
Revista de Estudios Regionales | Nueva Época | Julio- diciembre 2024
| 67 |
Al denir la violencia estructural Galtung (2016), reere a una forma de
violencia sistémica basada en relaciones de poder, y una consecuente distribu-
ción desigual de la riqueza. La violencia estructural se acompaña de la violen-
cia directa (golpes, tortura, mutilación, abuso, etc.) y de la violencia cultural,
la cual hace que en el imaginario colectivo las injusticias sistémicas obtengan
justicaciones, es decir, se legitima a través de aspectos culturales, idioma, ar-
tes, religión, etc., “La violencia simbólica incorporada a una cultura no mata o
mutila como la violencia directa incorporada a la estructura. Sin embargo, se
utiliza para legitimar ambas o una de las dos” (Galtung, 1989, p. 1).
De manera general, factores como etnia o lugar de procedencia, clase o
posición social, edad, preferencia sexual, sexo y género, provocan que la pro-
babilidad de vivir alguna forma de violencia se incremente. Así, cada persona
o grupo en situación de vulnerabilidad pueden interconectarse diversos facto-
res que aumentan el riesgo de violencia. Por ello, un concepto importante para
este estudio es interseccionalidad, ya que da cuenta de cómo en algunos grupos se
superponen elementos que agravan las desigualdades estructurales.
Si bien Galtung acuña el término violencia estructural de manera genérica, al
analizar su aplicación a partir de las diferentes realidades de vulnerabilidad y
desigualdad social, se resuelve que en realidad se trata de múltiples formas de
violencia que causan distintos estragos. En ese sentido, en este documento se
preere el uso de violencias estructurales, enfatizando que se trata de un tejido
de violencias que se intersectan y generan relaciones sociales de sometimien-
to, subordinación, abuso, despojo y discriminación.
A partir de una perspectiva teórica feminista, el estudio se aboca a las
trabajadoras del hogar de la zona conurbada Zacatecas- Guadalupe, mujeres
cuya ocupación no garantiza la satisfacción de su derecho a un trabajo decente,
capaz de cubrir sus necesidades básicas ni las de sus familias y es necesario
explicar las causas estructurales de las malas condiciones laborales bajo las
cuales se emplean, sin soslayar los elementos culturales que han legitimado
socialmente su vulnerabilidad. Para el segmento laboral analizado, los víncu-
los sociales que conforman violencias, se constituyeron tiempo atrás, es decir,
son un producto histórico. A través del tiempo ese entramado de violencias
se perpetúa, reproduce, complejiza, resignica, se pone al día con novedosos
formatos. Es inherente al funcionamiento de la sociedad, porque es necesario
para la dominación, al punto que se encuentra regularizada, normalizada. Por
ello, son violencias estructurales-sistémicas: están en los cimientos y núcleo
mismo del orden social, económico y político vigente. Un orden patriarcal y
capitalista (Morales y Acosta, 2022a).
Las trabajadoras del hogar son mujeres reproduciéndose socialmente
en un sistema predominantemente patriarcal; al ser todas y todos “seres hu-
manos genéricamente identicados” (Lagarde y de los Ríos, 2015), la condición
genérica es la primera forma identitaria del ser en el mundo. Las mujeres han
sido un grupo históricamente subalterno, por ende, han ocupado estratos de
poder inferiores con respecto a sus pares varones, lo que genera que en su caso
los estragos de la violencia estructural tengan características especícas.