Revista de Estudios Regionales | Nueva Época | Julio- diciembre 2024
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Recepción: 09/08/24
Aceptación: 22/10/24
Empleadas del hogar en Zacatecas: énfasis
locales de una violencia estructural
https://doi.org/10.59307/rerne2.488
Zayra Yadira Morales Díaz
https://orcid.org/0000-0002-6272-3154
Irma Lorena Acosta Reveles
https://orcid.org/0000-0003-1117-7111
Resumen
Las mujeres que se emplean en los hogares de la zona conurbada Zacate-
cas-Guadalupe lo hacen en condiciones laborales precarias y vulnerables.
Este documento tiene como n identicar algunos de los elementos de violen-
cia distintivos en la región, en el marco de violencias estructurales que afectan
a las trabajadoras del hogar. Para ello se utilizaron datos obtenidos a través de
una investigación empírica sobre la situación especíca de las empleadas del
hogar en Zacatecas, mediante la aplicación de encuestas a 106 trabajadoras,
106 personas empleadoras, 10 entrevistas semiestructuradas a trabajadoras,
10 entrevistas semiestructuradas a personas empleadoras y 2 entrevistas se-
miestructuradas a servidoras públicas de la zona estudiada. Como resultado,
se advierte de la pobreza crónica local y la indiferencia institucional hacia este
segmento de trabajadoras; factores explicativos de orden socioeconómico,
histórico y político que vienen a reforzar, y acentúan su vulnerabilidad.
Palabras clave: Violencias estructurales, empleo doméstico, Zacatecas, tra-
bajo precario, informalidad, instituciones.
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Domestic workers in Zacatecas: local emphasis
on structural violence
Abstract
Women who are employed as domestic workers in the Zacatecas-Gua-
dalupe metropolitan area do so in precarious and vulnerable working
conditions. The purpose of this document is to identify some of the charac-
teristic elements of the conguration of structural violence experienced by
domestic workers in Zacatecas. For this purpose, the data obtained through
an investigation on the working conditions of domestic workers in Zacatecas
are used, through the application of surveys to 106 workers, 106 employers, 10
semi-structured interviews with workers, 10 semi-structured interviews with
employers and 2 semi-structured interviews with public servants in the area
studied. This document highlights the data that point out the specic charac-
teristics of structural violence in the region, to explain the conguration of
the historical-social, political and economic frameworks that reinforce and
deepen its vulnerability.
Keywords: Structural violence, domestic employment, Zacatecas, precarious work,
informality, institutions.
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Trabalhadoras domésticas em Zacatecas: ênfases
locais da violência estrutural
Resumo
As mulheres empregadas domésticas da conurbação Zacatecas-Guadalu-
pe o fazem em condições de trabalho precárias e vulneráveis. Este artigo
tem como objetivo identicar alguns dos elementos distintivos da violência
na região, no quadro da violência estrutural que afecta as trabalhadoras do-
mésticas. Para o efeito, foram utilizados dados obtidos através de uma inves-
tigação empírica sobre a situação especíca das trabalhadoras domésticas em
Zacatecas, mediante a aplicação de inquéritos a 106 trabalhadoras, 106 em-
pregadores, 10 entrevistas semi-estruturadas a trabalhadoras, 10 entrevistas
semi-estruturadas a empregadores e 2 entrevistas semi-estruturadas a fun-
cionários públicos da zona estudada. Como resultado, constatamos a pobreza
crónica local e a indiferença institucional para com este segmento de trabal-
hadoras; factores explicativos de ordem socioeconómica, histórica e política
que reforçam e acentuam a sua vulnerabilidade.
Palavras-chave: Violência estrutural, emprego doméstico, Zacatecas, trabalho pre-
cário, informalidade, instituições.
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Introducción
Este artículo se propone explorar en una serie de elementos que nutren la vio-
lencia estructural que viven las trabajadoras del hogar en la zona conurba-
da Zacatecas-Guadalupe, violencia proveniente de la “naturaleza ideológica
y económica” (Goldsmith, 2011, p. 59) que condiciona esta actividad laboral
subordinada, y que se maniesta a través de factores que mantienen a la po-
blación femenina ocupada en este ocio, en un status de precariedad; más allá
incluso de lo que ya es distintivo en la entidad.
El trabajo doméstico remunerado es trabajo precario que se encuentra
sobrerrepresentado por mujeres. La conguración de esta precariedad está
conformada por varios factores, entre ellos la ausencia histórica de un marco
jurídico que aporte la debida protección legal a las trabajadoras y el imagina-
rio social que ha feminizado y subvalorado esta labor. Estos elementos con-
tribuyen a una desvaloración política que menosprecia tanto las condiciones
económicas de ese trabajo como a las mujeres que lo realizan. De tal manera
que la problemática que envuelve a la precariedad del trabajo doméstico se
encuentra múltiplemente articulada y para explicar el entramado que la en-
treteje es necesario partir de un enfoque interseccional que retome las vio-
lencias y desigualdades estructurales intrínsecas al sistema económico, que
son un punto de partida esencial para dimensionar la precariedad del trabajo
doméstico remunerado.
En México, el empleo doméstico remunerado ha estado históricamente
al margen de los derechos laborales establecidos en las normas jurídicas. Por
ello, no extraña que las trabajadoras del hogar no rmen contratos cuando
comienzan a servir en alguna casa, ni la falta de denición de las jornadas, el
pago del salario que ronda siempre lo mínimo posible, la carencia de presta-
ciones como seguridad social, o la estipulación clara de los días de descanso,
menos aún si se pretende el reconocimiento del derecho a descansar con goce
de sueldo. Ninguna de estas condiciones es socialmente desconocida, al con-
trario, se considera normal que se trate de un trabajo sumamente vulnerable
que realizan las mujeres empobrecidas; sin embargo, más allá de plantear es-
trategias para la dignicación del trabajo doméstico remunerado prevalecen
nociones discriminatorias contra las trabajadoras del hogar.
Las trabajadoras del hogar son violentadas social, económica y política-
mente. Factores como género, clase, etnia e incluso su residencia en comuni-
dades periféricas no necesariamente indígenas, se entrelazan y condicionan a
las mujeres para seguir empleándose en este trabajo. La injusticia social que
viven, tanto a nivel nacional como en Zacatecas, debe ser visibilizada y com-
batida. Para ello, es necesario estudiar a fondo, y con perspectiva de género,
los elementos que han originado y perpetuado la violencia estructural en su
contra.
Además de hacer un análisis teórico sobre violencia estructural de géne-
ro, en conjunción con el trabajo doméstico remunerado, se ponen a la vista
nuevos datos, generados a través de encuestas realizadas a 106 trabajadoras
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del hogar, 106 personas empleadoras, 10 entrevistas semiestructuradas a tra-
bajadoras del hogar, 10 entrevistas semiestructuradas y 2 entrevistas semies-
tructuradas hechas a servidoras públicas de la zona estudiada, la directora
del Instituto Municipal de las Mujeres Zacatecanas y la directora del Instituto
Municipal de la Mujer Guadalupense.
Intersección de violencias históricas contra las mujeres
como marco explicativo
Este apartado tiene un propósito teórico, aborda la violencia estructural de
género como elemento clave para dar cuenta de la vulnerabilidad de las tra-
bajadoras del hogar. Asimismo, retoma la noción de vulnerabilidad social,
entendida como un término complejo que abarca toda situación de riesgo en
que las personas pueden encontrarse, ya sea de manera individual o colectiva.
Este artículo analiza los riesgos y desventajas que enfrentan las trabajadoras
del hogar en Zacatecas, provenientes de las condiciones de precariedad y la
desprotección jurídica y social que presenta el trabajo doméstico remunerado
en la entidad, así como a la imposibilidad de superar estas condiciones:
La vulnerabilidad tiene por lo tanto dos lados: un lado externo que son los
riesgos, las conmociones y el estrés a los que el individuo o el hogar están
sometidos; y un lado interno que es la indefensión, lo que signica la falta
de medios para hacer frente a las pérdidas con el menor daño posible. (De
Sena, 2020, p. 10)
Desde luego existen hombres trabajadores del hogar, sin embargo, su repre-
sentación es mucho menor y no se abocan propiamente a los trabajos de lim-
pieza cocina o cuidados de personas menores, mayores o enfermas, “la po-
blación ocupada de 15 años y más, 2.5 millones de personas estaban ocupadas
en el trabajo doméstico remunerado en hogares. Lo anterior representó 4.2 %
del total de la población ocupada en México: nueve de cada 10 eran mujeres
(INEGI, 2024). Por ello, este documento se aboca a las mujeres que se dedican
al trabajo doméstico remunerado, cuya situación de precariedad parte de su
propia corporalidad y de los arquetipos sociales que pesan sobre el género fe-
menino, tratándose entonces de una forma estructural de violencia.
En este documento se retoma el concepto de violencia estructural, en un
esfuerzo por no caer en la trampa de enfocar el análisis en las manifestacio-
nes concretas de la violencia, soslayando las estructuras que sostienen las des-
igualdades sociales. La violencia estructural:
(…) hace referencia a la violencia que no es ejercida de manera personal,
pero que tiene graves efectos en la población: suprime una adecuada es-
timulación educativa, social, cultural, económica y limita el desarrollo de
potencialidades para cubrir las necesidades humanas, manteniendo a las
personas en condiciones de vida realmente deplorables. (Ayala Carrillo et.
al, 2013, p. 48)
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Al denir la violencia estructural Galtung (2016), reere a una forma de
violencia sistémica basada en relaciones de poder, y una consecuente distribu-
ción desigual de la riqueza. La violencia estructural se acompaña de la violen-
cia directa (golpes, tortura, mutilación, abuso, etc.) y de la violencia cultural,
la cual hace que en el imaginario colectivo las injusticias sistémicas obtengan
justicaciones, es decir, se legitima a través de aspectos culturales, idioma, ar-
tes, religión, etc., “La violencia simbólica incorporada a una cultura no mata o
mutila como la violencia directa incorporada a la estructura. Sin embargo, se
utiliza para legitimar ambas o una de las dos” (Galtung, 1989, p. 1).
De manera general, factores como etnia o lugar de procedencia, clase o
posición social, edad, preferencia sexual, sexo y género, provocan que la pro-
babilidad de vivir alguna forma de violencia se incremente. Así, cada persona
o grupo en situación de vulnerabilidad pueden interconectarse diversos facto-
res que aumentan el riesgo de violencia. Por ello, un concepto importante para
este estudio es interseccionalidad, ya que da cuenta de cómo en algunos grupos se
superponen elementos que agravan las desigualdades estructurales.
Si bien Galtung acuña el término violencia estructural de manera genérica, al
analizar su aplicación a partir de las diferentes realidades de vulnerabilidad y
desigualdad social, se resuelve que en realidad se trata de múltiples formas de
violencia que causan distintos estragos. En ese sentido, en este documento se
preere el uso de violencias estructurales, enfatizando que se trata de un tejido
de violencias que se intersectan y generan relaciones sociales de sometimien-
to, subordinación, abuso, despojo y discriminación.
A partir de una perspectiva teórica feminista, el estudio se aboca a las
trabajadoras del hogar de la zona conurbada Zacatecas- Guadalupe, mujeres
cuya ocupación no garantiza la satisfacción de su derecho a un trabajo decente,
capaz de cubrir sus necesidades básicas ni las de sus familias y es necesario
explicar las causas estructurales de las malas condiciones laborales bajo las
cuales se emplean, sin soslayar los elementos culturales que han legitimado
socialmente su vulnerabilidad. Para el segmento laboral analizado, los víncu-
los sociales que conforman violencias, se constituyeron tiempo atrás, es decir,
son un producto histórico. A través del tiempo ese entramado de violencias
se perpetúa, reproduce, complejiza, resignica, se pone al día con novedosos
formatos. Es inherente al funcionamiento de la sociedad, porque es necesario
para la dominación, al punto que se encuentra regularizada, normalizada. Por
ello, son violencias estructurales-sistémicas: están en los cimientos y núcleo
mismo del orden social, económico y político vigente. Un orden patriarcal y
capitalista (Morales y Acosta, 2022a).
Las trabajadoras del hogar son mujeres reproduciéndose socialmente
en un sistema predominantemente patriarcal; al ser todas y todos “seres hu-
manos genéricamente identicados” (Lagarde y de los Ríos, 2015), la condición
genérica es la primera forma identitaria del ser en el mundo. Las mujeres han
sido un grupo históricamente subalterno, por ende, han ocupado estratos de
poder inferiores con respecto a sus pares varones, lo que genera que en su caso
los estragos de la violencia estructural tengan características especícas.
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En diversos campos de estudio, la perspectiva feminista ha logrado visi-
bilizar cómo las mujeres son víctimas de violencia sólo por el hecho de ser-
lo (Otero, 2009), aun antes de pensar en otros factores de desigualdad, como
pueden ser clase o etnia, para las mujeres su cuerpo sexuado, el cuerpo que
habitan, es su primera causa de vulnerabilidad. En México las manifestacio-
nes directas de violencia contra las mujeres son alarmantes “Respecto de 2016,
los resultados de 2021 muestran un incremento de 4 puntos porcentuales en
la violencia total contra las mujeres a lo largo de la vida” (Instituto Nacional de
Geograía y Estadística, 2021). Esto sin contar los asesinatos de mujeres en el
país, tanto los que han sido catalogados por feminicidios, como los que se en-
cuentran en las categorías de homicidios dolosos y culposos de mujeres. Todo
por el hecho de ser mujeres.
De este modo, al hablar sobre violencia estructural contra las mujeres,
aun antes de incluir categorías, como lugar de procedencia o clase, se debe tra-
tar la construcción de género que comparten y que las congura como ser del y
para el otro (Lagarde y de los Ríos, 2015), hecho que inuencia todos los aspec-
tos de sus vidas. No obstante, compartir una misma condición de género no
implica que tengan una misma situación económica, política y social. Si bien
las trabajadoras del hogar de la zona de interés comparten con otras mujeres
la condición genérica y los arquetipos de la feminidad, el entorno les afecta de
modo diferente por su estrato social, y por los procesos laborales e institucio-
nales propios de lo local.
La condición genérica de las mujeres impacta de manera directa en su de-
sarrollo integral. Las circunstancias históricas y culturales asociadas al género
han limitado su posibilidad de explotar las capacidades que no estén aboca-
das, primordialmente, hacia la reproducción y el cuidado, incidiendo en la fe-
minización de la pobreza:
La pobreza no solo depende de los ingresos económicos, sino que se mani-
esta en múltiples dimensiones; es por ello que en México, el Consejo Na-
cional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), de-
nió una medición multidimensional tomando en cuenta que una persona
en pobreza es la que no tiene garantizado el acceso a los servicios de salud,
a la seguridad social, a la educación, a la calidad y servicios básicos de la
vivienda, así como al alimento, además sus ingresos le son insucientes
para satisfacer sus necesidades básicas, es decir, cuentan con limitado ac-
ceso a derechos sociales y económicos (Instituto Nacional de las Mujeres,
2021, p.1)
Por ende, el trabajo que las mujeres han desempeñado, tanto remunerado
como no remunerado, ha estado abocado a actividades no consideradas pro-
ductivas y por ende estimadas como tareas irrelevantes para el desarrollo eco-
nómico y social; hecho fundamental que ha determinado las jerarquías entre
lo masculino y lo femenino.
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El trabajo funciona como un organizador de la vida en sociedad y la partici-
pación de las mujeres en los trabajos productivos, en la cual tienen menor re-
presentación en comparación con los hombres, ha fungido como justicación
de su condición históricamente subordinada, “La división sexual del trabajo
no sólo diferencia las tareas que hacen hombres o mujeres, además, conere o
quita prestigio a esas tareas y también crea desigualdades en las recompensas
económicas que se obtienen” (Varela, 2008, p. 173).
Las mujeres han asumido una responsabilidad,ya sea por amor, como for-
ma sociocultural de alienación, o a la fuerza (Morini, 2014), que es esencial-
mente social, ya que no es posible reproducir y sostener la vida sin cuidarla
constantemente. Como principales encargadas del cuidado, las mujeres que
buscan obtener mejores ingresos terminan delegando en otras las tareas que
originalmente les fueron asignadas, creando fuentes de empleo con caracte-
rísticas muy particulares, generalmente basadas en la idea de que es un apoyo
mutuo y no una relación laboral.
Pese a que los trabajos reproductivos y de cuidados son indispensables
para el sostenimiento de la vida y permiten la realización del trabajo produc-
tivo, estos han sido poco valorados, lo que consecuentemente deviene en una
serie de desigualdades injustas y recalcitrantes para las mujeres que se abocan
a estos (Lóyzaga y Curiel, 2017).
La representación de las mujeres en trabajos precarios es mayor que la de
los hombres, incluso en un contexto donde prevalece la informalidad laboral,
como es el caso mexicano. Esto se relaciona a la falta de empleos de calidad y
a la facilidad con que son aceptadas para ejercer trabajos donde se reproducen
estereotipos sobre la feminización natural de los cuidados. Con respecto a los
empleos formales, mejores remunerados y con prestaciones de ley, persisten
prejuicios sobre las capacidades de las mujeres para desempeñarlos, de tal
manera que la relación entre las mujeres y el trabajo remunerado está marca-
da por la discriminación.
Para explicar la permanencia de las mujeres en el trabajo doméstico re-
munerado en el contexto zacatecano se acude a nociones como “feminización
naturalizada del trabajo doméstico remunerado, “exclusión laboral relativa
y “reproducción precaria, por estimarlos factores que gravitan en todo mo-
mento en la condición de vulnerabilidad de las trabajadoras del hogar, y tienen
como trasfondo la necesidad humana y social de los cuidados, pero también su
histórica desvalorización. Asimismo, las categorías, género, etnia -o lugar de
procedencia- y clase social nos permitirán un abordaje amplio sobre la acep-
tación social de las condiciones precarias en las que se desarrolla este trabajo.
En este punto es clave entender la relación de las mujeres con el trabajo re-
munerado, que no necesariamente reemplaza al no remunerado que realizan
en sus hogares, sino que se adhiere a él, ocasionando una doble jornada, con-
gurada por trabajo productivo más trabajo reproductivo. Esto puede exceder
su tiempo y capacidad ísica, lo que las lleva a delegar las responsabilidades
del hogar en otras mujeres. No se delegan estas labores hacia hombres, aun
ofreciendo remuneración económica, porque son tareas comprendidas como
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femeninas, supliendo a la gura femenina originalmente responsabilizada de
estas labores por otra mujer que, aunque recibe un sueldo, pueda ser aceptada
familiar y socialmente.
Las encuestas de uso del tiempo han ofrecido claves importantes que de-
muestran el reparto desigual de las actividades domésticas y de cuidado, lo
que afecta el tiempo que las mujeres pueden dedicar al estudio, al trabajo pro-
ductivo, al descanso y al ocio. En contraste, sus pares varones, debido al rol
social predominante como proveedores, suelen justicar su poca o nula parti-
cipación en el trabajo reproductivo.
En adición a la feminización del trabajo doméstico remunerado se en-
cuentra la exclusión laboral relativa, otro de los factores que anteceden a la
ocupación de las trabajadoras domésticas remuneradas. Si la exclusión labo-
ral se entiende como la marginación de grupos de los mercados de trabajo,
se encontró que, en el caso de las trabajadoras del hogar, no están comple-
tamente fuera, pero si están en desventaja para acceder a empleos de mayor
estatus social, que no tiendan a ser discriminados, y con mejores términos de
contratación.
La exclusión proviene del ejercicio de poder de un grupo social sobre otro,
ocasionando desigualdades extremas en las que convergen múltiples dimen-
siones, de tal manera que hay diversas formas de exclusión que interactúan
entre sí. En este sentido, la exclusión se presenta como un debilitamiento de la
ciudadanía social, afectando los derechos y oportunidades de una participa-
ción igualitaria en todas las dimensiones de la vida. Analizar la exclusión per-
mite un cuestionamiento más profundo sobre las estructuras que justican las
desigualdades (Pérez Sáinz y Mora Salas, 2006).
Así, la exclusión laboral permite entender la problemática de las trabaja-
doras del hogar no sólo como la carencia de dinero u otros bienes importan-
tes para su desarrollo y bienestar, sino que acentúa su condición subordinada
frente a otros grupos sociales y las causas estructurales que perpetúan dicha
condición. Por lo tanto, presentan un tipo de exclusión laboral relativa por-
que no están del todo fuera del mercado de trabajo, ya que existe una fuerte
demanda por quienes puedan realizar trabajos reproductivos, sino que están
excluidas de trabajos laboralmente protegidos y bien remunerados.
Lo hasta ahora expuesto denota que en el caso de las trabajadoras del ho-
gar se maniestan contundentemente las desigualdades estructurales, y si
bien su condición de género es pieza clave para comprender por qué las muje-
res continúan empleándose como trabajadoras del hogar , también lo es la ex-
clusión laboral relativa, en la que se maniestan de manera tangible la dicul-
tad para acceder a trabajos con mejores términos de contratación, incidiendo
directamente en la manera en que cubren sus necesidades básicas y las de sus
familias, es decir, de la manera en la que se realiza la reproducción familiar
en sus hogares. Acosta Reveles (2007), caracteriza los elementos a considerar
para determinar si la reproducción familiar es digna o precaria.
a) Ingresos monetarios regulares, sucientes para atender oportunamente
las necesidades biológico-sociales de todos los miembros de la familia.
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b) Estabilidad laboral u ocupacional del jefe de familia y, si es el caso, de
otro(s) miembro(s) del núcleo familiar que forman parte de la población
económicamente activa.
c) Protección y certidumbre, que resultan de la posesión de recursos o
activos para sobrellevar contingencias y reducir la sensibilidad a los cam-
bios que se pudieran presentar en los patrones de ingreso/gasto.
d) Un rango tolerable de conictos al interior de la familia y respecto de la
sociedad.
e) Capacidad efectiva de ejercer sus derechos de naturaleza humanos,
civiles y sociales, en general.
El trabajo doméstico remunerado no cumple con las condiciones suciencia
en materia de ingresos, de estabilidad, certidumbre, contrariamente la falta de
términos formales de contratación contraviene los derechos laborales de las
trabajadoras. Si bien en los últimos años se han reformado las leyes lo regulan
a nivel federal, esto no ha mejorado su dinámica real en la zona estudiada.
Factores agravantes del entorno local e institucional
Al emplearse como trabajadoras del hogar, las tareas que las mujeres realizan
entran en la categoría de cuidados (Morales y Acosta, 2022a), trabajos que so-
cialmente no son una opción para la reproducción cotidiana de las familias,
sino una necesidad ineludible. En la actualidad se enfrenta a nivel societal una
crisis en la capacidad para satisfacer la creciente demanda de cuidados, que
proviene de la dinámica social que lleva a un número mayor de integrantes
de la familia al mercado de trabajo, pero también a la negligencia del Estado,
al asumirlos como responsabilidades que deben ser subsanadas al interior de
los hogares, con sus propios recursos. El sector público ha sido indiferente al
impacto que esto tiene para las mujeres.
En nuestro país, el origen del trabajo doméstico remunerado se encuentra
en el periodo colonial (Mujeres en Empleo Informal: Globalizando y Organi-
zando, 2020), en el cual se cimentaron las bases sobre las que se realiza en la
actualidad; desde luego que se han transformado en algunas de sus dinámicas,
sobre todo en lo concerniente con el tipo de actividades que se consideraban
parte del servicio doméstico, y más adelante, debido a los cambios que el des-
envolvimiento del capitalismo tuvo en el núcleo familiar. Sin embargo, esos
cambios no redujeron la injusticia y la desigualdad con que estas actividades
se llevan a cabo. La marca distintiva de este empleo ha sido la explotación:
salarios arbitrarios y jornadas laborales sin límites claramente establecidos
(Goldsmith, 1981).
Así, en materia de derechos laborales, no han tenido mayores transfor-
maciones con los cambios de épocas. Las trabajadoras del hogar son mujeres
empobrecidas, empleadas sin la rma de contratos que estipulen sus derechos
y obligaciones, sólo a través de acuerdos verbales. Esto genera incertidumbre
laboral de todo tipo: falta seguridad social, conclusión de la relación laboral sin
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indemnización, largas jornadas de trabajo que se pueden extender tanto como
las “patronas” o “patrones” requieran, no establecimiento de adecuados pe-
riodos vacacionales, dádivas disfrazadas de aguinaldos, alta rotación, etc. La
legislación laboral ha sido consistentemente injusta con las trabajadoras del
hogar. Históricamente se negó a reconocerlas formalmente como verdaderas
trabajadoras, bajo la noción,actualmente refutada, de que las labores domés-
ticas no aportaban valor social o económico, hecho que pretendió justicar los
acuerdos verbales con los que se pactaban las condiciones del empleo y la nula
obligatoriedad sobre la rma de contratos laborales entre ellas y quienes las
empleaban.
(…) los «patrones» asumen este trabajo como un intermedio entre trabajo
asalariado y trabajo «familiar», hecho que distorsiona el vínculo emplea-
dor-empleada y lo «confunde» con relaciones afectivas que, la mayoría de
las veces, son una cortina de humo que obscurece la necesidad de derechos
laborales (Gámez Pérez, 2021, p. 308).
Para las mujeres empobrecidas, tanto a nivel nacional como en el con-
texto zacatecano, el trabajo doméstico remunerado representa siempre
una posibilidad de emplearse, sin embargo, en esta ocupación suelen
reproducirse los comportamientos que llevan a cabo en el ámbito pri-
vado, sobre todo lo referente a la actitud de cuidado y servicio hacia
otras y otros. Por realizarse en el seno de los hogares tiende a generar
lazos de familiaridad y apego con las empleadoras y empleadores. La
dinámica, que en un primer acercamiento puede parecer inofensiva e
incluso deseable, conlleva la particularidad de enturbiar la relación la-
boral; por ejemplo al inhibir a las trabajadoras de exigir una mejora en
sus condiciones de empleo, por no dañar la relación con sus empleado-
res. El uso del eufemismo ‘la persona que me ayuda en la casa’ oculta la
relación laboral y fomenta la proliferación de relaciones paternalistas
que simulan la pertenencia de la trabajadora a la familia (Gámez Pérez,
2021).
Las trabajadoras del hogar organizadas, consiguieron la aprobación de
reformas importantes en la legislación mexicana, la Ley Federal del Trabajo,
la Ley del Seguro Social y la rma del Convenio 189 de la Organización Inter-
nacional del Trabajo, así como la implementación del Programa Piloto para
incorporar a las trabajadoras del hogar al seguro social, reformas no menores
devenidas de una ardua lucha por el reconocimiento de sus derechos como tra-
bajadoras. No obstante, estas reformas, anunciadas como un avance en mate-
ria de justicia legislativa y social, se hicieron sin considerar las especicidades
de este trabajo, de tal manera que se maniesta una brecha entre la legislación
y la realidad social, por lo cual, la mayoría de ellas queda nuevamente en el
desamparo. En concreto, destaca lo estipulado en la Ley Federal del Trabajo,
artículo 332: “No se considera persona trabajadora del hogar y en consecuen-
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cia quedan sujetas a las disposiciones generales o particulares de esta Ley: I.
Quien realice trabajo del hogar únicamente de forma ocasional o esporádica.
Esto demuestra la brecha existente entre la realidad de las condiciones labo-
rales de las trabajadoras del hogar, del país en general y de Zacatecas en par-
ticular, con respecto a la normatividad ya que el citado artículo establece que
no se considera trabajadoras del hogar a quienes lleven a cabo este trabajo de
forma “ocasional o esporádica, conceptos ambiguos que generan un vacío le-
gal para que las trabajadoras del hogar sean desprovistas de un marco jurídico
más justo, esto es así porque la mayor parte de ellas trabaja pocas veces al mes
en el mismo hogar y a pesar de que el artículo 331 de la Ley Federal del Trabajo
sí contempla diferentes esquemas o modalidades de trabajo:
(…) que trabajen para una persona empleadora y residan en el domicilio
donde realice sus actividades, (…) que trabajen para una persona emplea-
dora y que no residan en el domicilio donde realice sus actividades (…)
que trabajen para diferentes personas empleadoras y que no residan en el
domicilio de ninguna de ellas.
No obstante, se considera que la ambigüedad del artículo 332 debe ser resuelta
ya que la contratación “de planta” es la menos frecuente. De acuerdo con el
Instituto Nacional de Geograía y Estadística (2023), “De los 37.3 millones de
hogares en el país, 4.3 % (1.6 millones) contrató trabajadoras o trabajadores
domésticos: 96.2 % lo hizo bajo un esquema de «entrada por salida»; 3.5 %,
como «de planta». En Zacatecas 63.5 % se emplea bajo la modalidad de entra-
da por salida y más de 24% de las trabajadoras del hogar labora de entrada por
salida en diferentes casas (Morales Díaz y Acosta Reveles, 2022b).
Si bien la justicia patriarcal ha sido omisa en el caso de las trabajado-
ras del hogar, destaca que, en el caso mexicano y particularmente zacateca-
no, la agenda de género tanto en instituciones públicas encargadas del bien-
estar integral de las mujeres como en el movimiento feminista, ha soslayado
la discusión sobre el trabajo doméstico remunerado. Si bien es cierto que las
características socioculturales de la región, han generado que el movimiento
feminista enfoque sus esfuerzos en combatir violencias directas como femi-
nicidios, violación y abuso sexual, violencia vicaria y la negación de las auto-
ridades a reconocer los derechos sexuales y reproductivos, una vez más los
problemas que afrontan las trabajadoras del hogar de la región quedan invi-
sibilizados, frente a problemáticas que se consideran más urgentes o más gra-
ves, validando el ocultamiento de la gravedad de la violencia estructural, esa
violencia que daña día a día a quienes la padecen.
En la zona de estudio no se encontraron indicios de la existencia de nin-
gún sindicato o asociación de trabajadoras del hogar, ni alguna asociación
en apoyo a ellas. Esto fue revelado en las dos etapas de trabajo de campo que
hasta ahora han conformado la investigación. La primera etapa consistió en
encuestar y entrevistar a las propias trabajadoras del hogar, la segunda etapa
tuvo el objetivo de encuestar y entrevistar a empleadoras y empleadores de
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trabajadoras del hogar, así como a dos servidores o servidoras públicas de la
región zona.
Las respuestas obtenidas por parte de las servidoras públicas, entre ellas
la directora del Instituto Municipal de las Mujeres Zacatecanas, dejó ver que la
situación general de las trabajadoras le era desconocida, tanto a nivel nacional
como local, tanto en lo económico como en el marco legal. Si bien mencionó
que las trabajadoras no tienen seguridad social y que los términos en los que
desarrollan su actividad varían de casa en casa, también señaló que no exis-
ten leyes laborales que protejan a las trabajadoras del hogar, demostrando un
profundo desconocimiento de las reformas de ley.
Por supuesto, la funcionaria demostró conocimiento sobre los programas
que está desarrollando la institución para ayudar a las mujeres de la región,
mencionando que primordialmente se enfocan al apoyo de mujeres víctimas
de violencia intrafamiliar e incluso en ofrecer capacitaciones con perspectiva
de género a elementos de la policía municipal, entre otras cosas. No obstante,
reconoció que en materia de trabajo doméstico remunerado no había ningún
programa o capacitación vigente y que desconocía las reformas a las leyes que
dieron lugar a la Prueba Piloto para la Incorporación de las Personas Trabajadoras del
Hogar al Régimen Obligatorio del IMSS, así como el impacto de dicha prueba para
lograr la incorporación de las trabajadoras del hogar al seguro social.
Las respuestas de la directora se ven corroboradas con los resultados de la
investigación Régimen Electoral de Género y Representación Sustantiva de las Mujeres
en Zacatecas. El Caso de la LXIII Legislatura del Estado (2018-2021), la autora mani-
festó que “Pese a su relevancia, la traducción del cuidado en políticas y su im-
plementación ha sido escasa y lenta en la región. En Zacatecas se presentaron
5 iniciativas al respecto durante el ejercicio de la LXIII Legislatura” (Castañeda
Macías, 2023), más aún, de las iniciativas presentadas, ninguna fue aprobada.
De esta manera, se constata que en la entidad la problemática que enfrentan
las trabajadoras del hogar no ha sido afrontada por el Estado, sin importar los
cambios que a nivel nacional se han suscitado para ofrecer un marco norma-
tivo más justo para las trabajadoras del hogar mejorar, haciendo un esfuerzo
por mitigar las condiciones de precariedad laboral que caracterizan al trabajo
doméstico remunerado.
Violencias estructurales que enfrentan las trabajadoras del
hogar en Zacatecas
En la zona conurbada Zacatecas-Guadalupe, las violencias estructurales que
afectan a las trabajadoras se sostienen en un contexto de raquítico crecimien-
to económico y escasas oportunidades laborales. En la zona de estudio la eco-
nomía se basa en el sector terciario el cuál es el más feminizado y exible; tam-
bién es el de puestos laborales más intermitentes en estabilidad y más laxo en
su regulación. En ese contexto el trabajo doméstico remunerado es una opción
de fácil acceso para las mujeres que tienen poco tiempo para realizar trabajo
productivo y para quienes tienen pocos o nulos estudios formales o falta de
experiencia laboral, entre otras cosas:
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La ocupación informal según sexo, muestra en los hombres un incremen-
to de 3 989 personas al registrarse 263 227 en el segundo trimestre de 2021
y 267 216 en el segundo trimestre de 2022; dicha ganancia se debe a que
los hombres ocupados en el sector informal reportan 4 103 personas más.
Por su parte, las mujeres en la informalidad aumentaron en 8 225, al pasar
de 142 562 a150 787 personas; resultado de incrementos tanto fuera del
sector informal como en aquellas que se ocuparon en el sector informal
con 4 769 y 3 456, respectivamente (Instituto Nacional de Geograía y Es-
tadística, 2022).
Empobrecidas y despojadas de otras formas de obtener recursos, las mu-
jeres se emplean en este ámbito que de una u otra manera les es familiar por-
que requiere hacer labores que les han sido enseñadas desde la infancia, au-
nado a ello se encuentra la necesidad de cuidados que existe, sobre todo en
las ciudades, donde hay mayor participación de mujeres en otras esferas de la
vida pública como lo son la educación y el empleo.
Aunada a la escasa ocupación laboral femenina en la región, se ha repor-
tado que las mujeres continúan empleándose en trabajos donde se reproducen
los estereotipos de género, “las ocupaciones de las mujeres zacatecanas se dan
en ventas por teléfono (10.47%), trabajadoras domésticas (9.08%), comercian-
tes en establecimientos (7.43%), profesoras de educación básica (7.01%), como
trabajadoras en la preparación de alimentos (6.75%), como secretarias, captu-
ristas (6.45%)” (Secretaría de las Mujeres, 2020).
Así, junto al rol femenino de género se encuentra un elemento de clase,
las mujeres se emplean en el TD por necesidad económica, sobre todo, y por
la falta de oportunidades para obtener mejores trabajos. No obstante, en el
contexto zacatecano este trabajo presenta algunas ventajas en comparación
con otras formas de trabajo precario que se ofertan en el mercado laboral para
las mujeres, por ejemplo, las empleadas en establecimientos comerciales que
muchas veces laboran sin contratos ni prestaciones, cumpliendo además jor-
nadas completas de trabajo. De esta realidad dio cuenta Adriana Flores Varela,
Directora del Instituto de la Mujer Guadalupense, quien durante la entrevista
comentó que si bien las trabajadoras del hogar estaban en condiciones labora-
les precarias, tenían ciertas ventajas porque ganaban mejor que las empleadas
en los comercios ya que no se les exigía un horario especíco, lo que les brin-
daba mayor autonomía, además de que en muchas ocasiones ganaban más por
menos horas de trabajo, tienen la ventaja de comer en las casas donde laboran
y muchas veces las familias les regalan cosas que pueden utilizar o hasta ven-
der. Que si bien es cierto esto no genera que sea un trabajo menos vulnerable,
sí presentaba mejores condiciones inmediatas en comparación con otros em-
pleos que se ofertan en la región.
La aseveración de la directora con respecto a la exibilidad de tiempo que
concede el TD a las trabajadoras del hogar corresponde a las respuestas que
a ellas se hicieron en las entrevistas a profundidad realizadas a ellas durante
el periodo 2021-2022. Las trabajadoras argumentaron que una de las razones
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para emplearse en este trabajo era la posibilidad de compatibilizar el trabajo
remunerado con la obligación de proveer cuidados en sus propios hogares o
incluso acceder a otras fuentes de ingreso que permita integrar el gasto fami-
liar. Sin embargo, la existencia de otros trabajos precarizados no implica que
el trabajo doméstico remunerado pueda ser considerado trabajo digno, pero sí
da cuenta de un contexto regional que presenta graves problemas estructura-
les que vulneran la reproducción social.
De acuerdo con las entrevistas realizadas, la exibilidad (entendida como
libertad de organizar sus horarios a conveniencia) resulta un benecio a cor-
to plazo y es, una de las razones por las que las trabajadoras del hogar optan
por este empleo, sin embargo, también es uno de los factores que justican la
falta de obtención plena de derechos para este sector. A pesar de ser una de
las principales opciones de empleo para las mujeres zacatecanas, no existen
programas ni políticas públicas dirigidas a hacer valer los derechos laborales
que actualmente se han legislado a nivel federal, de tal manera que prevalece
la carencia de contratos formales entre personas empleadoras y trabajadoras
del hogar. Esto se constata con los datos existentes sobre el registro de las tra-
bajadoras del hogar en el Instituto Mexicano del Seguro Social: Zacatecas re-
portó un ligero incremento en trabajadoras del hogar aliadas a la institución
al inicio de 2023, pues pasó de 248 en diciembre de 2022 a 256 en febrero del
presente año (Valle, 2023).
A través de la Encuesta sobre las condiciones laborales de las trabajadoras del ho-
gar, levantada durante el periodo 2021-2022 (Morales y Acosta, 2022b), se ob-
tuvieron datos que muestran la exclusión laboral relativa de las trabajadoras
en la zona conurbada Zacatecas-Guadalupe. Entre los elementos que abonan
a la exclusión laboral relativa se encuentran: edad, clase, etnia y obstáculos
para estudiar, lo que las mantiene excluidas de trabajos que respeten las le-
yes laborales. En México ya existen importantes reformas para proteger a las
trabajadoras del hogar, pero no han impactado la dinámica real del trabajo
doméstico remunerado. Persisten los bajos salarios, las jornadas laborales in-
denidas tanto en horarios como en tareas y la falta de acceso a la seguridad
social.
Los datos de la encuesta evidenciaron que la mayoría de las trabajadoras
del hogar tiene bajos niveles de estudio, destacando que 44.90 % tiene secun-
daria concluida, 20.60 % terminó la primaria y 6.50 % no estudió. No obstante,
es importante señalar que 13.10 % de las trabajadoras encuestadas dijo tener
estudios profesionales, lo que nos habla de la problemática que presenta Zaca-
tecas con respecto a la falta de oportunidades laborales, aun para quienes tie-
nen mayores niveles educativos. En este sentido la pregunta sobre la principal
razón por la que se emplean en el trabajo doméstico las respuestas corroboran
la necesidad económica, pero también que para 20.60 % fue la única opción de
empleo a la que tuvo acceso; que lo hacen para ayudar a la familia, por falta de
estudios, por discriminación etaria e incluso por ser obligadas.
Otro elemento distintivo de las trabajadoras del hogar en la zona estu-
diada es que prevalece su pertenencia a regiones periféricas de las ciudades;
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centros poblacionales donde no abundan las oportunidades laborales, lo que
incrementa la necesidad de ocuparse en centros urbanos donde la oferta de
empleo es mayor; asimismo el crecimiento de urbes y su dinámica sectorial,
hace imperativo delegar en el trabajo reproductivo en trabajadoras del hogar.
En el estado de Zacatecas las trabajadoras del hogar son en su mayoría mu-
jeres sin perl étnico ni condición inmigrante irregular, sólo 9.4 % son mi-
grantes a diferencia de lo que sucede en otras entidades, por ejemplo, estados
como Quintana Roo o Baja California que tienen porcentajes de 76.5 % y 57.6
% respectivamente.
Si bien al respecto no existen datos especícos sobre la zona conurbada
Zacatecas-Guadalupe, es posible inferir que las cifras mantienen una misma
proporción, de tal manera que en este caso las trabajadoras provienen mayo-
ritariamente de las periferias de la zona estudiada, estas periferias se carac-
terizan por la dicultad de acceder a empleos de calidad ya que el mercado
laboral presenta un grave desequilibrio entre oferta y demanda, proliferando
el empleo informal, derivado de una estructura productiva sin base industrial,
primaria durante mucho tiempo (mina, ganadería, agricultura de temporal)
y actualmente terciaria (comercio y servicios: educativos, turísticos, adminis-
tración pública).
A través de entrevistas a profundidad, se detectó que la mayoría de ellas
no eran residentes de la zona conurbada Zacatecas-Guadalupe, teniendo que
asumir cotidianamente los tiempos y gastos de traslado que esto supone. Con
respecto a los tiempos de traslado en la zona delimitada para el estudio, 33.20
% de las trabajadoras tarda entre 30 y 60 minutos diarios en trasladarse de su
casa a su lugar de trabajo y 23.20 % tarda más de 60 minutos en hacerlo.
El trabajo doméstico remunerado no es la primera opción de empleo para
nadie que no haya experimentado de una u otra manera alguna forma de ex-
clusión laboral, este trabajo permite contribuir las necesidades personas y/o
familiares de manera limitada, perpetuando el circuito de reproducción pre-
caria como parte de las violencias estructurales que pesan sobre las trabaja-
doras del hogar. La reproducción precaria es el proceso a través del cual los
hogares aspiran cubrir sus necesidades básicas —tanto de naturaleza biológi-
ca como social— con ingresos y recursos escasos, inferiores a los que en este
contexto espacial e histórico constituyen el mínimo de satisfactores indispen-
sables para que una familia viva con dignidad, certidumbre y se involucre nor-
malmente en la vida social (Acosta, 2007).
De acuerdo con González y González (2022), la población que se encuen-
tra bajo este fenómeno puede identicarse porque presenta características
como la dependencia de ingresos laborales insucientes, con gasto prioritario
en alimentación y restricciones que con frecuencia provocan endeudamiento.
Carencia de ahorro en líquido con propensión de invertir en vivienda sin otros
activos que protejan su economía, además de vulnerabilidad en materia habi-
tacional y hacinamiento. Se prioriza la obtención de equipo doméstico desti-
nado al ocio y tendencia a vivir conictos familiares y sociales y con baja o nula
participación en la exigencia de sus derechos.
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En la zona conurbada Zacatecas-Guadalupe las trabajadoras del hogar
presentan en efecto las características mencionadas. De acuerdo con los resul-
tados de la encuesta aplicada, la mayoría de ellas recibe ingresos insucientes
ya que 49.50 % de las mujeres encuestadas rerió que percibe menos de 1000
pesos mexicanos a la semana y 39.30 % percibe de 1000 a 1500 pesos, sueldo
que no permite cubrir la totalidad de sus necesidades, 48.60 % mencionó que
con su pago satisface menos de la mitad de sus necesidades, 44.90 % dijo que
cubre más de la mitad y sólo 6.50 % de las trabajadoras puede cubrir el total de
sus gastos son su sueldo.
Con respecto a la ausencia de ahorro en líquido, la escasez de activos para
hacer frente a variaciones drásticas en el patrón de ingresos y gastos y la vul-
nerabilidad habitacional, las entrevistas a profundidad revelaron que no exis-
te posibilidad alguna de tener algún tipo de ahorro proveniente de su sueldo,
que en muchas ocasiones viven en familias compuestas, donde en la misma
casa habitan varios matrimonios con hijas e hijos, lo que no necesariamente
perciben como algo negativo pues eso permite que varias personas contribu-
yan con los gastos.
En cuanto a las relaciones familiares conictivas, las entrevistas a pro-
fundidad también mostraron que son factores presentes en las historias de
vida de la mayoría de las trabajadoras del hogar. Un ejemplo común es el ma-
ternar solas frente a la omisión de los padres para proveer alimentos y cuida-
dos a sus hijos.
Él se casó en septiembre y yo me alivié en enero del 84, pero ya estaba ca-
sado y ya no pudo hacer nada, cuando supo de mi hijo sí se arrepintió y le
dio el apellido y después tuvimos otro, pero él casi nunca los vio porque ya
estaba casado y yo los mantuve con mi trabajo.
Yo después lo demandé al DIF y eso porque una maestra del kínder me
dijo que él sí tenía obligación y que eso estaba registrado porque les había
dado el apellido, entonces sí les dio algo, poco pero sí les dio. Pero si fue
muy poco lo que me ayudó, me daba 500 pesos por mes. Había meses que
sí mandaba, pero hubo varios meses que no (fragmento de una entrevista
semiestructurada hecha a una trabajadora del hogar, periodo 2021-2022).
Este no es un caso aislado, de las 10 entrevistas a profundidad realizadas a tra-
bajadoras del hogar, cuatro de ellas fueron madres autónomas o solteras. Los
conictos familiares también incluyeron casos de violencia directa por parte
de sus conyuges, pero también de otros familiares, sobre todo por la distribu-
ción de los gastos del hogar.
Cuando mi papá vivía, todos estábamos en la misma casa y no había pro-
blema porque él ponía más de la mitad de los gastos y cuando mis herma-
nos decían que yo también tenía que aportar dinero mi papá les decía que
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Finalmente, entre los factores que refuerzan la reproducción en condiciones
de precariedad en las familias de las trabajadoras, tiene un gran peso el des-
conocimiento de sus derechos laborales y ciudadanos, en un contexto local de
indiferencia institucional, legal y política a su condición. Por tanto, prevalece
la pasividad al no avizorar alternativas ni apoyo para ejercer garantías legales
básicas. Antes se ha referido la situación de vulnerabilidad en la que se en-
cuentran las trabajadoras del hogar, situación que no ha variado mínimamen-
te ni con las reformas al marco normativo que a nivel federal se han llevado a
cabo en años recientes, ello por la falta de sensibilidad social y gubernamental
para generar verdaderos cambios que digniquen el trabajo doméstico remu-
nerado.
Conclusiones
En la zona conurbada Zacatecas-Guadalupe prevalecen la injusticia norma-
lizada en torno a las condiciones de discriminación, precariedad y vulnera-
bilidad de las trabajadoras del hogar. Estas condiciones se encuentran mul-
tifactorialmente conguradas a través de dimensiones sociales, políticas y
económicas, entre las que destacan: 1) la prevalencia de una economía ende-
ble, sostenida en las últimas décadas por en el sector terciario; 2) una cultura
conservadora con arraigo de los estereotipos de género que mantienen a las
mujeres ocupadas en los trabajos más precarizados y vulnerables; 3) la proce-
dencia local, tanto rural como de la periferia urbana de las trabajadoras, y la
pobreza material de las familias de procedencia económicas; 4) falta de redes
comunitarias de apoyo para acceder a ingresos distintos o suplementarios
que les permita complementar el gasto familiar; 5) acceso a prerrogativas dis-
tributivas del gobierno, pero lejanas a las necesidades de cuidados de la pobla-
ción; 6) aislamiento, y por ende, nula organización de las trabajadoras para
mejor sus condiciones laborales.
Buscando identicar lo distintivo, los énfasis de las violencias estructurales
que vulneran a las trabajadoras del hogar en la zona conurbada Zacatecas-Gua-
dalupe, se encontró que, en la zona estudiada, los términos de contratación de
estas trabajadoras están lejos de proveer las condiciones materiales que les per-
mitan a sus familias una reproducción social con solvencia y certidumbre. Y, sin
embargo, pese a esa precariedad, es una de las principales ocupaciones para las
mujeres que conforman la población económicamente activa en la región.
lo mío iba incluido con lo de él, aunque mis hermanos se enojaran él me
defendía, pero cuando mi papá murió mis hermanos hablaron conmigo,
me quitaron uno de los cuartos que yo ocupaba con mis hijos en la casa de
mi papá porque mi cuñada estaba embarazada y me exigieron que contri-
buyera con los gastos. Yo no me puedo salir de esa casa porque no me al-
canza para pagar una renta, pero tampoco quiero hacerlo porque mi papá
me dejó ahí y no sería justo (fragmento de una entrevista semiestructura-
da hecha a una trabajadora del hogar, periodo 2021-2022).
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Los estereotipos de género constituyen una de las formas de violencia
estructural, persistente a través del tiempo, que conduce a las mujeres a em-
plearse como trabajadoras del hogar con un mínimo de exigencias y forma-
lidades para la parte contratante. Aunado a ello, se reveló que la situación de
vulnerabilidad de este segmento laboral y poblacional deviene de una serie de
factores interrelacionados que se refuerzan mutuamente, entre ellos su ori-
gen social y residencial, instrucción escolar ínma o irrelevante para el tipo
de actividad a realizar. Lo que aquí se ha caracterizado como exclusión gura
la exclusión laboral relativa. La reproducción precaria de las familias de las
que estas mujeres son parte, y la feminización de la pobreza son, por tanto,
resultado de la interconexión de desigualdades sistémicas, pero también de
las que convergen en una zona del país especialmente empobrecida y ausente
de fuentes de empleo de calidad. Por ende, es necesario insistir en el carácter
estructural de las violencias que viven las trabajadoras del hogar, acentuándo-
se la necesidad de mantener análisis con enfoque interseccional que de pautas
para erradicar esas dinámicas.
Destacó en el análisis la ausencia de voluntad política para intervenir
realmente en la scalización de las condiciones en que se realiza el trabajo
doméstico remunerado en México. Hasta el momento la legislación no ha
logrado corregir la falta de derechos laborales de las trabajadoras del hogar,
sosteniendo la ausencia de seguridad social, salarios arbitrarios, jornadas no
reguladas y escasez de contratos formales. La aprobación de las reformas a la
Ley Federal del Trabajo, la Ley del Seguro Social y la rma de convenios inter-
nacionales han resultado insucientes para cerrar la brecha entre el marco
normativo y la situación real de las trabajadoras. Incluso la agenda de género
y el movimiento feminista de la región han pasado por alto esta problemática.
Aunado a ello se encuentra la falta de organización por parte de las propias
trabajadoras, en la entidad no existen sindicatos o asociaciones que tengan
como objetivo la mejora de sus condiciones laborales. Es decir, en la región
persiste el desconocimiento con respecto a los derechos laborales de las tra-
bajadoras del hogar, esto antecede a la falta de programas y políticas públicas
abocadas a regular su situación.
Se reveló que en la zona conurbada Zacatecas-Guadalupe existen condi-
ciones estructurales particulares que signan el trabajo doméstico remunera-
do. En este contexto las trabajadoras del hogar son mayoritariamente mujeres
provenientes de las periferias locales, que son afectadas por el desequilibrio
histórico regional entre oferta y demanda en el mercado laboral, mercado ca-
racterizado por la prevalencia de trabajos informales del sector terciario. De
tal manera que el trabajo doméstico remunerado es una opción de fácil acce-
so para muchas mujeres de la región, a menudo elegido por las mujeres que
tienen pocos estudios formales, falta de experiencia laboral en otros ámbitos,
por su condición etaria o la necesidad de compaginar el trabajo de cuidados
que realizan en sus propios hogares con el trabajo doméstico remunerado.
Otras problemáticas como violencia y conictos familiares, el incremento de
los hogares con abandono paterno, y la presión de contribuir a los gastos fa-
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miliares aumentan la necesidad de las mujeres de emplearse en ocupaciones
precarias. Así, las trabajadoras del hogar en la zona estudiada enfrentan vio-
lencias estructurales que se intersectan, retroalimentan y refuerzan la pobre-
za y vulnerabilidad, ya distintiva del sector en el escenario nacional.
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