonio ejemplar:
Me encantaría tener un trabajo más estable, el problema aquí es que yo
fui a un hotel muy famoso, y sí les gustó lo que les ofrecía como trabaja-
dora. Me dicen que sí, me hacen la entrevista, pero me dicen, “aquí están
los papeles que requerimos para que puedas trabajar con nosotros”. Y ya
fue cuando leo todo y dice: “antecedentes no penales necesarios, y ya para
qué, ya para qué le buscaba, menos me iban a contratar (Sandra, 46 años).
Las limitaciones que enfrentan en el empleo formal las condicionan hacia
la informalidad laboral o el autoempleo, opciones que frecuentemente son
precarias y mal remuneradas. Esta situación no solo perpetúa la desigualdad
económica, sino que también socava la dignidad y el bienestar psicológico de
quienes luchan por reintegrarse de manera signicativa después de haber
cumplido su condena.
En esta dinámica el estigma no se reduce simplemente a una etiqueta le-
gal, sino que tiene ramicaciones profundas en la vida cotidiana. La experien-
cia laboral de las mujeres que han pasado por prisión se caracteriza por la di-
versidad de empleos transitorios y precarios. Muchas veces, estas trayectorias
comienzan con la capacitación dentro de la cárcel, pero al salir se enfrentan a
obstáculos signicativos como la falta de apoyo institucional para encontrar
empleo, la escasez de oportunidades en empleos formales, y el estigma asocia-
do con los antecedentes penales que diculta su contratación.
Distintas mujeres a menudo se encuentran trabajando en servicios como
la venta de alimentos o en lavanderías, donde los ingresos son mínimos y las
condiciones laborales pueden ser precarias. A pesar de estas dicultades, al-
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gunas logran mantener múltiples empleos simultáneamente para sostener
económicamente a sus familias a través de sus redes sociales de apoyo cuando
estas son sólidas. Aunque persisten desaíos, las mujeres encuentran en el tra-
bajo una forma de recuperar su autoestima y habilidades laborales.
La descolocación como experiencia necesaria de
reconguración identitaria
La descolocación es un recurso analítico que ayuda a comprender las experien-
cias de mujeres que han pasado por prisión y buscan reintegrarse al ámbito
laboral y social. Este término abarca aspectos fundamentales en la identica-
ción, vinculación, pertenencia, reconocimiento y permanencia de la congu-
ración identitaria. La experiencia carcelaria provoca una ruptura signicativa
en las trayectorias de vida y laborales de estas mujeres. El encarcelamiento
interrumpe sus planes y expectativas previas, lo que genera una sensación de
desorientación y desconexión con sus objetivos profesionales y personales.
Así, la descolocación se maniesta en la necesidad de reconstruir la identidad
personal y laboral. Las mujeres enfrentan el desaío de adaptar o crear nuevas
identidades que les permitan enfrentar el estigma asociado con sus antece-
dentes penales y ganar aceptación en el mercado laboral.
De esta forma, la descolocación implica que el estigma resultante del pasado
carcelario las limita a empleos de baja calicación y oportunidades laborales
precarias. Esto refuerza una segregación laboral que las margina aún más,
dicultando su inclusión efectiva y el desarrollo profesional. A pesar de los
obstáculos, muchas mujeres muestran una resiliencia notable al enfrentar la
descolocación. Buscan activamente oportunidades para aprender nuevas ha-
bilidades y adaptarse a las exigencias cambiantes del mercado laboral, a me-
nudo estableciendo metas a corto y mediano plazo como acciones proyectivas
y creativas para enfrentar la incertidumbre.
Sin embargo, los testimonios resaltan cómo algunas mujeres han desisti-
do de su carrera profesional por haber estado en prisión. Un ejemplo es el caso
de una mujer que tiene como profesión la enfermería, sin embargo, se nie-
ga a continuar ejerciendo profesionalmente por el rechazo institucional por
motivo de los antecedentes penales, además, menciona que dicha profesión
requiere actualización constante y, por haber estado en prisión, se considera
poco competente para continuar con dicho ejercicio. Como ella, otras mujeres
preeren proponerse objetivos a corto plazo, como permanecer en su empleo
actual, aunque este no tenga que ver con las habilidades profesionales que
ellas poseen.
La descolocación, por otra parte, también impulsa una búsqueda por la
construcción del sentido en el trabajo y en la vida personal. Las mujeres bus-
can establecer conexiones signicativas y reconstruir su proyecto de perte-
nencia en la sociedad, superando las barreras sociales y estructurales que en-
frentan, ideando formas creativas, pragmáticas y estratégicas que les ayuden
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a construir trayectorias de acción alternativas basadas en nuevos lazos solida-
rios a través de relaciones de pareja, compañeros de trabajo, nuevas amistades
y camaraderías.
En resumen, la descolocación es un proceso multifacético que atraviesan las
mujeres que han estado en prisión. Va más allá de la simple readaptación labo-
ral, sino que reeja la construcción de una lucha por la autonomía, vinculación
y estabilidad identitaria con el n de construir oportunidades signicativas
para superar las limitaciones impuestas por el estigma. Así, este proceso dia-
léctico de descolocación es un ámbito de posibilidad de ampliación de la subje-
tividad que puede “potenciar la armonización del desarrollo humano con el
desarrollo social si se construyen relaciones que no impliquen dominación
económica ni política. (Zemelman, 2010, p. 7).
Acciones individuales y colectivas de reformulación del
estigma
El estigma se construye y se solidica en diferentes niveles sociales y perso-
nales. Se maniesta principalmente en el ámbito interpersonal, donde mu-
jeres y hombres que han estado encarcelados experimentan rechazo, etique-
tación y la atribución de características negativas. Esta estigmatización no
se limita a su pasado delictivo, sino que también se extiende a otras dimen-
siones de su identidad social con base en relaciones de género y clase social.
El impacto del estigma se extiende más allá del ámbito productivo,
pues también permea a las interacciones sociales y la autoestima de quie-
nes lo experimentan. Las mujeres con antecedentes penales relatan que se
ven obligadas a cerrar sus círculos sociales, limitando sus oportunidades de
integración. Este proceso de marginación refuerza las estructuras de poder
desiguales que operan tanto a nivel normativo como institucional en detri-
mento de las mujeres. Además de lo anterior, se destaca que el estigma no se
reduce simplemente a una etiqueta legal, sino que tiene ramicaciones pro-
fundas en su vida cotidiana. Por ejemplo, para proteger su identidad y evitar
el rechazo social, estas mujeres desarrollan estrategias de ocultación y evi-
tación. Aquí la vergüenza juega un papel crucial, siendo tanto una respuesta
emocional individual como un mecanismo social de control. La vergüenza
está vinculada a la percepción de haber violado normas sociales y morales,
intensicando el autoestigma y generando conductas de evitación para evi-
tar la discriminación.
Los testimonios revelan cómo las mujeres pretenden mantener una
“normalidad” percibida para ser aceptadas socialmente, pero al mismo tiem-
po luchan con sentimientos de inferioridad y la percepción de ser juzgadas
constantemente. La autoestigmatización se profundiza cuando ellas perciben
que tienen menos oportunidades que otras personas y se sienten incapaces
de alcanzar ciertos objetivos debido a su historial. Sin embargo, a pesar de
estos desaíos, encuentran formas de resistir y transformar el estigma. A
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través de la rearmación personal, la integración laboral y el apoyo social,
buscan cambiar las percepciones de la sociedad sobre ellas mismas. Estos
procesos no solo afectan su identicación y autoconcepto, sino que también
inuyen en cómo son percibidas y reconocidas por los demás.
Por otro lado, mujeres que han transitado por la prisión han tenido la ex-
periencia de ser partícipes en la construcción de identidades colectivas a tra-
vés del activismo como acción política para el cambio social y personal. Estas
mujeres, enfrentándose a estigmas y dicultades de reinserción, encuentran
en las organizaciones civiles un espacio para desarrollar y potenciar aspectos
relevantes de su identidad individual y colectiva. Las mujeres que han esta-
do privadas de libertad encuentran en el activismo una vía para construir un
“nosotras” colectivo, basado en experiencias compartidas de la lucha contra el
estigma y la revictimización.
A través de asociaciones formadas por mujeres que han estado en prisión,
éstas trabajan en conjunto para apoyarse mutuamente en la reintegración so-
cial y en la defensa de sus derechos. El activismo no solo les permite transfor-
mar su propia identidad personal, sino que brinda a las mujeres herramientas
para desaar activamente el estigma social y las etiquetas negativas, también
pueden inuir en la sociedad promoviendo cambios estructurales que bene-
cien a quienes han pasado por la prisión. Así, el activismo se convierte en
un mecanismo de empoderamiento personal y colectivo, permitiendo a las
mujeres superar el estigma, cambiar las percepciones sociales reivindicando
su dignidad, empoderando su capacidad para contribuir positivamente a la
sociedad, ayudar a otras mujeres en situaciones similares y encontrar sentido
en sus vidas. El siguiente testimonio es ejemplar en este sentido:
Yo tengo la oportunidad de tener la satisfacción como persona de poder
ayudar a las mujeres que están dentro de prisión, pues como persona es
algo que me da gozo, me da espiritualidad el ver una sonrisa, un abrazo
sincero, ahora que ellas me invitan a apoyarlas, yo me siento parte de las
mujeres que tienen una necesidad sea cual sea su condición, sea en la cár-
cel o que estén libres, porque muchas mujeres tienen más cárcel que las
que están en Santa Martha (Sandra, 46 años).
Esta experiencia promueve que estas mujeres se auto perciban como
agentes de cambio, desaando no sólo las normas de género, sino también
los roles tradicionales y las expectativas sociales impuestas. A través de la
participación activa en la vida comunitaria y la defensa de sus intereses,
estas mujeres contribuyen a la creación de espacios de derechos y recono-
cimiento, fomentando una sociedad más justa e inclusiva.
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Potencialidades de las identidades armativas: hacia nuevas
relaciones de transformación autárquicas
El estudio sobre las experiencias de mujeres cuyas vidas han sido afectadas
por el encarcelamiento revela la compleja formación y transformación de sus
identidades, especialmente en el contexto de la reintegración ocupacional. A
pesar de la posibilidad de ocultar antecedentes penales en comparación con
atributos ísicos inalterables como el color de piel por ejemplo, el estigma
asociado al haber estado en prisión puede ser diícil de manejar y resistir, es-
pecialmente en el ámbito laboral donde la solicitud de antecedentes penales
puede excluir a individuos incluso antes de una entrevista. Sin embargo, los
testimonios evidencian que existe fuerte capacidad para trabajar activamente
en la transformación de sus identidades. Esto implica la creación de un nuevo
Yo ético y la restauración de la vida personal (Maruna, 2001). La adaptación
a un nuevo entorno después de la prisión puede ser desaante pero también
puede ser facilitada por redes de apoyo, lo cual es crucial para una nueva cone-
xión con los mundos de la vida.
El acceso al empleo juega un papel fundamental en esta vinculación. A pe-
sar de las barreras en el acceso al trabajo, las condiciones de informalidad y
precariedad, el trabajo no solo proporciona ingresos, sino también experien-
cias subjetivas muy signicativas de socialización y responsabilidad, lo que
conrma que el mundo del trabajo es un ámbito que puede coadyuvar a las per-
sonas que estuvieron en prisión a volver a la comunidad (Visher et al., 2010).
Esto es posible a pesar del condicionamiento estructural del propio control
productivo, pues las identidades individuales estigmatizadas postcarcelarias
se reconguran en interacción y relacionalidad colectiva construida con base
en un reconocimiento y vinculación entre iguales. Se congura una identidad
colectiva desde la construcción social de la identicación del “nosotros” y una
distinción respecto a “ellos”, una identidad inicialmente negativa (oscurecida
en términos de potencialidad de agencia), estigmatizada y desencantada del
porvenir que se proyecta hacia una identidad armativa que articula un nuevo
proyecto de bienestar personal.
Las mujeres al sentirse acompañadas, al compartir experiencias similares
e ideas de proyecto también comunes, se identican entre sí desde la identi-
dad estigmatizada post carcelaria, pero gracias al apoyo solidario de sus com-
pañeras, empleadores, oportunidades de ser empleadas y principalmente, de
caer en cuenta de su capacidad de trabajar y gozar reconocimiento derivado
de su esfuerzo, las mujeres arman su vida hacia la construcción de un nuevo
sentido que depende de su acción autónoma y colectiva.
Así, en su subjetividad con base en la experiencia de sus mundos de vida,
se activan códigos de la cultura amplia que son resignicados para la acción
concreta de trabajar, lo que coadyuva a un proyecto pragmático de porvenir
con metas de distinto alcance. El estigma en sus dimensiones objetivas y sub-
jetivas no son determinantemente negativas, sino temporalmente condicio-
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nantes, donde sus signicados se articulan en la armación de una identidad
emergente, independiente y potencialmente más íntegra.
Para las mujeres, la experiencia en el trabajo representa una oportunidad
de restaurar la autoestima y de reconstruir una identidad positiva y con mayor
autarquía, contrarrestando los signicados opresores del estigma como la di-
ferenciación respecto al grupo, vergüenza, autoimagen negativa, incertidum-
bre sobre el futuro, antipatía y hostilidad.
Las asociaciones civiles ofrecen un espacio social donde estas mujeres
pueden desarrollar habilidades tácitas para el trabajo, encontrar apoyo mu-
tuo y construir relaciones solidarias que pueden promover cohesiones grupa-
les que promuevan identidades más emancipadas. Sin embargo, los empleos
que se promueven aun distan bastante de ser considerados formales y estables,
pues tienen un gran reto por mejorar las condiciones laborales, ingresos com-
petitivos, procesos de trabajo más solidarios, no encubrimiento de relaciones
informales y condiciones dignas con respeto a los derechos laborales.
Conclusiones
Los hallazgos presentados dan evidencia de nuevas reconguraciones iden-
titarias laborales y personales armativas caracterizadas con una integridad
cada vez más autárquica y emancipada aún en ámbitos productivos informa-
les, precarizados y contextos discriminatorios, contrarrestando el estigma y
fomentando la inclusión social. Aún bajo la presión estructural del control
productivo, las condiciones objetivas del empleo, las relaciones de género y el
estigma post carcelario, las mujeres denotan una reconguración identitaria
armativa con signicados de altruismo, cooperación, solidaridad, y compro-
miso personal y colectivo, además de la adquisición de conocimientos tácitos
en el trabajo. Maniestan dinámicas identitarias de reactivación selectiva y
resignicación de elementos pretéritos de su experiencia penitenciaria que
fortalecen su pensamiento y acción en el presente, incorporando de manera
rutinaria en el trabajo y en su actividad práctica disposiciones para la orienta-
ción futura. Las identidades armativas denotan formulación imaginativa por
parte de las mujeres para perlar de manera pragmática trayectorias futuras
de acción en distintos plazos, lo que maniesta confrontación y resistencia al
estigma, concretando distintas habilidades que invisibilizan la estigmatiza-
ción con el propósito de resignicarlo y superarlo.
Las expresiones prácticas individuales y en colectividad de las mujeres
trabajadoras con antecedentes penales maniestan capacidad de hacer juicios
prácticos, normativos y valorativos para construir trayectorias de acción al-
ternativas con base en esperanzas de acceder y permanecer en el empleo, así
como de encontrar estabilidad en el plano personal y reconocimiento social.
La latencia del estigma en las mujeres se asume no exclusivamente como
temor o desesperanza, sino que junto a estos emergen intensamente nuevos
deseos y signicados de reconocimiento identitario con base en el trabajo y los
frutos de este. Así, el estigma permanece de forma objetiva y subjetiva a través
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de dilemas y ambigüedades propias de las situaciones cotidianas, pero se re-
suelven en las prácticas, negociaciones, y resignicación de códigos transfor-
mados por la agencia dando así estabilidad, integridad, coherencia, sentido de
proyecto de bienestar y permanencia a las identidades sociales.
El trabajo empodera a las mujeres no solo proporcionándoles medios
económicos, sino integrándolas en una red más amplia de oportunidades
y reconocimiento social. Este proceso de transformación identitaria que se
construye en el ámbito laboral ayuda a superar las condiciones de exclusión y
vulnerabilidad que enfrentan las personas que han estado encarceladas, pro-
moviendo una reintegración más signicativa en la sociedad. Sin embargo,
aún queda pendiente la mejora de las condiciones objetivas del trabajo en las
organizaciones, pues muchas de sus dinámicas subsumen y encubren aún re-
laciones de distintos tipos de control en los procesos del trabajo y de género,
obstaculizando la emergencia de nuevas resistencias y relaciones solidarias en
la producción y en el activismo.
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